Yo la vi. No estaba tirando cascotes ni rompiendo autos. No tenía la cara tapada, por eso la vi. Estaba llorando frente a los escudos transparentes de la policía que avanzaba para apalearla a ella y a sus colegas. Lloraba con una angustia, con un dolor que me calaron hasta los huesos, que me dieron verguenza de no estar al lado de ella. Lloraba sin miedo, con el dolor de quien sabe que está pasando algo terrible, algo sin vueltas. A él también lo vi. Flaco, poco pelo, mojado por la lluvia. Se aferraba a la estructura tubular con la fuerza del que sabe por qué y por quienes lucha, mientras tres uniformados trataban de arrastrarlo entre golpes e insultos. Yo lxs vi. No agredían, no tenían palos, no cortaban la calle ni pintaban esos muros que tanto preocupan a algunos. Estaban levantando una escuela cuando los perros entrenados de un Estado que le teme al pueblo educado, les saltaron al cuello, lxs gasearon, lxs golpearon y se llevaron a cuatro. Yo lxs vi, y me dolió la panza de