La escalada autoritaria del mandatario coincide con datos económicos que perforan el relato oficial: el Presidente y sus patotas atacan con ferocidad a periodistas y dirigentes. En los últimos días, el Presidente produjo una nueva escalada de violencia contra periodistas y figuras de la oposición, sobre quienes descerrajó una ráfaga iracunda de insultos y descalificaciones ("mierdas", "soretes mal cagados", "mandriles") que su corte de inquisidores se encargó de celebrar, ampliar y multiplicar.
No sorprende la coincidencia de la nueva escalada con la emergencia de tensiones en el plano económico y financiero, con el dólar tomando temperatura y el J.P. Morgan bajándose de la bicicleta de Toto Caputo ante la sospecha de que una devaluación podría estar más acá que más allá de las urnas. Es el clásico Operativo Distracción. Con todo, no conviene dejar de señalarlo para evitar el riesgo de la naturalización.
Es evidente que para el poder real (no hablo del demente sino de sus dueños), la democracia es un juguete con el que nos permiten distraernos, siempre que respetemos el manual de instrucciones para su uso: hay cosas (como "su" bolsillo) con las que no se jode; o dicho de otro modo: la democracia y civilidad sirve si la concentración de ganancias siguen recaudando siempre a sus billeteras.
Tanto es así que ya la bestialidad sobrepasa las fronteras y se publica en el New York Times.
En la época actual donde el odio intenta otra vez desde el poder borrar la memoria colectiva, es conveniente recordar nuestra historia, porque "cuando no recordamos lo que nos pasa, nos puede suceder la misma cosa", como canta Litto Nebbia en "Quien quiera oir que oiga".


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