Que raro que al presidente anti casta lo aplaudan en la Sociedad Rural ¿no?. Pasó con el menemismo (tan revisitado en estos tiempos), pasó con con el macrismo y está pasando con Milei: hay toda una producción intelectual del discurso de la resignación y la derrota, disfrazada de "complejización analítica" de procesos que en su esencia son bastante claros, y que para entender si no sus manifestaciones si su resultado final, basta ver quienes salen ganando y quienes perdiendo en su desarrollo. Y si se enfocan las supuestas "complejidades" con esa lente, resulta que todo está más que claro, y no necesita subtitulados ni explicaciones: ganan los dueños del país (como casi siempre) que son pocos (y cada vez más pocos), y perdemos (casi) todos. Llámenlo desigualdad en la distribución del ingreso, capitalismo salvaje, lucha de clases o el rótulo que prefieran: la realidad pura y dura es esa. Tan pura y dura como el discurso de Milei el sábado en la Rural yendo a rendir examen (como han hecho antes tantos otros presidentes de lo que él llama "casta") frente a los dueños de la tierra, que se autoperciben (no sin algo de razón) como los dueños del país.
El tipo venía combatiendo la casta con todo pero se tomó una semana de respiro para renovarle a Mindlin la concesión del transporte de gas por 30 años y rebajarle las retenciones a los agrogarcas (?).
Me chupa un huevo lo que creyó la sociedad argentina, lo que lograron es esto: más guita para los agrogarcas y más hambre para los jubilados. Y me chupa el otro huevo si no lo entendieron, o no les importa: Milei en un párrafo de su discurso anuncia la rebaja de retenciones, y en el siguiente el veto al aumento a los jubilados. En una pieza oratoria a la que habrá que agradecerle ya que nos ahorró muchas explicaciones, el tipo anunciaba que el Estado dejaba de cobrar impuestos a uno de los sectores más ricos de la sociedad (y naturalmente fue aplaudido), para acto seguido decir que vetaría cualquier ley que significara gastos, aunque fuera para beneficiar a los más perjudicados por sus políticas, como los jubilados o los discapacitados.
Allí el aplauso de la platea fue más fuerte aún, demostrando que los que realmente mandan tienen muy claras las cosas, y saben perfectamente que para que ellos tengan más es necesario que otros (muchos) tengan menos, en especial cuando (como sucede con el sector agropecuario dedicado a la exportación) lo que les importa es lo que sucede fuera de nuestras fronteras.
Por más sectores de lumpen protelariado sin conciencia de clase que existan (y como diría Dolina de los boludos, son tantos que terminan eligiendo al presidente), el fenómeno política y socialmente relevante es que las clases dominantes nunca se confunden, cuando de defender sus intereses se trata, quienes son los que mejor los defienden y quienes los amenazan: el aplauso más fuerte fue cuando el presidente de la Rural celebró la condena de Cristina. A buen entendedor, pocas palabras.
Y la política debe tomar nota de eso y obrar en consecuencia, si no quiere renunciar al ideal de representar; y si ellos no se no confunden, no nos debemos confundir nosotros, aprendiendo a distinguir lo principal de lo accesorio, y los intereses concretos, puros y duros, de las percepciones individuales o grupales; aunque estas incidan en los comportamientos sociales, y por ende electorales: una cosa son los modos y los lenguajes con los que encarar la praxis política para conectar con las percepciones sociales, y otra muy distinta perder de vista cuáles intereses concretos aspiramos a representar, y cuáles son las propuestas y los candidatos para defenderlos mejor. Como hacen ellos.
El presiduende que venía a combatir la casta fue a pedir al Jockey Club que las élites vuelvan a conducir el país y está tratando de rebajarle algún impuesto a los agrogarcas para que no lo silben en la Rural, todo en la misma semana. Acá no entiende el que no quiere. Bienvenidos esos aumentos de la carne, el pollo, el cerdo, la harina y todos sus derivados y el aceite, que nos servirán para seguir bajando la inflación.
Que quieren un país para pocos
ya lo sabíamos. El problema es que hay un montón de boludos que creen
que están dentro de esos pocos.



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