El quinto disco de La Riki Riki Tave sostiene el eterno retorno al querido rock progresivo que supimos conseguir. Si el tiempo es circular y la música es tiempo encerrado en compases y melodías, entonces en algún momento, necesariamente, esta regresará, renovada, con las marcas de un largo viaje, a donde supo estar. El rock vive esa etapa, el retrofuturismo del que habla Simon Reynolds. Riki Riki Tave, desde su lugar, está viajando en esa calesita que es la nostalgia, que ahora se para frente al andén de los 70, la estación del florecimiento definitivo del género, y recupera algunos de los sonidos más hostiles del rock progresivo. Algunas preguntas sobre pertinencias y posibilidades para lo nuevo de la banda de Atalaya. Mientras revivimos un disco ya reseñado en el blog cabezón hace ya tiempo: el quinto disco de la gran banda de blues y rock experimental, con nueve canciones con su particular psicodelia.
Artista: Riki Riki Tave y La Banda Misteriosa
Álbum: Volumen 5
Año: 2014
Género: Rock psicodélico experimental
Nacionalidad: Argentina
Por Patricio Cerminaro
Las nueve canciones que componen el álbum en realidad deberían recibir otro título que las identifique. ¿Por qué? Porque dinamitan el formato canción y reconstruyen los tracks con absoluto capricho, buen gusto e incertidumbre por lo que vendrá. Porque sí, podrá decir alguno, pero no: existe una sincronización entre el mensaje audible y el meta-mensaje que transmite; un anuncio vedado de quien sufre de angustia y encuentra en el desconcierto estructural, armónico y melódico la manera de expresarlo y alivianarlo. Porque el rock progresivo es angustia.
Hay Spinetta y Crucis en el aire, también un poco de Camel o un Robert Fripp somnoliento. “Ventanas” es un rock musculoso y lisérgico que corre a la velocidad de un trémolo sucio y “Sesenta y Cinco” podría parecer un tema más entre tantas canciones indies desinteresadas, pero se burla de ellos con compases irregulares y distorsiones para activar neuronas.
La banda misteriosa, se hacen llamar. Hay una verdad allí, porque es cierto, misterio hay, pero ¿cuál es? No se trata del estilo ni del mensaje, tampoco del audio ni de las túnicas negras que los hacen parecer magos oscuros. Lo que no se sabe, lo oculto, es qué pasará en tu próxima escucha, porque este es un disco para oír varias veces, una relectura constante que descubrirá nuevos sonidos, nuevas capas de audio e interpretaciones.
Pero, ¿hay tiempo para eso en el siglo XXI?
El culto soñado
Riki Riki Tave y la Banda Misteriosa, uno de
los grupos de rock experimental más interesantes de la escena emergente de
Buenos Aires, se separó luego de casi 10 años de trayectoria. Banda de culto
surgida del barrio de Isidro Casanova, en La Matanza, estaba integrada por
Juanjo Harervack (voz), Waldemar Garín (guitarra y violín), Coronel Pali
(batería, teclados y coros), Juan Fernández (guitarra) y Matías Díaz (bajo). La
ruptura fue confirmada por Harervack: “Fue
muy pensado y se da en el momento justo. No teníamos mucho más que decir, y
tampoco creo que lo que dijimos se haya entendido. Nos pusimos muy serios,
solemnes, en el último tiempo, y la gente no tiene tiempo para escuchar cosas
tan serias”. Atrás quedan, entonces, esos discos y conciertos extrañísimos
y un repertorio ecléctico que pasaba del rock garagero al progresivo, y del
blues más salvaje a la psicodelia beatlesca. Sin dudas, la Riki Riki Tave era
una banda que generaba cualquier cosa menos indiferencia.
Todo
comenzó en 2006 con Tuky Sessions, un
primer demo grabado en el altillo de “Bar Celos”, el bar del Coronel Pali. En
2009 llegaría 95 Problemas, y en 2011
la edición su primer álbum grabado en un estudio profesional, Llorando en Corea, que alcanzó cierta
fama y buenas críticas en los medios especializados. Así pegarían un salto de
calidad con el intrincado Dormido Cayendo
(2013), un disco registrado en ION, uno de los mejores estudios de grabación de
nuestro país. Ahora la despedida llega luego del Volumen 5 (2014), que no fue editado en formato físico, sino
colgado en la web para ser descargado en forma gratuita. Seguramente, había
mucha más tela para cortar, pero, como relata Harervack, no pudieron seguir, “porque la Riki estaba saturada, ya habíamos
pasado diez años muy difíciles o quizás más. Por eso nadie se sorprendió cuando
Waldemar nos anunció que dejaba la banda, porque quería dedicarse a tocar el
violín. Seguramente, se cansó del trajín del rock, de esas noches interminables
de cargar equipos y volver sin dinero a casa. Creo que a todos nos pasaba lo
mismo, nos pasó la vida haciendo discos que nunca fueron masivos, sabíamos que íbamos en contra de eso. Fuimos
así, libres a pesar de todo, generosos y buenos amigos”.
Por
eso la música sigue para ellos, porque es lo que mejor saben hacer. Juanjo
cantando en Gualicho Turbio, un power trio de blues que pronto presentará su
primer disco en vinilo, y también en Argentina, una banda cuyo repertorio y
sonido representa lo mejor del rock de acá, y que Harervack armó con Fede
Terranova de la banda Fútbol. Por su parte, Waldemar Garín integra el grupo de
Gustavo Nasuti, en donde está presentando disco. Juan Fernández formó junto a Nahuel
Creche y Eduardo Herrera, El Alma de las Máquinas y ya editaron un gran álbum
debut. Por último, Matías Díaz continúa en Acido Canario y Momo Ashanty; mientras
que el genial Coronel Pali formó AO-AO, otro inclasificable proyecto musical
vinculado a la música experimental electrónica clásica. De la Riki Riki Tave
nos queda el recuerdo de un grupo que quizás se adelantó a su tiempo. Como dice
su ex cantante: “La Riki es, fue y será
un misterio. Sin embargo, para mí, fue la mejor banda del mundo”.


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