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Hawkwind - Quark, Strangeness and Charm (1977)

#Músicaparaelencierro. El disco con el que la banda inglesa Hawkwind cambió su sonido space y experimental por algo más accesible al gran público. Con excelentes resultados.

Artista: Hawkwind
Álbum: Quark, Strangeness and Charm
Año: 1977
Género: Space rock
Duración: 36:55
Nacionalidad: Inglesa


Saludos, damas y caballeros, damos y caballeras, damascos y cabelleras. ¿Cómo les va? Me llamo Motorik. Bueno, en realidad, Motorik es mi apodo. Mi nombre real es (pasa un camión tocando la bocina y dejando una cortina de humo) pero todos me dicen Motorik. Soy el dueño del prestigiosísimo blog “El rincón de Motorik”. Mejor dejo de decir “Motorik”, que si no va a pasar de ser un apodo genial a una palabra molesta. Aunque voy a seguir escribiendo para mi blog, ahora mismo voy a escribir una crítica para los Moog cabezones.

¿Y qué mejor manera de debutar en esta página que hablando de Hawkwind? Muchos conocerán a esta banda por ser el grupo en el que Lemmy Kilmister se hizo moderadamente conocido antes de fundar Motorhead, mientras que muchos otros ni siquiera lo conocerán en absoluto. Para estos últimos, solo necesitan saber que Hawkwind es una banda de space rock, que su tema más conocido es Silver Machine, el ya mencionado hecho de que Lemmy tocó acá y que en vivo la rompían. “En vivo” son las dos palabras clave. No estoy muy familiarizado con toda su obra, pero escuché varios temas de estudio y, por mucho que respete el sonido de estos tipos y su profesionalismo, esas canciones me transmiten tantas emociones como un diálogo de Claude de la saga Grand Theft Auto. Y no voy a explicar el chiste porque ya de por sí es bastante malo. Quizás no los escuché lo suficiente, pero me suenan débiles. Casi parecería que Hawkwind solo graba discos para tener una excusa para subirse a los escenarios y recién ahí desatar toda su energía galáctica. Entonces, en vistas de que en vivo tienen el poder de Darkseid y en estudio tienen el poder de un yugopotamiano, ¿Qué hago escribiendo una crítica a un disco de ellos que no solo es de estudio, sino que además es posterior a su supuesta gran época? Pues por la simple razón de que George Starostin le puso el mismo puntaje que al majestuoso “Space Ritual”. Eso me hizo picar la curiosidad por escucharlo, ¿Y adivinen qué? Me encantó.

Las diferencias que puedo notar entre este álbum y algunos de los temas anteriores del grupo que escuché son varias. La primera es que el sonido es más limpio. Aunque es difícil hacer una comparación considerando que las primeras grabaciones de cualquier banda tienden a sonar mal, en el caso de Hawkwind era más perjudicial aun. O sea, una cosa es que el debut de Metallica (por dar un ejemplo random) tenga un mal sonido. En ese caso se podría decir que hasta encaja con el espíritu de la música que tocaban. Pero con Hawkwind es más jodido. Si quieren emular un viaje espacial, se necesita un sonido pulcro y gran cantidad de efectos que una producción amateur no te puede proveer. Acá aparece esa pulcritud que tanta falta hacía. Otra diferencia que noto es la diversidad. Los temas que escuché de anteriores discos, aunque fueran de diferentes obras, me daban una sensación de monotonía. Salvando excepciones como las influencias country de Hurry on Sundown, todo me sonaba parecido. Acá hay diversos estilos: baladas, rock directo, space, heavy metal y así. Y yo no soy alguien que pide que cada banda saque su equivalente del “White Album”, pero si un grupo puede salirse de sus limitaciones y hacerlo bien, que lo haga. Acá lo hacen. Las otras diferencias que noto son las que más me importan en toda obra: la justeza y la composición. En este disco, el grupo compone cualquier cantidad de melodías espectaculares, riff creativos y arreglos de sintetizador envolventes. Y no solo eso, sino que interpretan todas estas canciones con una precisión que muchos de sus jams de estudio no tenían, y eso que acá no hay jams. Son todas canciones hechas y derechas, que se valen de los elementos mencionados y conforman una escucha endiabladamente consistente. Además, es de destacar que suenan menos pretenciosos que nunca y así logran, irónicamente, que sus delirios espaciales y científicos me lleguen como casi ninguna otra de sus obras anteriores me llegaban. Es una escucha casi perfecta.

Sí, dije “casi” perfecta. Si bien soy de la idea de que no hay obra perfecta en sí, hay un pequeño defecto que me impide ponerle un diez al disco: lo corto que se siente. También soy de la filosofía que “menos es más”, pero en este caso la siento una escucha insuficiente. No sé explicar bien por qué, pero voy a intentarlo. Veamos. Un disco tiene que ser juzgado de acuerdo a qué tan bien logra sus objetivos. ¿Componer buenas canciones? Lo logra. ¿Ser divertido y placentero? Lo logra. ¿Ser diverso? Bien, acá tengo un problema. Dicho problema es, ¿Qué tan diverso podés ser en ocho canciones de las cuales solo tres superan los cuatro minutos? Y ni siquiera es que estas canciones hagan una fusión impresionante de géneros. Todas las canciones individualmente están sujetas a un único estilo y sin grandes variaciones. No es como el debut de Spirit, por ejemplo, en el que tenías jazz, rock, pop y orquestaciones en una única canción. Tampoco es como el “White Album”, en el que tenías cualquier cantidad de canciones y cada una exploraba un estilo diferente. Acá no hay ni una cosa ni la otra, por lo que falla en el objetivo de ser variado. Una lástima.
 

Pasando a hablar de las canciones, insisto en que todas son excelentes. Los primeros sonidos del disco pueden llegar a ser cacofónicos, pero inmediatamente se soluciona. Se escucha hablar a alguien (o algo. ¿Por qué no “algo”?). Entran unos efectos de guitarra, un ritmo de batería repetitivo, unos sintetizadores y un código morse para crear Spirit of the Age. Su avance tranquilo pero imparable nos lleva a la voz del narrador (llamarlo “cantante” en este contexto no sería lo más adecuado) para contarnos no uno, sino dos poemas diferentes escritos por Robert Calvert. “The Starfarer’s Despatch” en el primer verso y “The Clone’s Poem” en el segundo. Aunque no hay melodía distinguible en la parte vocal, suena increíblemente cool y confiado de sí mismo. Si extrañaban las melodías, no se asusten, que llega el evanescente estribillo con sus infinitos “Spirit of the age/spirit of the age” que resultan contagiosos y memorables. Ah, ¿Y mencioné los sintetizadores coloridos? Le dan un aire carnavalesco al conjunto, pero de un carnaval marciano, en el que el algodón de azúcar es verde radiactivo y las montañas rusas son anti gravedad. O algo así. Qué gran tema.

Damnation Alley también tiene efectos de sonido al principio, como disparos láser o una alarma nuclear. Después se abre paso ese riff entre lo festivo y lo amenazante que acompaña a la melodía vocal y que en conjunto me dan la imagen de un auto escapando de una ciudad en ruinas con un hongo atómico expandiéndose detrás. Puntos extra por la impresionante línea de bajo que le da profundidad a la guitarra y por la tremenda sección media, con un dramático solo de violín y más sintetizadores de carnaval. Después viene el puente “Radiation wasteland”, que da paso a la guitarra estancada en una misma nota que crea una tensión infernal para que vuelva el riff inicial y la melodía vocal con más frescura que nunca y un solo en fade out que cierra la canción de la mejor manera. Glorioso.

Fable of a Failed Race es una balada espacial que no hubiera desentonado en un disco de Pink Floyd. Abre como un agujero negro de resignación y tristeza expresado en esas guitarras y sintetizadores. El efecto profundo y el eco en la voz aumentan la carga de desolación de la letra. A pesar de que esta parecería describir a una raza que evolucionó a algo superior (despidiéndose de sus formas corpóreas en el proceso), el título del tema parece indicar que en algo no les fue tan bien. No sé ustedes, pero a mí se me hace que esta canción podría sonar en el funeral de Hekapoo y que describe perfectamente a la Alta Comisión de Magia, quienes vendrían a ser en cierto sentido “la raza fallida” en el mundo de Star vs Las fuerzas del mal. Sí. Si todo el mundo hace complejas teorías de que el “Dark Side of the Moon” encaja perfectamente con la película “El mago de Oz”, ¿Por qué no puedo yo emparentar a Hawkwind con Star vs Las fuerzas del mal? Les podría haber advertido de los spoilers de la serie, pero dudo que la gente de esta comunidad vea dibujitos como yo lo hago. Ah, ¿Y la canción? Pura gloria, como ya expliqué.

Quark, Strangeness and Charm es lo que podría denominarse “pop galáctico”. Ese pianito repetitivo y casi boogie es una genialidad, y la melodía vocal me permite imaginarme a su cantante (me declaro ignorante. No distingo entre Dave Brock y Robert Calvert) conteniéndose la risa mientras la canta. Como para no reírse con esa letra tan delirante y divertida sobre los científicos teniendo mala suerte con las chicas. Si el grupo tuviera este sentido del humor en más canciones, serían de mis favoritos. Volviendo a la música, el estribillo vuelve a ser repetitivo pero resultón, y el solo tradicionalmente rockero la rompe. Qué tema tan copado.

Hassan I Sabbah, como asumirán por su nombre, tiene obvias influencias orientales en sus arreglos y en su melodía. La letra en este caso no es tan divertida, y con “divertida” no me refiero a que tenga que hacerme reir, sino que es absurda en el mal sentido de la palabra. Respeto el valor del grupo para meterse con ciertos aspectos religiosos, pero hubiera preferido algo menos obvio. Tampoco me importa demasiado, ya que la música compensa todas las falencias líricas. Los violines se alternan con las guitarras pesadas y van proveyendo contrastes a cada rato. Además, ¿Me van a decir que no les gusta cómo pronuncia “Hashish hashin/Hashish hashin”? ¿O el intermedio “It is written” que le abre paso al espídico solo de violín? Este solo siempre me hace acordar a la escena de la primera temporada de The Umbrella Academy en la que Vanya está tocando este instrumento totalmente poseída por sus poderes. No me cuesta nada imaginarme a Simon House (el violinista en este tema) en un estado similar. Qué temón, a pesar de las letras cliché.

The Forge of Vulcan hace referencia con su nombre al dios de la mitología y no a los vulcanos de Star Trek, aunque su sonido remite más a futurismos que a mitologías antiguas. Es un instrumental que consta de un loop de sintetizador y unos golpes ominosos de yunque. De fondo se le van sumando sintetizadores infernales que vuelven más y más creepy la experiencia. Es el tema que más me costó porque remite a los días del viejo Hawkwind. Ese Hawkwind que se basaba más en los sonidos que en la composición. Si son conscientes de esto, van a sentirse totalmente inmersos en su ambiente tétrico-galáctico. Me gusta más que la mayoría de los viejos jams del grupo. Otro clásico más, y van…

George Starostin compara el tema Days of the Underground con el estilo de The Velvet Underground, pero el único parecido que le veo es el de tener la palabra “underground” en el título. El riff que termina con ese acorde machacón es fenomenal, y los efectos espaciales (con tiritos de pistolas láser y todo) ayudan mucho a la nostalgia futurista que pretende evocar el tema en su conjunto. El efecto robótico de la voz también queda como anillo al dedo. El tema cierra con un loop de sintetizador que lo enlaza con el siguiente tema.

Tema que se llama The Iron Dream, y que toma su título de un libro de Norman Spinrad. Ese loop que sonaba hasta simpático en el tema anterior se revela acá como metálico y siniestro. Y el ritmo pesado confirma esta revelación final. La guitarra machaca y machaca sus acordes al estilo de los guitarristas metaleros de los 80, solo que mucho más efectivo. No es que me mate de miedo, pero suena más natural que los muchos asesinatos que sufrirían las guitarras en la década que estaba por llegar. Un excelente cierre.

Y hasta acá llega la reseña. Este disco es fantástico. Si “Space Ritual” es su cumbre en directo, “Quark, Strangeness and Charm” debe de ser su cumbre en un estudio. Seguro que hay muchos snobs condenando a la banda por haberse vendido y haber sacrificado su uniquez en nombre de vender más. Al joraca con ellos. La uniquez del grupo sigue presente, solo que con un lavado de cara, y esos jams de estudio de los viejos días eran por lo general un embole. Prefiero mil veces a este nuevo Hawkwind, con un gran trabajo compositivo y más compenetrado que nunca. Otro factor por el que se me ocurre que a muchos no les gusta este disco es porque no están más ni Lemmy ni Nik Turner (fundador del grupo) ni el baterista Alan Powell. Y yo insisto, ¿Qué más da? Por un lado, gracias a la partida de Lemmy tenemos otra bandaza como lo es Motorhead, y el profesionalismo de la nueva formación hace que no extrañe en absoluto a los otros dos, sin importar cuan vitales hayan sido en su momento. Si consideramos a este disco como un “sell out”, es uno de los mejores de todos los tiempos. Yo quiero venderme y sonar así de genial. El único motivo por el que no le doy el diez es porque me deja con ganas de un poco más, pero es algo muy mío. Para ustedes, oídos desprejuiciados, este podría ser un diez grande como una casa. ¿Se lo van a perder?
Nota final: 9+
 
 
Lista de Temas:
1. Spirit of the Age
2. Damnation Alley
3. Fable of a Failed Race
4. Quark, Strangeness and Charm
5. Hassan I Sabbah
6. The Forge of Vulcan
7. Days of the Underground
8. The Iron Dream

Alineación:
- Dave Brock / guitar, synthesisers, sound FX, vocals, and quark
- Robert Calvert / vocals, percussion, morse, and strangeness
- Simon House / keyboards, violin, anvil, vocals, and charm
- Adrian Shaw / bass guitar, vocals, and hand-claps
- Simon King / drums, percussion, and no-vocal




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