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Catalín Munteanu - Las Fuerzas Invisibles (2019)

Hace ya mucho tiempo, me la encontré en medio de un sesión de loop acústico y me comentó de este nuevo disco, y aún todavía está esperando mi reseña (convengamos, como muchos otros discos y grupos que tengo en el tintero... muchachos y muchachas, es lo que hay, tarde, muy tarde, pero seguro!). Otra vez la chica experimentadora del subte A con su inconfundible set despojado de looping y voz, ahora con su último disco (y a días de que salga uno nuevo, ya no tan sola y con su propio grupo). Un excelente trabajo tanto compositivo como lírico, que respira autenticidad y sensibilidad, respira belleza y valentía, buen gusto y experimentación, y que me enamoró desde que la escuché en sus devaneos por los subsuelos de Buenos Aires, y cada vez me gusta más. Espero que a ustedes también te guste!


Artista: Catalín Munteanu
Álbum: Las Fuerzas Invisibles
Año: 2019
Género: Folk rock / Alternativo
Duración: 38:48
Nacionalidad: Argentina


Seguimos con nuestro festival de buena música latinoamericana, y vamos con un disco que debo desde hace mucho tiempo, desde que salió a la luz, y aprovechando una nueva fecha que tiene Caty el día 16 de este mes, vamos a retomar con el comentario de este humilde, honesto, emotivo y talentoso disco, como ella... claro, su música no es para todo el mundo, eso fue lo primero que pensé cuando la ví por primera vez, pero lo auténticamente natural y naturalmente auténtico es así, como muchos otros artistas que siguen el camino marcado para ellos y el que ellos crean, y no el signado por el marketing y el mercado, así que antes que nada y ante todo, un aplauso por la actitud!
A veces en terrenos del tecno ambiental, a veces dentro del synt pop, a veces con un estilo cantautor pero loopeado, pero siempre en la búsqueda de crear una atmósfera, un clima, una sensación que describa mejor que nadie la impronta de la letra. Para presentarla (de nuevo), vamos a recordar mis palabras cuando aterrizó por primera vez en el blog cabeza:

Una joven, armada sólo con su voz, su guitarra y un teclado, y a veces acompañada de otra talentosa guitarrista, sirven para crear este disquito distinto, tranquilo, Catalín recorre los subtes desplegando su arte y ha autoeditado un disco que oscila entre el folk rock y la canción pero con características particulares y muy personales. Un disco que nos muestra una sutil compositora, esmerada y sensible en sus textos y melodías, combinando narraciones con aregladas composiciones, con canciones sinceras escritas desde la óptica artística de alguien que observa y reflexiona sobre su entorno. Un disco honesto, humilde y límpido, que nos devuelve a la simpleza pero también a la lucidez compositiva y la dulzura hecha sonidos. Los invito a conocer lo que crea Catalín cuando se baja de los subtes...
 
 

Y ahora tengo el agrado de (por fin) presentar una obra íntima, que transita por terrenos sonoros apacibles y cálidos, obra a la vez calmada pero emocionalmente electrizante, que busca en todo momento dinamizar la experiencia con la que perpetúan (así como sus loops) su particular mezcolanza de recursos sintéticos con el pop tipo canción y el rock. Y seguramente con algunos estilos más, pero mejor no hablemos de estilos aquí. Este álbum se expresa en nueve temas repletos de sampleos sutiles y dejando el campo de acción para que la voz y la lírica tomen las vías que se propongan. Todo ello termina por engendrar un álbum bellísimo, y siendo reflejo de la posición que está tomando esta joven artista, cada vez más sólida y cada vez con más puntería. Nada mejor que un buen disco donde se expresa lo sentido, y aquí está el resultado, que no tendrá una suntuosa producción sino todo lo contrario, algo hecho casi en casa pero que demuestra que no se necesitan montones de elementos y herramientas para hacer un trabajo digno, y no solamente digno, sino además magnífico, porque el resultado sale del alma y no de las herramientas con las que nos podemos llegar a manejar.
Pero mejor vamos con algo de su música...




Una apuesta sentida que mantiene la esencia del artista, con sus batalladoras líricas que se condensan en un intrigante loop instrumental explorando desde el disco y hacia su más personal estilo, abordando profundidades y situando detalles estéticos, que no hacen más que motivar la escucha, brindando novedosas perspectivas a sus líricas de maneras tan expresivas como hermosas. Un proyecto introspectivo y de búsqueda, basado en melodías atractivas, mágicas y fértiles que crean diversos paisajes que van tomando forma a medida que el disco fluye. Y ahora vuelvo a recordar aquello que escribí en el momento de presentarla, porque de la misma manera se puede extrapolar aquí, para entender y comentar su segundo disco de estudio.
 
La conocí en el subte A cuando volvía del trabajo, se plantó tímidamente ante el bagón lleno, esgrimiendo una guitarra criolla, unos ojitos vivaces y una amplia sonrisa, y con su voz dulce y suave se presentó ante un montón de cuerpos cansados y de poco ánimo. Me gustan cuando alguien desarrolla su arte cuando estoy viajando, es como volver a vivir un ratito en medio del hastío del trajín diario. Me sorprendió con una interpretación muy personal de una canción del Flaco Spinetta (perdón pero no recuerdo cual) que me hizo parar aún más la oreja, no tanto por la canción en sí sino por su inventiva forma de recrearla, y luego se lanzó con una canción de su autoría, una canción dulce, muy bien trabajada, con algunos giros no convencionales que se perdían tristemente entre la masa soñolienta que viajaba a sus casas, escabulléndose para casi todos menos para los pocos que ansiosos tratamos de capturar al menos parte de lo que sutilmente nos transmitían los sonidos. Me pareció una notable canción, bien interpretada pero sobretodo muy bien compuesta y muy bien arreglada, limpia, cristalina, y decididamente no apta para ser interpretada en subtes. Mientras la escuchaba pensé en cuales serían los grupos que escucharía esta chica como para crear canciones que tengan características que salgan de los lugares comunes y busquen una novedosa forma de realizar esa mezcla de sonidos que generalmente definimos como música. Cuando terminó la interpretación y cosechó sonriente los pocos pero entusiastas aplausos de aquellos que lograron salir de su modorra mental, y antes de que salte hacia otro bagón logré despedirla felicitándola sobretodo por la canción de su propia autoría, con lo cual se puso muy contenta. Pero me arrepentí de no haber sabido nada de ella, "podríamos haberla puesto un video si es que tiene" pensé. Y la cosa quedó ahí.
La encontré otra vez, ya en la estación San Pedrito, y me contó que estaba terminando de grabar de manera muy casera este EP largo, que la tiene como protagonista. Ahora sí la podemos presentar como corresponde, la reina desconocida de los subtes hace su presencia en el blog cabezón.
Si la encuentran en el subte, acuérdense de disfrutarla a pesar de que quizás estén muy cansados, verán que les hace muy bien a su alma.
 Partiendo del unplugged riguroso y la máquina de cantautores sensibles, con arpegios y armonías que desafían la simpleza de canción de autor, algo que no es algo puro, sino que es la confluencia de muchas cosas, pero conservando la escencia de la música directa, música acústica, pura y limpia de efectos especiales, trucos de edición o experimentos armónicos. Un estilo que se caracteriza primero por lo estrictamente musical, pero también por sus letras, poéticas, tremendamente liricas y sutiles. Perfectamente se pueden leer sin música, que además poseen un fuerte caracter existencial.
Por otro lado, es de destacar la austeridad de su sonido. Su música no necesita de mucha parafernalia ni una gran inversión de dinero, basta con su talento y su capacidad para componer. Ni siquiera se precisó un solo peso porque todo se hizo caseramente, claro que tiene miles de cuestiones de producción para mejorar, pero eso es lo de menos, lo que importa es la belleza, el arte, y aquí se encuentra mucho de ello.

Cabeza de Moog
 

Nueve temas de una carga emocional sumamente intensa en el que los sentimientos inspiran cada uno de sus versos, que fluyen dentro del esquema melódico y sonoro propio de la artista. Un disco tan delicado como cristalino y pulcro pero que domina la lógica de la experimetación más sutil, manifestación del tremendo control creativo de la artista que lo hace tan bien en un disco como en un subte.
 
Aunque la relación de Catalín Munteanu con la música tiene larga data -siempre le gustó cantar, escuchar discos e ir a recitales- a los 18 años tuvo un encuentro revelador. Una guitarra rota había estado guardada por mucho tiempo en un rincón de su casa y un día, casi por casualidad, la descubrió. “Me dijeron que la agarré a los 3 y la rompí, por eso la escondieron,” revela la hoy guitarrista y compositora sobre ese afortunado -e inesperado- hallazgo que anticipaba un destino inminente. “Ahí llevé a arreglar la guitarra y me puse a explorarla. Me fue copando cada vez más así que arranqué a estudiar. Medio que una cosa desemboco en otra y un poco después empecé a componer,” cuenta.
En 2016 ya acumulaba un buen puñado de temas propios y sintió que era el momento de salir a tocar. “Quería armar fechas así que pensé en hacer algo con todas las canciones para poder pasar un link cuando me preguntaran ‘¿qué haces?’ y no tener que explicarlo porque es algo que me cuesta mucho. Es re difícil dar una explicación cortita de a qué suena algo,” dice. Fue así que, como un desafío y con la intención de dejar registro de esa primera etapa de exploración, surgió La convicción permanente de que las cosas siempre están un poco mal, un EP de siete canciones a guitarras criollas y voces desnudas que grabó con ayuda de un amigo a mediados de ese año. “Pusimos colchones y frazadas en las paredes y grabamos en el living de su casa, con lo que había,” recuerda.
Más tarde llegaron los sonidos espaciales, la caja de ritmos, y la loopera. Así, Catalín encontró las herramientas que le permitieron complejizar esa impronta despojada y acústica que tenían sus primeras composiciones. En 2017, cuando apareció el single Luz azul, se vislumbró el matiz experimental que la artista terminaría de explotar en Las fuerzas invisibles, el LP que lanzó a mediados de 2019 y que lleva presentando desde entonces en distintos escenarios del país. Sin abandonar el ámbito de la canción, el disco combina loops de teclados y guitarras, voces intensas y variaciones rítmicas en un registro que se desplaza entre el indie folk sentimental y la psicodelia sutil. “Me resulta difícil reconocer qué cosas de las que escuché o escucho fueron a parar a lo que hago. Es más como una mezcla entre música, experiencias y sonidos, se junta todo en una multiprocesadora mental y sale,” comenta Cata sobre el discurrir enigmático de sus canciones de compases irregulares y armonías envolventes.
Las fuerzas invisibles, al igual que su antecesor, se realizó de manera independiente y autogestionada, pero su proceso de producción fue más largo y elaborado. “Quise pensarlo un poco más. Regrabé algunas canciones de La convicción… que sentí que con el tiempo habían cambiado. Después hice otras en las que empecé a usar más la loopera, a trabajar con capas, con otros sonidos… Además invité amigxs a tocar en algunos temas así que nos juntábamos a ensayar y a probar cosas. Eso fue divino,” cuenta. Y el resultado fue un disco de diez temas, cuidado en todos sus detalles -¡hasta tiene una edición física hecha a mano!- que, si bien destaca por su originalidad compositiva, enamora por sus letras honestas, colmadas de versos inolvidables. “Las letras siempre surgen de una exploración. A veces me pongo a cantar cualquier cosa que se me ocurra y de eso sale una frase que me gusta. Me encanta que las cosas se construyan así. Es como desparramar un montón de objetos, mirarlos y después decidir qué usar.”
Un arpegio nostálgico insiste y quedamos envueltos en su ciclo. Lo interrumpe una voz quebrada y urgente, y ahí nos convertimos en confidentes. “¿Cómo se le enseña al corazón a desobedecer lo que aprendió en un viaje tan largo?/¿Cómo se le enseña al corazón a crecer?,” se pregunta Catalín entre guitarras y ukeleles cristalinos en “Mi barco”, una de las canciones más memorables del disco. Son secretos, contemplaciones y confesiones que desparrama en cada verso esa voz inconfundible que fluye sin ataduras sobre el pulso esquivo de la música. Esa que pronuncia las palabras con vigor, como si quisiera romperlas para descubrir su sentido oculto. Son paisajes de un mundo interior. “Hacer algunas canciones fue ponerle nombre a cosas que no sabía explicar ni manejar bien. En ese momento sentía que necesitaba darle cauce a sentimientos que no entendía, así que para mí fueron como una salvación,” confiesa.
En la ilustración de portada de Las fuerzas invisibles, el protagonista es un pequeño astronauta que se posa en la inmensidad mirando hacia adelante, como si nos estuviera invitando a sumarnos a su viaje. Así nos convoca la joven cantautora a conocer su singular propuesta: una obra de gran riqueza conceptual que impacta por su originalidad y que conmueve por su tono sincero y visceral. Sensibles, emotivas y por momentos desgarradoras, las canciones de Catalín son un hallazgo valioso en la escena independiente local. Habrá que seguirle el rastro en este 2020 que ya la encuentra preparando nuevo material. “Estoy componiendo, pero todavía está medio incierto cómo va a ser todo. Tengo ganas de seguir grabando y de hacerlo sin ningún apuro. De buscarle bien la vuelta a cada cosa.”

 
Muy recomendado!
 
Pueden escucharlo, conocerlo y disfrutarlo desde su espacio en Bandcamp:
https://catalinmunteanu.bandcamp.com/album/las-fuerzas-invisibles
 
 

Lista de Temas:
1. Trenes
2. Los espacios entre las cosas
3. Tierra que tiembla
4. Luz azul
5. Los días de marzo (con David Carrazana)
6. Mi barco (con Rodríguez/Castillo)
7. Zelite zagnati (con Bruno D'Ambrosio)
8. Puebla
9. Infinita tristeza de los días como hoy

Alineación:
- Catalín Munteanu / Voz, guitarra criolla, guitarra eléctrica, teclado, caja de ritmos, composición y arreglos
Invitados:
Batsükin / Batería y arreglos en Imanes.
David Carrazana / Guitarra criolla y arreglos en Los días de marzo.
Nacho Castillo / Guitarra acústica y arreglos en Mi barco.
Julián Rodríguez F. / Ukelele tenor y arreglos en Mi barco.
Bruno D’Ambrosio / Cello y arreglos en Zelite zagnati.



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