Si acá no está la casta ¿la casta dónde está? En la Argentina se habla mucho de la pobreza: como se mide, cuantos pobres hay, si sube o baja, que políticas o gobiernos la hicieron crecer o bajar. En el discurso, les preocupa a todos: Macri hizo campaña en el 2015 prometiendo alcanzar la "pobreza cero", y Milei basa su cruzada contra el socialismo en que son "zurdos empobrecedores". De lo que no se habla tanto (casi nada) es de la riqueza y de los ricos: quiénes son, cuan ricos son, como y por qué se hicieron ricos. Y menos que menos se habla de la relación directa y necesaria que hay entre las dos cosas: en el capitalismo salvaje que vivimos, para que haya (pocos, cada vez menos) ricos cada vez más ricos, es imprescindible que haya pobres (cada vez más, y cada vez más pobres). Hablan mucho de la pobreza para no hablar nunca de la riqueza. Ése es el truco.
De los pobres sabemos mucho, o nos cuentan bastante: quien los manipula políticamente o los emplea como mano de obra clientelar, ellos pueblan las cárceles o son la carne de cañón de la violencia en todas sus formas, y no pocas son tildados como los causantes de su propia desgracia: son vagos, son pobres porque no quieren progresar, no trabajan porque no quieren.
De los ricos solo sabemos -a veces- lo que ellos mismos nos quieren contar a través de las revistas de la farándula, y de la mayoría de ellos no conocemos ni los rostros, ni los nombres. Sin embargo, siempre están ahí, al acecho, en todos los gobiernos: son los que firman comunicados pidiendo "reglas de juego claras y estables para invertir", "reducir la presión fiscal" o "modernizar la legislación laboral". Son también los que siempre convocan al sacrificio social (que ellos no hacen) como condición inexcusable para poder progresar y superar las crisis.
No los vota nadie pero gobiernan siempre, con todos los gobiernos, aunque jamás aparezcan porque prefieren permanecer entre bambalinas. Están presentes en la génesis de todas las crisis que hemos padecido, pero jamás asumirán sus responsabilidades, y les sacarán provecho a todas: devaluaciones, hiperinflaciones, recesiones, tarifazos, fugas de capitales, vaciamientos, estatizaciones de deudas privadas, pesificaciones asimétricas, leyes de bienes culturales, blanqueos de capitales, moratorias impositivas y exenciones fiscales los van a contar siempre anotados en el listado, en primera fila.
Esta semana se publicó (no se hacía desde 2020) la lista Forbes de los millonarios más millonarios del mundo, y entre ellos, los argentinos. Acá pueden acceder en Ámbito Financiero al listado con los 50 ¿compatriotas? más acaudalados.
Los números son impactantes: entre los 50 acumulan una fortuna de 78.000 millones de dólares, de los cuales 41.700 millones los suman solo entre los 10 primeros, un listado selecto que encabeza Marcos Galperín y en el que figuran Hugo Sigman, Eurnekián, Paolo Rocca, los Pérez Companc, Bulgheroni y los Roemmers, entre otros: laboratorios, petroleros, siderúrgicas, constructoras, plataformas virtuales, "unicornios", los ganadores del modelo, de éste y de todos los anteriores. Desde 2020 hasta el año pasado (al cual corresponde el relevamiento) las fortunas de estos mega-millonarios crecieron un 68 %, en dólares.
Esos apellidos nunca van a aparecer asociados a causas judiciales, hechos de corrupción o pedidos de "ficha limpia", y si por alguna razón aparecen, de inmediato se las ingenian para desaparecer, como en la causa "cuadernos". Porque en la Argentina siempre hay corruptos, pero no corruptores, coimeros pero no coimeadores: un fenómeno curioso. Nunca son el blanco de ninguna cruzada moralizadora, ni el objetivo de ninguna ONG dedicada a la transparencia y coso.
A la inversa, en el listado no aparecen dirigentes políticos ni funcionarios públicos, de ningún gobierno, y no se trata de negar que exista la corrupción política (ahí está el bolso del senador Kueider para recordárnoslo), sino de ponerla en su justa dimensión: ni sumando todos los latrocinios (presuntos o reales) de la política con los que nos abruman a diario, llegamos ni por asomo a los 8500 palos verdes de fortuna personal declarada de Marcos Galperín, construida en buena medida a través de exenciones fiscales, o sea con la nuestra. Como si Rocca la hubiera hecho doblando caños con sus propias manos, o sin ninguna relación nunca con la política, el Estado o los gobiernos. Eso sí: jamás fue a elecciones, ni nadie lo votó.
La invisibilización de la riqueza es necesaria para la perpetuación de un modelo en el que ella es consecuencia directa y necesaria de la brutal desigualdad, y por ende revertir ésta supone -entre otras cosas- poner sobre el tapete aquélla. No intentar "seducirla" con políticas ofertistas de rebajas de impuestos, RIGI, o reformas flexibilizadoras para abaratar el costo de la mano de obra (transfiriendo salarios a la renta del capital), compitiendo desde la política para ver quien resigna más recursos públicos (es decir, de todos) para seducir al capital.
¿A cuantos de los 50 argentinos más ricos de la lista de Forbes se los putea a diario?. ¿A cuantos identifican como responsables de los problemas del país, o de que los jubilados y los trabajadores ganen poco?. ¿Ninguno, cierto?. Contáme ahora cuantos políticos, sindicalistas o dirigentes sociales figuran en esa lista. ¿Tampoco ninguno, no? ¿No te parece que hay algo que no funciona?
Cada vez más argentinos son pobres porque un grupo cada vez menor de argentinos son más ricos. Una cosa no existe sin la otra. Si no te lo dicen es porque te están cagando. Un país donde 50 tipos tienen un patrimonio personal (patrimonio, fortuna, ni hablemos de volumen de negocios) multimillonario en dólares mientras pagan un chiste de Bienes Personales o no hay impuesto a la herencia pero a vos te aumentan el monotributo no puede funcionar.
Y aparte de los hijoesu... También están los huelepedos y lamebotas que suben al barco para hacer carrera política. No para el interés del pueblo que gobiernan; sí para enriquecerse a costa de quien sea y como sea...
ResponderEliminarTal cual, son los mercenarios de la política, que no tienen distinción política e idelógica, pero esos los hay hay, los hubo y los habrá porque están en toda la sociedad. Los tenés en las empresas, en cada proyecto, incluso en la educación o donde sea. Pero a diferencia de éstos HDP, esos no creo que muevan el amperímetro. Estos son los dueños del amperímetro, son los dueños de la pelota, y encima son los dueños de nuestro querido país.
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