Miguel Cantilo recuerda cómo conoció a su compañero Jorge Durietz con quien fundan Pedro y Pablo: “Jorge era el típico amigo del barrio, que hacía lo mismo que uno. No había muchos en el barrio: tocar la guitarra en el año 65 era una cosa rara. Entonces vino un tercero, que me señaló ‘mirá, acá vive uno que toca la guitarra como vos’. Fui a la casa, y efectivamente, apenas nos conocimos nos dimos cuenta que teníamos un nivel muy parecido. Él tocaba mejor que yo porque había estudiado desde más chico, y sabía tocar bossa nova”.
Tiempos difíciles para ser músico de rock; por ejemplo, no había dónde formarse o con quién. Ya era una tarea compleja dar con alguien que escuche la misma música, lo único que por esos años aglutinaba era la música y la ideología de Los Beatles. Incluso mucha gente de esa época reconoce a Los Beatles como los grandes disparadores de la maravillosa y revolucionaria idea de componer tus propias canciones.
Por ese entonces el proyecto era un trío: Cantilo, Durietz y Guillermo Cerviño. Se hacían llamar “Los cronopios”, en homenaje a esos geniales personajes de Cortázar. Al poco tiempo, Guillermo decidió bajarse y hacer otra carrera.
El dúo debuta con un simple que quedó en la historia: “Yo vivo en una ciudad”, canción en donde se escucha un bandoneón, dándole todo un mensaje porteño.
En 1970 se realiza el Segundo Festival de Música Beat y participan. Consiguen el primer puesto con “La marcha de la bronca”. Es el invierno de ese año. La masividad les sonríe y el simple vende alrededor de 80.000 copias. Una reflexión de Miguel sobre la canción: “La marcha de la bronca es simplemente el descontento que viene generando desde hace varias décadas la incapacidad de una clase dirigente que se aprovecha del poder para robarle al país. La escribí cuando era un adolescente y gobernaba la dictadura militar, pero después se han ido sucediendo otros gobiernos que han hecho lo mismo con diferentes matices y la canción sigue como vigente, y creo que así seguirá mientras sigan sucediendo estas cosas”.
“Bronca porque ríen satisfechos, al haber comprado sus derechos, bronca porque se hacen moralistas y entran a correr a los artistas…” Ahora que vivimos bajo un gobierno que pone a la Cultura en la lista de enemigos, que dialoga con los financistas y putea a músicas y músicos, recordé este párrafo tantísimas veces. Ahora que se aconseja no leer libros “pornográficos”, pero sí mostrar caridad para con los torturadores.
“Bronca cuando a plena luz del día, sacan a pasear su hipocresía…”; hoy comprobamos que ya no tienen horario, los hipócritas trabajan en triple turno. “Para los que toman lo que es nuestro, con el guante de disimular”; tremendo cachetazo al típico tilingo argentino, el asqueroso cholulo que pagaría una fortuna para ir a la Embajada del Terror cada 4 de julio a lamer botas.
“Bronca porque matan con descaro, pero nunca nada queda claro, bronca porque roba el asaltante, pero también roba el comerciante, bronca porque está prohibido todo, hasta lo que haré de cualquier modo, bronca porque no se paga fianza, si nos encarcelan la esperanza…”
Esta letra de Miguel Cantilo está en la senda de los tangos de Discépolo, aquellos que con poesía de la crueldad pintan la Década Infame, tangos que escuchamos hoy y nos asustamos al pensar que quizá todo siga igual, que los mismos de siempre cambian de cara y apellido, pero reparten las mismas desgracias. Incluso habría que decir que ellos no paran de avanzar, pero en cambio nosotros hemos retrocedido. La prueba está en que hablamos de esta canción escrita en plena Dictadura Militar, sistema de Gobierno que le deja servida la mesa a la clase dominante para que lleve a buen puerto todas sus atrocidades.
Sin embargo, hoy ya no hay Dictaduras, ni Golpes de Estado, ya no hace falta semejante movida. Unos buenos lavajes de cerebros por los medios con champú divertido, y grandes sectores irán con alegría a votar a sus verdugos. Los mirarán por televisión reírse a carcajadas, contar sus pedorreos y superficialidades sin enrojecer, para que los televidentes reflexionen y repitan las boludeces necesarias que les aseguren, a los poderosos, un futuro sin interrupciones “populistas”. Qué enorme derrota.
Miguel recuerda algún detalle técnico sobre la letra: “Solía escuchar a Bob Dylan entendiendo una mínima parte de sus mensajes, pero hechizado por sus músicas y su forma de cantar. Cierto día, escuchando un tema llamado ‘Rainy day woman’, me sorprendió que usara como pie de cada verso la frase ‘they stone you…’ (te apedrean). Se me ocurrió aplicar esa técnica repetitiva para enumerar las cosas que venían dándome bronca a través de los últimos años, algo que ya había tratado en diferentes canciones”.
Durante los años de la última Dictadura Cívico-Militar muchísimas veces participé en fogones ocultos en casas o espacios cerrados, y allí se cantaba esta Marcha con un entusiasmo extremo. Por un lado expresábamos las broncas que nos rodeaban, mezclando con una melancolía que nos tenía acorralados.
Miguel Cantilo es un caso muy particular en el rock argentino, es un enorme escritor, uno de los más politizados. Un poeta que siempre supo leer la realidad y cantó esas observaciones sobre canciones populares, con acordes sencillos y armonías conocidas. Creo que esta es una gran tarea del arte popular pero que no tiene tantos cultores como suponemos o necesitamos. Por suerte, cada tanto Cantilo y Durietz se ve que caen en la cuenta de reconocerse como artistas necesarios y salen de gira reviviendo por enésima vez a Pedro y Pablo.
Recuerdo que hace unos tres años, en una noche de juntada de La Barra Beatles, lo habíamos convocado a Jorge Durietz. Después de cenar y tomar unos ricos vinos nos pusimos a tocar y cantar aquellos viejos temas. En un momento me pidió que lo acompañe con la viola para cantar “Yo vivo en una ciudad”. En medio de una emoción que se multiplicaba me pude dar uno de los grandes lujos de mi vida, como músico, espectador y estudiante del rock argentino. Cantar y tocar esos acordes mientras sonaba una de mis canciones favoritas, que entre tantos cosas me marcó un rumbo letrístico. Fue maravilloso, esos minutos en donde uno es puro agradecimiento porque, al final de cuentas, hay canciones que nos hicieron felices, que nos dijeron que no estábamos solos, que serán una compañía para siempre.
¿Qué pasará cuando seamos viejos y las escuchemos? ¿La emoción nos permitirá sobrevivir? No sé que sucederá, pero estoy seguro que en ese resurgir de nuestros momentos felices le daremos una soberana patada en el culo al destino y nos declararemos eternos.
Jorge Garacotche - Músico, integrante del grupo Canturbe y Presidente de AMIBA, Asociación Músicas/os Independientes
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