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Mike Patton y Mondo Cane. El Héroe de las Mil Voces

Con "Mondo Cane" Mike Patton no hizo sino confirmar que estamos ante uno de los músicos más importantes de los últimos veinte años. En ésta, el artista californiano da continuidad a algunas de las cadencias más kitsch mostradas anteriormente en trabajos como "California" (1999), mientras formaba parte del célebre proyecto experimental-circo-funk-metalero Mr. Bungle.

Por Efraín Trava
 

Llevando el afán retro hasta el extremo, el hiperactivo frontman de Faith No More, esta vez se da a la labor de recrear once canciones populares italianas, siendo “Scalinatella” de 1948 la más antigua y el par de temas “Che Notte!” y “Deep Down” ─ambas de 1968, año del nacimiento del propio Patton─, las más recientes. En Mondo Cane la exuberancia creativa toma un camino que conduce al espectador a las antípodas de algunos de los trabajos anteriores del mismo autor. Como ejemplo, la visceralidad de Fantômas, en donde no pocas veces el terror fársico adquiere una seriedad escalofriante, esta vez es sustituida por un conjunto de virtudes melódicas que reposan sobre un talante no menos cándido que romántico: el amor y sus inherentes desventuras. Siguiendo con la contrastación, la metralla disparada a quemarropa por parte de Dave Lombardo, el bajo exaltado por las oscuras distorsiones de Trevor Dunn, el rasgueo punkmetalero en la guitarra de Buzz Osborne y el sampleo de ciencia ficción que suele acompañar a la histeria vocal de Mike Patton en Fantômas, ahora han sido remplazados por la Orquesta Filarmónica Arturo Toscanini dirigida por Aldo Sisillo. Cuarenta músicos de cámara, 25 coristas y Mike Patton forman el marco que da cabida a la grandilocuente demostración.

 

Otras recetas

Mondo Cane es el resultado del “love affair” que Patton dice haber vivido con la música popular italiana, durante sus años de estancia en Bolonia (1994-2001). En este mismo periodo el camaleónico compositor estuvo casado con una artista italiana apellidada Zuccatosta, de quien poco o nada se sabe. Tal como sugiere el propio Patton, no es una coincidencia que el año de su separación conyugal coincida con uno de sus años más prolíficos en cuanto a creación musical se refiere.

Julio de 2001: aparece en los anaqueles el segundo álbum de larga duración de Fantômas, The Director’s Cut. Trabajo en donde el súpergrupo graba dieciséis versiones de canciones bien conocidas por haber sido utilizadas en diferentes soundtracks cinematográficos. Éstos van desde El Padrino de Nino Rota hasta Rosemary’s Baby de Krzysztof Komeda pasando por Twin Peaks de Angelo Badalamenti, entre otras. Si tomamos en cuenta los tres trabajos restantes de Fantômas (Fantômas Amenaza al Mundo, Delirium Cordia y Suspended Animation), The Director’s Cut constituye el conjunto de temas más melódico o, si se quiere, menos fragmentado que el cuarteto ha grabado hasta la fecha. Asimismo, en este trabajo, Patton hace el primer guiño formal a uno de sus gurús musicales: el italiano Ennio Morricone.

Octubre de 2001: sale a la venta el álbum debut de Tomahawk, proyecto en el que Patton se hace acompañar por Duane Denison, también guitarrista de la recientemente rediviva banda texana The Jesus Lizard, y John Stanier, ex baterista de Helmet y actual baterista de la banda neoyorquina de rock Battles. Tomahawk lleva en la sangre la misma herencia que prácticamente todos los proyectos en los que Patton está inmiscuido: una bipolaridad musical que tensa en extremo los confines genéricos. Con Patton los géneros adquieren un sentido laxo que pone a sus oyentes a transitar por un estadio de placentera confusión, una especie de extravío voluntario, un autosecuestro. El mejor ejemplo de lo anterior es el tercer y más reciente trabajo discográfico de Tomahawk, Anonymus (2007), en el que la banda se encarga de musicalizar trece temas ancestrales de música indígena norteamericana. El resultado es un mantra constante que subvierte las expectativas del incauto fanático de rock convencional: una mezcla de rockanrol, jazz y folklor piel roja, que por momentos coquetea desembarazadamente con la parodia. A la mente se vienen, por ejemplo, sonidos e intenciones similares a las de Frank Zappa en las épocas de Apostrophe(’) y Over-Nite Sensation (1973-1974).

Noviembre de 2001: ve la luz el álbum Songs To Make Love To Your Old Lady By, del efímero terceto Lovage. Este proyecto fue producido por Dan The Automator —a quien se le relaciona, entre otros, con Gorillaz y con el dueto de hip hop Handsome Boy Modeling School. El ejercicio vocal corrió a cargo de Mike Patton y Jeniffer Charles. El póker creativo lo completa el connotado tornamesero del underground Kid Koala (lo recordarán por intervenciones en Gorillaz, Peeping Tom, Amon Tobin y Bullfrog), quien es responsable de la musicalizción. El resultado no es menos hipnótico que cachondo. La impronta inicial es intertextualmente kitsch: la portada alude a la del cabaretesco álbum no. 2 del demoniaco Serge Gainsbourg, editado en 1959: un tipo vestido con un traje gris y corbata beige que fuma sentado frente a una antigua mesa de madera sobre la cual hay un buqué de rosas rojas, un enorme cenicero de cristal y un revólver Mágnum .44 tipo Harry el Sucio. El título, Songs To Make…, apuntala el diálogo retrospectivo debido a que guarda cierta relación con aquél del disco en el que apareciera el mismísimo Alfred Hitchcock: Music To Be Murdered By (1965), en cuyo contenido se puede escuchar al Amo del Suspenso narrar relatos breves. Los flirteos con Hitchcock no acaban aquí: las canciones “To Catch A Thief” —sensual y deliciosa—, “Lifeboat” —un poema cuidadosamente escrito, amoroso y trágico─ y “Strangers On A Train”, son igualmente títulos de películas dirigidas por el regordete realizador, que datan de 1955, 1944 y 1951 respectivamente.

La música que pretende que la fornicación, la cópula, el apareamiento, la cogida, el polvo, el amancebamiento, el parche, la follada, el palo, el coito, el brinco, el sexo y el amor se lleven a cabo durante su reproducción (la de la música) es primordialmente una combinación de sonidos trip/hip hop y acid jazz. Así, despacito, Patton y Charles hacen y rehacen diálogos tan sugerentes como: Skin to skin / Honey hold tight / Come inside it’s a passion play just for you / Let’s get lost in the magic place alone now / Drink your fill from a fountain of love wet your lips. Así, suavecito, la música de Kid Koala dibuja el camino húmedo que incita a concluir de manera multiorgásmica. 

 

Cinefilia

La carrera musical de Mike Patton ha estado constantemente ligada a su pasión por el cine. En este espacio no hablaré de sus apariciones en pantalla sino de la reciprocidad musical en los intercambios entre Patton y el arte del celuloide. En Mondo Cane existen dos canciones vinculadas directamente con el cine: “Deep Down” y “Quello Que Conta”, ambas compuestas por Ennio Morricone. La primera formó originalmente parte del soundtrack del filme dirigido por el prolífico Mario Bava, Danger: Diabolik, de 1968. De igual forma, este trabajo cinematográfico serviría de inspiración para la estética tanto visual como musical del primer disco de Fantômas. La segunda estuvo incluida en la banda sonora de una película mucho menos conocida, dirigida por Luciano Salce, titulada La Cuccagna, de 1962.

En 2008 aparece un cortometraje de treinta minutos de duración titulado A Perfect Place. La minicinta, filmada en blanco y negro, fue dirigida por Derrick Scocchera y es una tragicomedia protagonizada por Chuck Mosley, actor y músico que lo mismo ha participado en filmes terroríficos de culto como Texas Chainsaw Massacre 2 y Night Of The Living Death que en proyectos musicales al lado del multiversátil guitarrista cabeza de cubeta Buckethead. La banda sonora del corto corre a cargo de Patton. Con este trabajo nuevamente sorprende a propios y extraños. Acostumbrados a que sus producciones en solitario consistan en un conjunto de clips de una musicalidad más bien minimal, y en donde los instrumentos convencionales son sustituidos o bien por gruñidos, mugidos y demás sonidos guturales (escúchese Adult Themes For Voice de 1996), o bien por sonidos orgánicos igualmente minimales pero con cierta musicalización que basa su sentido en el ruido (escúchese Pranzo Oltranzista de 1997, con John Zorn en el sax), esta vez Patton sorprende con una estructura mucho más reconocible. El soundtrack de A Perfect Place es una pieza de 35 minutos que está para gozarse. La música fluye codo a codo con las imágenes de la película. Se trata de una mezcla oscura de pianos, trompetas y bajos acompañada de sonidos sintéticos que crean una atmósfera eminentemente noir. Salvo un par de fragmentos percutivos, la obra está compuesta por Patton en su totalidad.

En el primer tercio de 2009 se estrena en carteleras la secuela del film Crank, esta vez titulada Crank: High Voltage. Mike Patton es el creador del soundtrack. El grueso del concepto musical en este trabajo se asemeja a lo hecho en Fantômas, sobre todo en su más reciente producción, Suspended Animation (2005). El resultado es un conglomerado de 32 tracks que, si bien por sus características muestra una tendencia más hacia el rock, por momentos parece estar sólo orquestada para los frenéticos fines visuales del filme. En este sentido, no pocas veces adquiere matices casi caricaturescos. Entrevistado en el estudio de su casa, Patton revela que para éste y otros trabajos ha utilizado variadas fuentes de sonidos, algunas que incluso rayan en la inverosimilitud: juguetes Fisher Price, diversas consolas de videojuegos y sintetizadores adquiridos en mercadillos.

El círculo

Patton y Rhazel

Antes de que Patton, en asociación con Greg Werckman, fundara la discográfica Ipecac en 1999, sus trabajos como solista fueron publicados por Tzadik, la empresa del compositor y saxofonista John Zorn. La carrera de Patton ha estado vinculada musicalmente a este personaje. El proyecto Moonchild Trio consiste en el propio Zorn, Trevor Dunn, Mike Patton y Joey Baron. Con este nombre el cuarteto ha publicado dos pares de discos de larga duración, entre los que destaca The Crucible, editado en 2008. Las ejecuciones en estos trabajos se caracterizan por su rampante eclecticismo, el cual fluctúa entre la espontaneidad rítmica propia del jazz de cámara y las súbitas intervenciones de un saxofón distinguible principalmente por su volubilidad.  El instrumento vocal lo ejecuta Mike Patton y goza de la misma libertad interpretativa e, incluso, la improvisación flagrante, durante las sesiones de grabación. Me refiero a su voz como instrumento vocal debido a que la intención de Patton no es cantar sobre las melodías de los demás instrumentos, sino acompañarlos con sonidos que, las más de las veces, se extienden mediante chillidos punzantes llevados al extremo: un desgarre laríngeo que parece reñir con las notas más altas del maniático saxofón de Zorn.

La polivalencia artística ha originado distintas colaboraciones de Patton con otros nombres dentro del mundillo musical reciente. En la nómina figuran Björk, Sepultura, Norah Jones, Serj Tankian, Soulsavers, Foetus, Praxis, Isis y más. De entre las colaboraciones para discos completos, ya sean éstos de larga o corta duración, se hallan algunas joyas como Irony Is A Dead Scene (2002), para la cual Patton se alía con la banda de mathcore The Dillinger Escape Plan, quienes son bien conocidos por su refinadísima brutalidad. En esta producción el héroe de las mil voces no sólo desgarra tesituras, también es el culpable del sampleo y algunos arreglos y desarreglos en las percusiones.

Al lado de Masami Akita, mejor conocido como Merzbow, Patton grabó el álbum titulado She (1999). El proyecto llevó como nombre Maldoror y sólo duró la grabación del material y algunas presentaciones en Australia. El genuino interés que Patton ha demostrado tener por el ruido como recurso musical lo llevó a colaborar con el estrambótico músico japonés, en cuyo haber se cuenta la estratosférica suma de 350 álbumes en diferentes firmas independientes. El trabajo del dúo en Maldoror no defrauda las expectativas: un compendio de trece tracks abocados a crear cierta coherencia secuencial mediante diversos sampleos, sonidos vocales yuxtapuestos y gritos desaforados: la consagración de cierta estética del ruido. 

Romances es el nombre del álbum coelaborado por Mike Patton y el noruego John Kaada. La afición por los soundtracks fílmicos que ambos comparten los llevó a realizar esta sutileza. El álbum consiste en nueve piezas inspiradas en partituras clásicas de músicos como Chopin y Liszt, a las cuales la pareja de músicos integra sonidos y voces que resultan en melodías que fluctúan entre el suspenso y la ensoñación. Se podría decir que es la versión amorosa —con las dosis de horror y misterio que esto implica— del Director’s Cut de Fantômas. Diversas épocas y latitudes se extienden a través de la variedad de texturas y sonidos. Del romántico francés hasta el spaghetti western, lo macabro empatado a lo sentimental, así se van dibujando algunas de las rutas de este mirífico material de colección.

En 2005 Patton une su talento al de la banda The X-Ecutioners, un proyecto esencialmente tornamesero conformado por Rob Swift, Roc Raida y Total Eclipse. El producto de esta particular alianza emerge como un híbrido de melodías hardcore y un hip hop más bien oscuro. Mediante la inclusión de diálogos y monólogos que dan un toque retro a los infecciosos scratcheos de The X-Ecutioners, la propuesta mantiene el interés del que la escucha a lo largo de los 47 minutos de duración. Las voces de Patton, nuevamente, encuentran un campo fértil para sus repentinas transmutaciones. Rapeo que lo mismo encuentra descanso en una melodía pop que en un grito panteresco, así se va desenvolviendo el carrete de Patton y The X-Ecutioners.

Vista la larga lista de alusiones que Patton hace con referencia a la historia de la cinematografía, no fue particularmente sorpresivo que el proyecto más pop que éste haya grabado hasta la fecha tomara su nombre precisamente de un thriller de Michael Powell estrenado en 1960: Peeping Tom. Aquí Patton se hace acompañar por trece nombres distintos para ejecutar once tracks. Los géneros y estilos son, como debe suponerse, de una variedad jugosa. Con Massive Attack ejecuta “Kill The DJ”: trip hop de calidad aderezado con distorsiones en segundo plano. Junto a Norah Jones da vida a “Sucker”: melodía pausada pero sexualmente aguerrida, en la que Norah Jones emite sonidos que sugieren, por lo menos, cierta exitación, al tiempo que pregunta: What makes you think you’re my only lover: the truth kinda hurts don’t it motherfucker? Pero el toque más delicado viene cuando se escucha la voz de la brasileira Bebel Gilberto quien, en el track 7, “Caipirinha”, aporta al conjunto la cuota de bossa nova. Con canciones como “Mojo” en la que Patton hace mancuerna con el talentoso maestro del beatbox, Rhazel, y con Dan The Automator el disco adquiere asimismo dimensiones irónicas: Roll it up and smoke it again/Bottoms up and drink it again/Fix it up and shoot it again/I can’t believe I did it again, para luego terminar con la frase favorita de Britney Spears: “Oops… I did it again!” Simultaneamente al zigzagueante canto nasal de Patton, Rhazel hace lo suyo produciendo vocalmente beats y sonidos androides impensables.

El mismo Patton ha clasificado como pop la genealogía de este trabajo. No obstante, la multifusión de géneros nuevamente atenta contra el espectador con el arma de la incertidumbre, máxime a la hora de arriesgar con definiciones. Las generalizaciones fallan. Rock, hip hop, trip hop, chill out, bossa nova, el mosaico es inasible por heterogéneo. La taimada “Your Neighborhood Spaceman” engaña con un tono baladesco que se va diluyendo en un mar de acordes y loops, emulando, a la par, atmósferas espaciales que inundan los casi seis minutos que toma escucharla. La voz de Patton, por momentos tan limpia que roza la cursilería, abruptamente se transforma en un rapeo beligerante que insiste: “When no one is looking”, para después volver al tono semilento, que ya nunca alcanzará a recuperar la serenidad del principio. Se queda, pues, en un terreno intermedio que, lejos de desconcertar, relaja como un baño caliente. 

 

Encore: más de Mondo Cane

Al igual que Peeping Tom, el título Mondo Cane ha sido tomado de un filme sesentero. Éste estuvo dirigido por Paolo Cavara y consiste en varias secuencias en las que se muestran, a manera de documental, diversas prácticas culturales —primordialmente en países subdesarrollados africanos y asiáticos. En éstas el salvajismo es el máximo ingrediente. Maltrato animal y sadismo generalizado son los principales elementos. La historia está destinada a causar un impacto en la psique occidental, la cual es retratada mediante la yuxtaposición de otros fotogramas en los que se intenta plasmar, no con poco sarcasmo, los ideales de su civilización. La mayoría de estas escenas son reales, otras más han sido prefabricadas. Mondo Cane puso la primera piedra de lo que se comenzó a denominar “mondo film”, es decir, aquellas producciones cinematográficas seudodocumentales —también llamados shockumentaries— en las que los énfasis visuales y discursivos son puestos en temas como el sexo, la muerte, el racismo y el salvajismo, todos ellos llevados al extremo. Los trabajos fílmicos de John Alan Schwartz titulados Faces Of Death —el primero de 1978 y el último de 1999— llevaron el género al nivel extremo de mostrar no sólo muertes de animales, sino también de humanos en situaciones que van desde el suicidio por autoincendio hasta el premeditado tiro de gracia.

Curiosamente, salvo el título, la relación que guarda el álbum de Patton con todo este movimiento cinematográfico es nula. La portada de éste es predominantemente azul celeste con un mundo colorido en el centro al cual le falta un pedazo. Como pizza a la que se le ha extraído un cacho o, como el mismo Patton sugiere, un mundo en forma de Pac Man con un tatuaje de mariposa en la cabeza. La ilustración no podría estar más distanciada de la oscuridad del género mondo. Pero ahí está. 

 

Siete B-Sides y un track oculto

1. En el tintero —o mejor dicho, en el teclado— se me quedan, por supuesto, algunos temas pendientes. El álbum Angel Dust (1992) es un parteaguas en los géneros alternativos vinculados al rock y al metal. La trayectoria de Patton con Faith No More da para muchas páginas más. De eso escribiré en otro momento.

2. Como sucede con los superdotados, aun en estos tiempos de inmediatez, en los que el vaivén incesante de clásicos instantáneos apenas permite su digestión, el aporte que Mike Patton ha hecho y sigue haciendo a la música contemporánea, parece estar destinado a estallar con mucho más fuerza en los años por venir.

3. Los gruñidos de las monstruosas criaturas que habitan la película I’m a Legend (2007) son emitidos por Patton.

4. Urlo Negro (Grito Negro), el sexto track de Mondo Cane, fue compuesto por una banda italiana subterránea llamada The Blackmen en 1967. La canción, como se puede adivinar gracias al título, habla de la ira de la comunidad negra contra los esclavistas blancos. Los versos son sucintos, pero elocuentes:

lo sai che cosa hai fatto? a me!
(Sabes lo que has hecho? A mí!)
lo sai che cosa hai fatto? a me!
(Sabes lo que has hecho? A mí!)
non farti più vedere! da me!
(No vuelvas! Por mí!)
non meriti più niente! da me!
(No mereces nada! De mí!)
Ti odierò finche è il Signore non mi porterà con sè…
(Te odiaré mientras el Señor no me lleve consigo…)
non voglio più un padrone per raccogliere caffè.
(no quiero un patrón para recoger café).

La orquesta acompaña el melódico griterío de Patton. Hay estridencia y, al final, el caos reina. El momento es climático.

5. Ipecac guarda la política de firmar a sus artistas por un año y renovar el contrato sólo si hay un acuerdo mutuo. Esto la distingue del resto de las productoras, incluso las independientes, quienes intentan poseer los derechos de sus artistas por un periodo más largo para asegurarse las ganancias de la inversión.

6. Patton mantiene personalmente un perfil en Facebook (http://www.facebook.com/mikepatton) en donde comparte vínculos de autopromoción, postea frases, imágenes y videos. Tiene alrededor de 310 mil seguidores que se vuelcan a comentar cada vez que el músico actualiza su estado.

7. Hiperactivo, sí, narcisista, acaso también, pero ¿cómo puede uno juzgar como defectos características que han llevado a este personaje a revolucionar la historia del rock?

666. No hay fijón.

Efraín Trava




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