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Fernando Samalea - A Todas Partes (2013)


Realizado en Buenos Aires durante noviembre de 2011 y diciembre de 2012, es el último disco solista de Samalea. Hemos llegado así a poner fin a una semana llena de espectaculares discos de éste gran artista amante del anonimato y que le escapa a las grandes pretenciones, pero no por eso deja de merecer ser reconocido como se debe en el blog cabezón, que siempre está haciendo justicia musical. El último de Samalea junto a Malosetti, Alejandro Terán, Matías Mango y varios más...

Artista: Fernando Samalea
Álbum: A Todas Partes
Año: 2013
Género: Avant rock / Tango experimental / Jazz Fusión
Nacionalidad: Argentina


Lista de Temas:
01. Ad Honorem
02. Semibacán
03. Serenata A.M.
04. Modus Vivendi
05. Aficionado
06. Frenesí Polara
07. Extravagante
08. Mis respetos

Alineación:
- Fernando Samalea / Batería, bandoneón, tabla y vibráfono
Javier Malosetti / Bajo
Matías Mango / Piano
Alejandro Terán / Saxo y clarinete
Miguel Ángel Tallarita / Trompeta
Ángeles Eusebi / Flauta
Eduardo Rodríguez / Fagot
Iride Mockert / Oboe
Herman Ringer / Cuerdas
Rosario Ortega / Voces


Samalea llega con su música a todas partes, persiguiendo un destino, experimentando el desafío de fundir el jazz con un instrumento típico de nuestro sentir urbano: su bandoneón. Dispone para tan ambicioso proyecto de variados y sólidos argumentos.
Imprescindibles las finas melodías que sobresalen en la delicadeza coral; el charleston en primer plano; cuidados solos de vientos… Es decir, un compendio de detalles de expresión sutiles que favorecen al todo musical.



Así la orquestación de cuerdas y el hermoso solo de bandoneón en aficionado; la fugaz presencia del vibráfono en frenesí Polara… hasta alcanzar un sonido propio de big band en el abossanovado extravagante. Desde su lujosa portada y el título de las canciones, el álbum nos transporta a otra dimensión y época –presumiblemente la del cuarenta– y trasmite un clima apacible y austero con ribetes cinematográficos.
Y así vamos cerrando, hasta ahí, porque siempre aparecerá un disco donde está toncando él, ya sea la batería, el bandoneón o lo que sea, pero como el Sol, Samalea siempre está...
Voy cerrando esta saga con varios comentarios de èste disco, escrito por gente que sabe escribir mejor que yo...


Cuando artistas como Fernando Samalea editan un disco, es casi obligatorio hacerse del mismo. El deseo del baterista y bandoneonista por curiosear y experimentar con los diversos sonidos y géneros parece no tener fin. Samalea acaba de sacar “A todas partes”, un disco de ocho canciones en las que se mezclan distintos estilos pero con marcado interés en obtener un sonido limpio. No obstante, se aprecia la presencia del bandoneón en todos los temas. O sea, sería un disco de bandoneón sin serlo ya que, como es bien sabido, Samalea es ese tipo de músico que se destaca no por poner su instrumento en primerísimo primer plano sino a través de sutiles intervenciones, pero siempre, dando cuenta de la presencia del mismo.
El disco comienza de a poco, como quien se sienta a dejarse atrapar las melodías y arreglos, sabiendo que hay una garantía al respecto. Abre con “Ad Honorem” que tiene una atmósfera cinematográfica que atrapa al tiempo que “Semibacán” tiene un clima de tranquilidad urbana, que se inicia con la batería de Samalea y los instrumentos de vientos entremezclándose para conformar una melodía subyugante. Un piano de fondo, con el bandoneón y un sutil coro de aceitadas voces forman parte de “Serenata A.M”. Con influencias del jazz y elaborados arreglos, el disco mira hacia géneros clásicos pero con frescura y la personalísima visión de Samalea, plasmada en una partitura musical, magistralmente interpretada. Al respecto, se aprecia que cada instrumento tiene su momento no para el lucimiento sino de contribución en pos de la canción. Por eso, el todo es más que la suma de las partes. El oboe se da la mano con el clarinete mientras que el contrabajo aporta su sonido característico para que construir una base sólida en la cual se puedan crear las diversas canciones.
En “Modus vivendi” se hace palpable esa atmósfera jazzera, con la trompeta, el contrabajo y la batería al frente en el comienzo, para luego darle paso al oboe, el clarinete y el bandoneón nuevamente juegan con las melodías. Al respecto, los arreglos juegan una parte fundamental en el disco.
La melancólica “Aficionado” –quizás, el mejor tema del disco- es de esas canciones que se escuchan y quedan repiqueteando en la cabeza de uno, como un disparador hacia emociones y sentimientos varios. De esas que trascienden la excelencia interpretativa de los instrumentos. “Frenesí polara” inicia su periplo con el bandoneón que se intercala con el vibráfono al tiempo que la trompeta antecede al ingreso de mayor instrumentación. En cambio, en “Extravagante”, vuelven las voces para sutiles intervenciones, luego de un comienzo a todo vapor, con la batería marcando el camino a seguir. Para finalizar, “Mis respetos” inicia con el vibráfono al tiempo que el piano y el bandoneón trazan melodías, para constituir ese sonido natural, que es la marca registrada de este disco. El tema termina con ese suspiro que, justamente, parece ser el puntapié inicial del CD y el inconsciente deseo de volver a escucharlo para poder viajar nuevamente a través de sus sonidos.
Participaron de la elaboración del disco, Matias Mango (piano), Alejandro Terán (clarinete y saxo tenor), Rosario Ortega (voces), Javier Malosetti (contrabajo), Herman Ringer (violín y dirección de cuerdas y maderas), Iride Mockert (oboe), Eduardo Rodriguez (fagot), Miguel Tallarita (trompeta y flugelhorn) y Angeles Eusebi (flauta traversa). La mezcla corrió a cargo de Nelson Pombal y el propio Samalea, que también se encargó del bandoneón, vibráfono, tabla de lavar y batería. Los arreglos correspondieron a Matias Mango, Alejandro Terán, Herman Ringer y Samalea.
Párrafo aparte para el arte y diseño de Jonatan Saiud que ha creado una presentación excelente, con fotos de soberbia calidad, que retratan a Alejandro Terán, Rosario Ortega, Lucia Borensztein (No lo Soporto) asi como al mismo Samalea.
“A todas partes” es un gran disco, de esos que uno escucha y certifica lo bello y placentero que es el escuchar música.
Daniel Gaguine

Fernando Samalea dice que sus influencias han sido más literarias que musicales, y lo cierto es que él mismo podría haberse escapado de alguna novela de Scott Fitzgerald o incluso de su amado Jack London. Sentado a una de las mesas del refaccionado bar La Paz, el baterista y bandoneonista asegura que, paradójicamente, "es también la palabra la que influye mis decisiones de cómo instrumentar cada disco. De hecho, me dediqué al bandoneón por la palabra: leer La historia del tango , de Horacio Ferrer, me convenció de que lo que tenía que tomar como eje de mis melodías era el bandoneón. Todo entra más que nada por la literatura. Los toques de jazz de este nuevo disco tal vez tengan que ver más con los libros de Scott Fitzgerald o los relatos de la bohemia de París de los años 20 y 30 que la decisión en sí de copiar el sonido de una orquesta".
Samalea hace referencia a A todas partes , su nuevo disco en formato CD y estética vinilo. "Lo hago sólo por darme un gusto y compartir música con mis amigos. Un pretexto para disfrutar de esta actividad maravillosa que es la música. No tiene que ver con el deseo de mantener una carrera musical ni nada parecido, porque yo disfruto mucho de las cosas que hago con otros artistas. Lo que hago con Charly [García] es muy enriquecedor, nos inventamos mil proyectos con [Fernando] Kabusaki, con [Alejandro] Terán también. Toco con la banda de Rosario Ortega, que son jóvenes y aprendo un montón. De la misma forma que en los 90 la vida me dio la oportunidad de tocar con los Illya Kuryaki y volver a vivir esos festivales del nuevo rock argentino. O cuando fui parte de A Tirador Láser o invitado de No Lo Soporto y Rosal en 2000. Me gusta estar al tanto de los nuevos músicos. No lo puedo evitar, me mantiene en forma. Porque básicamente el mundo musical se lo inventa uno. Yo puedo dejar de editar discos y todo va a continuar perfectamente. Esto tiene que ver más con cuestiones personales. Uno se inventa a uno mismo".
Corrección entonces: Samalea es un personaje salido de su propia novela. Una novela que quizás el año próximo tenga su versión en papel, en formato libro autobiográfico y desde donde el músico repasa tanto su infancia y sus pasiones extramusicales (fue jugador de fútbol en las inferiores de Platense), como las cientos de grabaciones de discos de las que participó como baterista, compartiendo estudios con Andrés Calamaro, Charly García, Gustavo Cerati, Richard Coleman y tantos otros.
La palabra, otra vez. "Me gusta mucho la idea de exponerlo todo en un libro, pero no quisiera hacer algo que se malinterpretase. No se trata de contar intimidades de los músicos que tuve la suerte de acompañar. Porque el mío es un caso muy raro. Estoy ligado a demasiadas personas populares y tengo como una vida demasiado cambiante, en un sentido. Por momentos puedo estar ligado a proyectos musicales que no tienen nada que ver uno con el otro", dice este músico que, entre su discografía "solista" (ocho discos), cuenta con cuatro CD-libros.
"Siempre traté, dentro de lo posible, de hacer algo que no fuera clásico, que ya esté escuchado. Tampoco pensé en agarrar una guitarra eléctrica y ponerme a cantar y ocupar un lugar que no me corresponde ni tengo ganas de ocupar. No creo tener el carisma ni el talento para ser un compositor de canciones y mucho menos de ídolo popular. Yo sabía que iba a ir por la música instrumental y por un camino, cuanto menos, especial. Porque en definitiva desde chico me gustaron cosas muy disímiles. Me pasé la niñez escuchando jazz antiguo, al estilo de las películas de Woody Allen, escuchaba a Piazzolla y también a Led Zeppelin o a los Weather Report".
Samalea dice que A todas partes intenta reflejar un momento de su niñez, vinculado con el Winco y las orquestas. "Yo no soy músico de jazz ni mucho menos, pero siempre me gustó ese halo romántico, los discos de Benny Goodman, Sinatra. Mi forma de tocar la batería siempre fue muy rockera, pero acá un poco era como hacerle un guiño a esa época en que escuchaban los discos de Gene Krupa o Louie Bellson".
En septiembre, el músico, el personaje, sumará un nuevo hito para sus memorias: formará parte del exclusivo grupo de rockeros argentinos que pueden decir a viva voz que tocaron en el Teatro Colón. "Va a ser un honor acompañar a Charly y tocar esas canciones increíbles -sostiene-. Es un artista que ha entretenido la vida de los argentinos con su música durante mucho tiempo, incluso con sus historias más allá de lo musical. Que sus canciones suenen en el Colón es algo muy simbólico".
Sebastián Ramos

ernando Samalea es el baterista más omnipresente de nuestro rock. Es casi infantil recordarlo a estas alturas, pero sucede que sus participaciones siguen resultando clave y dándose en variadas instancias. Veamos: así como ayer percutía para Illya Kuryaki y respaldaba la bella y desconcertante carrera de A Tirador Láser, hoy mantiene su interrelación creativa con Charly García (es el músico de respaldo que más le duró al bicolor, de hecho) al tiempo que graba y acompaña a un sinfín de artistas en ascenso como Rosario Ortega.
Y claro, no hay que perder de vista su respaldo a Gustavo Cerati en el último tramo de su carrera solista, extendiendo hasta estos tiempos una efervescencia creativa que se había disparado en los '80 con Fricción.
Pero Samalea es mucho más que estos importantes antecedentes. Desde fines del siglo pasado también edita por su cuenta música antojadiza como bandoneonista, a veces con el complemento de textos fantásticos, novelas alucinógenas. Por estos días retomó esa senda, aunque sin el complemento literario, y se lo entrega al cronista en el medio de una prueba de sonido.
Se trata de A todas partes, un disco de jazz orquestal y de corte lujoso, con fotos y aportes de féminas sofisticadas, entre las cuales se encuentra la misma Rosario, Liz Sosa y Lucía Borensztein. "Estas nuevas músicas van emparentadas con lo que recuerdo del Winco de mis padres: Glenn Miller, Piazzolla, Benny Goodman o Sinatra. Jazz orquestal de antigua escuela norteamericana. El aire diferente lo di al incluir bandoneón en un contexto no habitual. Y quedó bastante anacrónico, como siempre, ya que nunca me sentí demasiado en época. También lo tomo como un fotograma del presente, algo que quede perpetuado a modo de banda sonora", expresa a la hora de contar de qué va todo.
"Es lindo ponerle sonidos específicos a cada etapa. Desde chico he sentido que cada situación pueda tener un soporte musical, enalteciendo así emociones, suavizando dramas y demás. Me viene la imagen de mis cuatro o cinco años, tarareando melodías al sol en la vereda de la casa familiar, con un block de dibujo y muchos marcadores de colores desparramados alrededor", añade el músico oriundo de Saavedra y tan fiel seguidor de Platense como Goyeneche.
Samalea especifica que la motivación de A todas partes viene por el simple entusiasmo de dar un giro de rosca más a su trayectoria: "Desde que me animé a publicar en 1998, traté de no dejar pasar ninguna oportunidad de plantarme ante el track vacío y buscar un concepto diferente. Es una sensación maravillosa, la de poder ir hacia cualquier lado. Así vas fantaseando el estilo, la estética de la tapa, imaginás a los músicos amigos posibles para lograr la instrumentación, pensás viajes, ciudades, estudios al alcance, etcétera".
-Decís que has logrado proyectar la ejecución del bandoneón a otro horizonte. ¿Qué tan elástico puede ser el bandoneón? ¿Sólo sirve para músicas evocativas, melancólicas?
-El instrumento tiene un sonido hermosísimo, adaptable a muchas cosas, pero es indudable que se lleva mejor con lo sentimental o con los acordes menores. Inclusive con lo puramente sacro. Se sabe que fue ideado para sustituir al órgano eclesiástico en peregrinaciones callejeras. Como dicen los tangueros: pasó de los altares cristianos europeos a las pistas de los cabarets de Buenos Aires sin escalas. El sonido es muy profundo y visceral. Ruge y respira, tiene su mística. Parece que los primeros bandoneonistas, al no contar con métodos de estudio, fueron creando sin querer los giros frenéticos característicos del tango.
-Especificame.
-Me refiero a esos "rubatos" nerviosos que definen al carácter porteño, a esos acentos diferentes en las notas. El estilo nació a los ponchazos y así lo desarrollaron a través del tiempo Vicente Greco, Juan Pacho Maglio, Eduardo Arolas o Pedro Maffia, entre varios otros. Más tarde llegaron grandes como Troilo y luego Dino Saluzzi, que lo metió en el folklore y el jazz como nadie, y Astor Piazzolla, que lo reinventó en su tango intergaláctico inigualable. El fuerte del instrumento es la melancolía. Es que al tocar músicas alegres, a la manera de las populares italianas, se acercaría demasiado al acordeón.
-"A todas partes" parece un disco afectado por el swing de algunas musas...
-La musa es la musa. Es la primera vez que me propongo un genero protagónico tan firme de punta a punta. Desde el vamos, mi premisa fue lo acústico y la ausencia de teclados, guitarras eléctricas y programaciones, aproximándome como fan a las orquestas románticas de antaño. Veo al título como una declaración de principios de libertad y también como una ofrenda de amor. La más verdadera que pude escribir hasta ahora...
-Para jazzear como baterista, ¿hace falta espalda académica? ¿Cómo es en tu caso? ¿Fluís sin más?
-Ni lo pienso. Me siento y a volar. Obvio que en esencia soy roquero y que siempre he intentado lo "metronométrico" en cuanto a la ejecución de canciones, pero tengo gran curiosidad por otras músicas. Lo swingueado me llega desde niño. Mi profesor Jorge Orlando me ha hecho tocar desde muy temprana edad métodos de jazz como los de Joe Morello o Chapin. Además, yo andaba loco por motu propio con discos como Drum battle de Gene Krupa & Louis Bellson o Let there be drums de Sandy Nelson. ¡Los gasté en el tocadiscos! Siempre tuve mi corazoncito jazzero, pero no soy un erudito ni mucho menos.
-La noción de "Salón idílico" en el que se desenvuelven estas musas sugiere la reivindicación de un fulgor perdido; del buen gusto que solía tener la música bailable.
-Siento lo rítmico desde siempre, como la vida misma. Y la música bailable me parece tan valiosa como la denominada "para escuchar". De chico me fascinaba observar bailar a la gente con swing. Y bueno, dentro de lo posible, quise aproximarme a ese fulgor que decís, a lo elegante y refinado de los salones hollywoodenses o neoyorkinos de las películas. O a esa cosa parisina de los artistas de Montparnasse de los años ‘20 y ‘30.
-Sos un emergente de la modernidad de los '80 y por tus antecedentes como músico de compañía, tenés todo el derecho a reclamar algunos capítulos en la enciclopedia de nuestro rock...
-En principio, tuve la suerte de nacer en un momento muy especial del rock argentino, disfrutando así a los grandes en sus épocas notables. Mi generación pudo ser contemporánea a Spinetta, Charly, Soda Stereo, Virus y tantos otros. Fueron, son y serán una escuela viva. Algo que te hace vibrar tanto como oyente como partícipe. Tener esa fortuna ha sido una bendición, un sueño a realizar década tras década. Pude ver la cuestión desde adentro en varios casos. Y por lo visto, me sigo dando buenos gustos. El asunto continúa y continúa. Pero el lugar lo pondrán a su momento otras personas. Yo prefiero sentirme absolutamente libre para moverme a todas partes.
Despiece 1
Enamorado de Córdoba
Samalea se confiesa enamorado de Córdoba, ciudad en la que hasta hace unos años vivió su novia. "Toqué recientemente en Córdoba y fue emocionante caminar otra vez sus calles, bulevares, plazas, cafés, museos, cinematecas, el Paseo de las Artes o el del Buen Pastor, la Cañada, el ambientazo nocturno de Nueva Córdoba, su Palacio Ferreyra, el Parque Sarmiento, etcétera. He pasado largas temporadas cuando mi novia estudiaba allá, verdaderamente me encanta", revela. "Pude conocer gente adorable, entusiasta, con lindos emprendimientos juveniles de poesía, audiovisuales y demás como El Club del logro, "Esta vida, no otra o el Proyecto X rosarino, además de que hay tantos músicos buenísimos. En ese sentido, mi esperanza cultural está depositada en otras ciudades no tan saturadas como la mía", redondea.
Despiece 2
El Colón de García. En lo que respecta a la alta fidelidad que le tiene a Charly García, Samalea tiene un desafío inminente: participar de la proyección ¿sinfónica? de la obra del prócer en el Teatro Colón. ¿Qué puede adelantar? "El concierto se llamará 'Líneas paralelas' y desde hace bastante lo están gestando Charly y Alejandro Terán. Ale está haciendo una auténtica maravilla con sus arreglos, organizando la pátina creativa de García como nunca", contesta.
"El espectáculo tiene un hilo conductor basado en las tres notas del acorde -o mejor dicho, en la ausencia de la nota central, la que determina si el acorde es mayor o menor- y tendrá una impactante puesta de Renata Schussheim. Con alguna participación actoral como plus. En lo personal, habrá bastante placa que estudiar, además de bandoneón y condimentos electrónicos que daré con un sampler. Ya estoy desempolvando las telarañas", avisa. Y para cerrar, agrega: "Lo del Colón será como llevar más allá una obra que de por si no tiene precedentes. Y aunque el factor sorpresa nunca dejará de estar en cada paso que dénuestro artista, es casi seguro que será una especie de suite a gran escala, con instrumentales de Pubis angelical y varias de sus canciones clásicas. Habrá orquesta sinfónica y algunos agregados no convencionales".
Germán Arrascaeta

Fernando Samalea, el hombre orquesta
Tocó con Charly, con los Illya Kuriaky, Cerati, Sabina, Calle 13 y La Oreja de Van Gogh. Fue el baterista de Fricción, un grupo emblemático del pop de los 80, y también de Metrópoli y Clap. Es bandoneonista y ama la música del tango tanto como las nuevas tendencias del rock y la electrónica. Actualmente integra el grupo de Rosario Ortega, mientras ensaya a full para presentarse junto a García en el teatro Colón los próximos 23 y 30 de septiembre. El multifacético artista acaba de lanzar “A todas partes”, su onceavo disco solista, en donde se respira un aire de big band con la estética de las bandas sonoras de las películas de Woody Allen. “Este disco es como un guiño a la niñez”, destacó Fernando Samalea, de él se trata, más hombre orquesta que nunca.
Samalea llega a la redacción del diario con su delgadez extrema, algo despeinado, mochila al hombro y un look saludablemente informal. Cuesta mucho asociarlo con la elegancia y el glamour que aflora en la producción de tapa de “A todas partes” y, más aún, con el sonido cuidado y sutil de este flamante trabajo instrumental de espíritu jazzero.
Pero, eso sí, hay algo que linkea directo con Samalea. Y es un aporte de bandoneón tan personal, que le genera color tanguero y alumbra una rara avis que mixtura lo clásico, lo moderno y lo transgresor, el ADN de su estilo.
“Este disco es como un guiño a la niñez, lo que quise hacer es reencontrar los sonidos del Winco de mis viejos, esa cosa de las orquestas neoyorquinas o holywoodenses de Glenn Miller o Benny Goodman, la música que escuchaban mis viejos de chicos”, destacó.
Y agrega: “Yo sabía que el bandoneón tiene una connotación muy particular, salvando las infinitas distancias con esas orquestas, pero me quería acercar a ese halo romántico de la música de los años 30 ó 40”.
Al hacer un rápido repaso de sus discos solistas, Samalea se sorprende y bromea por su tozudez artística: “Tengo once discos, el año anterior hice “Primicia” (en el que lo acompañó nada menos que Tony Levin, en contrabajo eléctrico y bajo). Yo insisto, soy un plomazo, es como un hobby que lo hago en medio de un montón de otras actividades. Mi intención siempre fue darle el protagónico al bandoneón, que es el que lleva la melodía, y que tiene que ver con mi ciudad, con mi sonido, con lo que escribí”.
Ser un actor secundario no es un problema para Samalea, quizá todo lo contrario. Y la poco frecuente exposición que le implica encabezar un proyecto no le incomoda, ni lo asusta. “Estoy acostumbrado, por supuesto que soy consciente que nunca tuve el deseo, ni el talento, ni la opción de ser la cara visible de un grupo de rock y nunca me ha interesado. Siempre tuve un rol particular dentro de las bandas, pero en el caso de la música instrumental sabía que tenía lo mío para ofrecer. Desde chico que escribo música, cuentos y relatos, y sabía que había algo ahí que en algún momento iba a salir. Y el tema del bandoneón me ayudó a encontrarle un concepto muy claro”, dijo este versatil artista, que también escribió bandas sonoras de filmes argentinos y españoles.
“Uno no puede ir en contra de lo que es, no lo puedo evitar”, considera. “Tal vez cuando era chico estaba muy fascinado por el dibujo, jugaba en las divisiones inferiores de Platense, estaba con el tema de la arquitectura, que no terminé la carrera porque ya empezaba a tocar con Charly, aunque me recibí de maestro mayor de obras. Siempre tuve un montón de opciones, aunque había que organizarlas para que todas puedan suceder al mismo tiempo, pero no es algo elegido, es algo natural”, indicó.
El tango le cambió la vida a Fernando Samalea. Tanto que a pesar de tocar un instrumento tan asociado a la música ciudadana se niega a hacer un disco de ese género: “El bandoneón aporta un sonido que caracteriza cualquier melodía. Yo siempre quise mezclar todos los mundos, el del rock, el de la electrónica, el del jazz, pero no quise llevar adelante un proyecto de tango por no faltarle el respeto al tango. Es muy difícil y no es simple abordarlo”.
“Leí un libro de tango de Horacio Ferrer, a quien también conocí, y fue una persona clave en mi vida. Y con Carlos Lazzari, mi maestro de bandoneón, descubrí que el tango era un movimiento juvenil hecho por veinteañeros. Pienso en el sexteto de Julio de Caro, con Francisco de Caro y su hermano, o Pedro Maffia, eran los músicos que ocupaban un lugar muy similar al que ocupa el rock hoy, o que ocupó al menos en los 80 y 90”, indicó.
Y concluyó: “Ahí me di cuenta que no había tanto acercamiento de los jóvenes hacia ese movimiento juvenil y muy rebelde, que es el tango, sumado a la parte literaria de sus historias. Eso me hizo como una clarividencia, y me dije «nací en Buenos Aires, y si tengo que decir algo, en mi humilde intención de generar melodías o de entrar en el mundo creativo, ésta va a ser la voz». Y aunque toque también otros instrumentos en los discos, el bandoneón siempre será el referente”.
La Capital

Nunca sé bien cómo explicar la multiplicidad de cosas en las que estoy involucrado", se sincera Fernando Samalea, sentado a la mesa de un bar en Palermo. Es que, desde que descubrió de muy chico que quería ser músico e investigar cada instrumento, casi no paró.
Así, a los nueve años empezó a tocar la batería, a los 13 fue a ver a La Máquina de Hacer Pájaros al Luna Park –"lo que verdaderamente me motivó a hacer todo lo posible por subir a un escenario"–, a los 18 ya cobraba por musicalizar viajes en barco de Buenos Aires a Montevideo, y desde los '20 arrancó en las ligas mayores: tocó con Gustavo Cerati, Richard Coleman, Diego Frenkel, Walter Malosetti, Andrés Calamaro, Illya Kuryaki y Charly García –con quien sigue hasta la actualidad– entre muchísimos otros.
En paralelo, construyó una sólida carrera como multiinstrumentista y compositor que ya tiene ocho discos de estudio. El último, recién salidito del horno, es A todas partes, casi una metáfora de su vida como músico y eterno viajante.
Este estar "en todas partes" para Samalea es "el estigma de la niñez". "Cuando mis viejos me compraron la batería, creo que mis ganas tenían que ver con las ganas de pertenecer a algo, de participar en ese momento de la música. Empecé a intentar en diferentes lugares y siempre tenía cuatro proyectos al mismo tiempo. Se fue dando hasta el día de hoy, casi medio siglo ininterrumpido de insistencia y de amor por la música. En definitiva, es como un juego", describe.
–A tus 9 años, cuando querías "pertenecer a algo", ¿hacia dónde estabas mirando?
–Mis viejos escuchaban Benny Goodman y Glenn Miller, y ahora les estoy haciendo un guiño con este nuevo disco. También mucho Piazzolla, así que el bandoneón estuvo muy presente desde chico. Y también el rock sinfónico, Frank Zappa, King Crimson y grupos de afuera que en ese momento estaban muy presentes. ¡Los discos de Rick Wakeman solistas fueron muy emblemáticos de toda mi niñez! Obviamente mi deseo era totalmente genuino, sin ningún fin de lucro. ¡Yo no sabía que los músicos cobraban por tocar! Había un estímulo familiar en la música y en la lectura adolescente como Salgari y Hermann Hesse. Me acuerdo de ver obras de Beckett en el San Martín y en el Cervantes. Estaba muy proclive a descubrir todo y eso me ayudaba y me daba respuestas para seguir queriendo aprender más y más.
–¿Cuándo pudiste ganar dinero por algo que te gustaba hacer?
–Lo clave fue que en un momento cambió mucho la estética y el estilo musical. Yo venía más de los años '70, con La Máquina, Seru Girán, Spinetta Jade y Crucis, y de golpe llegaron los años '80 y ahí fue cuando nos conocimos con Ulises Butrón y Richard Coleman y armamos Metrópoli. Después vino Fricción, con Gustavo Cerati, y se abrió un nuevo espacio en todo sentido. Vino Clap con Diego Frenkel y Christian Basso, y se empezaron a mezclar los mundos del jazz que escuchaba de adolescente con estos aires modernos y nuevos. Entre los 18 y los 20 más o menos se definió todo.
–Eras muy chico y estabas en momentos importantes de la música argentina. ¿Cómo lo viviste?
–Como suele ocurrir, cuando las cosas se materializan se viven con naturalidad. Uno recibe el momento presente y sigue el camino, pero era una emoción enorme. Era mi verdadera posibilidad de empezar a formar parte de todo eso tan lindo que como oyente disfrutaba un montón, yendo a conciertos. Siempre me entusiasmó y pienso que si vos deseás mucho algo, tarde o temprano probablemente suceda. Yo estaba muy decidido de chiquito y sin muchas posibilidades, pero sabía que tenía que suceder y sino de alguna manera lo iba a inventar.
–Toda esta vorágine de cosas, aparentemente, nunca te absorbió ¿Supiste mantener el equilibrio?
–Sólo en un breve momento en el '88 sentí que estaba sobrepasado de muchas actividades. Fueron dos o tres meses que justo coincidió con la mezcla de Cómo conseguir chicas (Charly García) en Estados Unidos y yo no fui y estuve subiendo a los botecitos de Palermo, pedaleando. Fue el único momento que sentí que la vida me pidió parar un poco. Siempre fui muy tranquilo. También soy muy vago y me gusta mucho la contemplación, esos tiempos supuestamente muertos. Me gusta ir a Olivos, a la Costanera, a librerías, disquerías y cafés, lo que Hermann Hesse llamaba "el arte del ocio".
–¿Cómo surgió A todas partes?
–Mi disco fue casi como un hobby, un divertimento. Es bueno que a esta altura de la vida pueda hacer algo y llamar a los amigos que uno considera apropiados, y a la vez con los que uno tiene ganas de seguir compartiendo cosas. No hay en este caso presiones de ningún tipo. Es el deseo infantil e ingenuo de generar algo, y dentro de mis posibilidades intentar hacer la mejor música que pueda para seguir aprendiendo.
–Hablás de una vuelta a los sonidos del Winco de tu infancia. ¿Cómo fue la composición?
–Fue un guiño a las orquestas antiguas que me gustaron de toda la vida. Siempre compongo de una forma muy rara: tengo todo el concepto del disco, incluso visual, de principio al fin. Acá son ocho músicas y me vinieron incluso en orden. Normalmente deposito todo en la imaginación con cuadernos y anotaciones, y voy grabando paso a paso, instrumento por instrumento. Y siempre hay amigos que me ayudan un montón. En este caso, Matías Mango, con quien armamos el esqueleto para darle credibilidad a esta idea romántica de este juego hollywoodense. También Alejandro Terán y Herman Ringer. Ellos me ayudaron no sólo a armonizar sino a escribir la forma correcta para cada instrumento. Hay arreglos para oboe, flauta traversa, fagot.
–¿Sos tan meticuloso en los detalles como parece?
–Es una mezcla entre algo muy meticuloso y algo que no tiene nada que ver con lo pensado. En un punto los pensamientos son los enemigos de la música. Hay que hacer equilibrio entre la idea de que algo sea perfecto y de que simplemente suceda.
–¿Nunca estás en lugares donde no querés estar?
–No. Siempre estoy con amigos y le escapo a las imposiciones sociales lo más que puedo. Me relaciono con la sociedad lo mínimo indispensable, los trámites y eso. Trato de hacer una vida no marginal pero sí cuidada, de no meterme demasiado en cosas que te minen el terreno. Es una elección, porque la vida material te impone un montón de responsabilidades y cosas, y no quisiera llegar a un momento de la vida en el cual sienta que no hice las cosas que quise hacer. Es una obviedad pero lo estoy tratando de mantener a rajatabla. En mi caso, esto tiene una gran red o soporte, que es que me conformo con poco y puedo vivir con la música, algo que no todo el mundo puede hacer. En ese sentido se facilita mucho esta vida bohemia y fantasiosa. Vivo en un altillo muy lindo en Constitución, tengo mi moto y mi contacto con la sociedad tiene que ver con mantener esas dos cosas. Después toco, viajo, recorro el mundo y comparto con artistas amigos, pero dedico la vida a intentar que el placer se mantenga en un papel protagónico y no en el padecimiento ni en la queja. Trato de buscarle la vuelta para que todo funcione como yo quería cuando empecé a tocar y era chico. «
La recuperación del espíritu de los vinilos
La edición de A todas partes, con el tamaño similar a un simple, tapa doble y una estética visual muy cuidada, se da en un momento en que el disco de vinilo volvió a ser un objeto de culto, por su arte de tapa y, claro, su sonido. Sin embargo, para Samalea es sólo una coincidencia en tiempo y espacio: "Yo nunca dejé de escuchar discos y de tener vinilos en mi casa. Me mantuve en esa línea y fui incorporando, algo que también hice con la música. Sigo escuchando lo que escuchaba antes con total pasión. A todas partes no lo veo como un regreso al sonido de mi niñez, sino como algo que fui manteniendo. A mí me encantaba Roger Dean, un dibujante que hacía tapas de Yes, y le daba todo un halo de fantasía increíble. Difícilmente pueda escuchar un disco si no sé cómo es la tapa. Me gustan mucho los objetos, las ediciones lindas. Tengo la costumbre de escuchar el disco mientras veo la tapa y tengo la información, el conjunto."
–¿Cómo fuiste, desde lo musical, incorporando los cambios tecnológicos?
–Cuando en los años '80 vinieron las primeras baterías electrónicas, yo por supuesto estaba muy entusiasmado. También con los samplers que disparaban sonidos, pero después me dediqué a la cosa más acústica y un poco me olvidé, pero en los años 00 es como si hubiese vuelto esta etapa tecnológica. Ahora estoy tocando la batería en la banda de Rosario Ortega y estoy entusiasmadísimo porque tiene un grupo fantástico y siento la misma sorpresa que sentí en los años '90 con los Kuryaki y después con Rosal. Me gusta cuando está todo por hacerse y estás en una banda joven que gusta hacer algo contemporáneo y acorde a los tiempos que corren. Y yo voy metiendo lo mío.
La pasión por la escritura y las motos
El mundo en dos ruedas. "A mí me encanta escribir desde chico. Incluso los primeros discos que hice los llamaba disco-cuentos o disco-libros porque venían con un relato que musicalizaba la banda sonora. La idea que tengo ahora es grabar el esqueleto del próximo disco en Buenos Aires o donde sea, pero después grabar en lugares no convencionales a los que iré con la moto", dice Samalea, y cuenta que hace poco descubrió dónde está encallado el barco Mar del Plata II, en el que tocaba a la noche durante el trayecto que hacía el buque hacia Montevideo.
"El Buquebus lo desplazó por completo. El barco terminó haciendo viajes a Paraguay y ahora es una especie de hotel flotante que está cerca del puente de Zárate Brazo Largo. Descubrí la mística de reencontrarme con algo que había sido tan importante para mí. Yo tenía mi camarote y era fascinante viajar a Montevideo cuando en ese momento la Ciudad Vieja era muy marginal, con marineros de todo el mundo, night clubs, whiskerías y prostitutas. ¡Me sentía como en una película de Fassbinder! Era menor de edad, además, y ese mundo noctámbulo y acontramano me parecía rarísimo", recuerda y fantasea con la idea de ir con su moto, una computadora, una placa de sonido, micrófonos y darse el gusto de grabar allí algunos bandoneones.
"Creo que la música tiene ese plus que va más allá. Existe la cosa puramente técnica de que vos pongas un micrófono, pero hay algo más que es la atmósfera. Lo he aprendido desde mis 20 años tocando con Charly, que dice '¡grabá ahora!' y por ahí hay que poner el micrófono o algo y no, es en ese momento preciso, y yo entiendo perfectamente eso. Hace al momento en que vos lo registres o en el lugar donde vos lo registres", afirma.
Y agrega: "Yo creo mucho en esas cosas, en los lugares donde uno registra las melodías. Quiero viajar, escribir y grabar, y la moto va a ser un elemento clave para consumar este proyecto. Conectar con personas, dejar rienda suelta, parar en moteles. Andar en moto es lo más parecido a la libertad."
Al Colón con Charly
Fernando Samalea se incorporó a la banda de Charly García en batería a finales de los años '80 con la grabación de Parte de la religión. Ahora, en esta nueva etapa del músico forma parte de The Prostitution, donde toca bandoneón, vibráfono y maniquíes (sí, maniquíes). "Tocar con Charly estos instrumentos fue otra manera de descubrir sus armonías, distintas de la batería. Me obligó a estudiar toda su música y aun más admirar el nivel increíble de composición. Sobre todo en el 60x60", confiesa el músico.
–¿Están preparando las funciones en el Teatro Colón?
–Sí. Por ahora van a ser dos funciones en septiembre. Charly está entusiasmadísimo, haciendo sus dibujos, manuscritos y marcando todo el escenario. La idea fue mutando. En un principio iba a ser como una suerte de sinfónica para 70 músicos conducido por Alejandro Terán. Charly tiene todo un sueño conceptual que me parece maravilloso, que a groso modo tiene que ver con las líneas paralelas. Como el acorde se compone de tres notas, la idea sería sacar la tercera, que es la que determina si el acorde es mayor o menor, y crear una tensión particular en la cual el propio oído se estira de un lado para el otro de acuerdo a la situación. Pero la idea va mutando y no sé en que resultará. Está en la cabeza de Charly. No va a dejar ningún detalle librado al azar.
Tiempo Argentino

Y por favor, no olviden agradecerle a Pedro Rock todo este lujo que nos està entregando...



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"La desobediencia civil es el derecho imprescriptible de todo ciudadano. No puede renunciar a ella sin dejar de ser un hombre".

Gandhi, Tous les hommes sont frères, Gallimard, 1969, p. 235.