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Tomates Asesinos - La Luz Buena (2016)


Seguimos con las buenas propuestas argentas, y presentamos el gran trabajo de Tomates Asesinos, banda de ronkinkonkin cordobés, iluminados por la experimentación, exprimiendo el progresivo, lo electrónico, lo experimental, lo folklórico a su manera, con pilas de sintetizadores y programaciones. Algo así como un disco de Yupanqui junto a Jean Michel Jarré. En fin, les debería encantar a cualquier cabezón. Un disco alucinante y asombroso, un retro-electro-folclórico-futurista de la puta madre. No dejen pasar a estos tomates que se los van a devorar.

Artista: Tomates Asesinos
Álbum: La Luz Buena
Año: 2016
Género: Electrónica / Rock folk / Experimental
Duración: 48:01
Nacionalidad: Argentina


Lista de Temas:
1. Alfa alfa
2. Cartulina
3. Pasteurización
4. Carbonoo
5. Cachamulita
6. Rancho aparte
7. Los clusters de mi carreta
8. Don Sagan
9. Alambrado 2
10. Folkuno
11. Tresporcuatro
12. Santa Rosa
13. Rotoño

Alineación:
- Luis El Halli Obeid /
- Santiago Guerrero / Voz y batería
- Esteban Favaro /



Teletransportan su mundo de fantasía a un CD, el mismo se puede escuchar, comprar y descargar gratuitamente desde su espacio en Bancamp. Pero vayamos primero a las presentaciones del caso...

13 temas instrumentales se proponen como banda de sonido de un film de ciencia ficción folclórica. Un retro-futuro inverosímil donde conviven instrumentos tradicionales, sintetizadores y producción musical a través de software.
La Luz Buena, es el resultado de una búsqueda que desconoce el canon de los géneros y reniega del estancamiento de la tradición, acercándose a las raíces pero yendo a contramano. Como un juego intuitivo, sin reglas, pero plantado con convicción en el mestizaje extremo de nuestro tiempos, sin temor a perder la esencia en el experimento, dejándose llevar por el torrente emotivo de nuestra cultura.
Tomates Asesinos echa mano de una paleta de sonidos descubierta hace décadas por los pioneros de los sintetizadores, colores que evocan un futuro utópico y la aventura espacial de la modernidad, pero puestos al servicio de una herencia que no surge del rescate antropológico, sino de una memoria emocional única para quienes vivimos en este lugar del mundo.
Atahualpa Yupanqui, Violeta Parra, Ariel Ramírez y Domingo Cura en una parrillada junto a Vangelis, Jean Michel Jarré y Kraftwerk.
De Ushuaia a la Quiaca, Taki Ongoy, La Shalaka de Waldo de Los Ríos, Lito Vitale y Las Alturas de Machu Picchu de Los Jaivas, en clave punk.
Cualquiera puede tocar un sinte!

Así empieza la introducción de este gran disco y la verdad es que si vieron el video se darán cuenta que no están muy errados. Una banda que desde el 2003 viene mixturando un cóctel tan desprejuiciado como extremo. Electrónica, canciones de clara filiación pop, guitarras furiosas, aires folclóricos y climas instrumentales. Épicos, rítmicos, ruidistas y atmosféricos. Siempre en busca del exceso sonoro y verbal, el absurdo y lo surrealista, tomando elementos de la tradición musical y los combina sin tomar en cuenta las reglas de estilo. Las referencias al post rock, rock progresivo, indietronica y folktronica aparecen de manera sutil y atravesados por elementos del electro pop, 8-bit y el noise.




Este disco está formado por varias piezas nuevas junto con otras que ya habían sido publicadas en “Folkos EP” en el 2010. Pero en todo el material se percibe una continuidad fluida, para nada marcada por el tiempo, que tiene que ver al 100% con la fuerte identidad de este grupo, uno de esos que para explicarlos hay que contar tantas referencias que finalmente uno se ve hablando de la nada, o del todo que es el toque original e inconfundible de este proyecto.
“La luz buena” es un álbum con tantas referencias que uno se puede perder en ellas. Definitivamente esta música contiene elementos del folklore argentino que se pueden percibir tanto en las rítmicas como en ciertos usos de las guitarras, en cambios melódicos, en modos temporales. Pero lejos están estas piezas de la típica teatralización banal de un folklore determinado, porque ese eje no es marca fundamental, y para nada el planteo es el de una “música for export”. Y eso tiene que ver con el gran grado de experimentalidad de estas canciones en las que podemos ver dejos de la instrumentalidad acertada pero entreverada de los King Crimson, elementos electrónicos ácidos pero marciales que quizás lleguen desde lo más profundo del krautrock, y un vuelo synth que para nada tiene que envidiar a los más viajados Tangerine Dream. Pero toda esa rareza vuelve al centro, a ese lugar que se asume folclórico que hace que todo se pare en las melodías. Y allí está la gran pegada de “La luz buena”, en que los Tomates Asesinos saben llegar bien profundo con las notas, con gran calada emocional, como ocurre en tracks como “Rancho aparte”, que plantea una imagen despojada que se imagina infinita, o “Alambrado”, que de tan dulce seguramente funcionaría bien como canción de cuna.
Andrés Oddone

En junio del año pasado publicaron su cuarto disco, editado de manera independiente y con una producción espectacular. El disco tiene de todo, mixtura electrónica, retorcidas canciones pop, guitarras furiosas, aires de folclore sudamericano y climas instrumentales. Son Atahualpa Yupanqui, Violeta Parra, Ariel Ramírez y Domingo Cura compartiendo una parrillada junto a Vangelis y Jean Michel Jarré. "La Luz Buena" es el resultado de una búsqueda que desconoce el cánon de los géneros y reniega del estancamiento de la tradición, acercándose a las raíces pero yendo a contramano. Como un juego intuitivo, sin reglas, aunque plantado con convicción en el mestizaje extremo de nuestros tiempos, sin temor a perder la esencia en el experimento, dejándose llevar por el torrente emotivo de nuestra cultura.

Provenientes del rock y agotados de la inercia de los estilos, se plantearon componer desde instrumentos fuera de lo cotidiano, una nueva destreza musical. Desde 2003, los Tomates Asesinos tocan en vivo con un cóctel tan desprejuiciado como innovador. Comenzando por Lujuria en el Espacio hasta Elitismo para todos, la electrónica, pop, las guitarras furiosas,los aires folclóricos y los climas instrumentales son la base de su formulas de un inteso universo sonoro, verbal que camina entre el absurdo y lo surrealista.
En esta ocasión presentarán: La Luz Buena, un álbum convertido en 13 canciones de imperante instrumentación proponen un sonido de un film de ciencia ficción folclórica. Un retro-futuro inverosímil donde conviven instrumentos tradicionales, sintetizadores y producción musical a través de software.
www.aymag.com
Los cordobeses echan mano de una paleta de sonidos descubierta hace décadas por los pioneros de los sintetizadores y la experimentación electroacústica, colores que evocan un futuro utópico y la aventura espacial de la modernidad, pero puestos al servicio de una herencia del folcklore, de lo autóctono, pero que no surge del rescate antropológico, sino de una memoria emocional única para quienes vivimos en este lugar del mundo. Y como ejemplo, qué mejor que dejar unos videítos y varios comentarios.




La música de fusión es emocionante por una cosa bien simple, hay de todo en el mundo para mezclar y fusionar. Desde los géneros ya establecidos y convencionales como el Rock, el Reggae, o la Electrónica, hasta los diversos ritmos locales y regionales, como la Chacarera, la Cueca o, digamos, los cantos tribales africanos, todo se puede meter en la misma bolsa. Y son tan infinitos los sonidos que derivan de estas fusiones que parece hasta inabarcable e imposible de imaginar. Los grandes movimientos culturales partieron de mezclas de este tipo y siempre que aparece uno en el horizonte de nuestra escena local, no podemos dejar de mencionarlo.
La fusión en este caso nos trae al trío cordobés llamado Tomates Asesinos, conformado desde el año 2003 por Luis Obeid, Santiago Guerrero y Esteban Favaro. Trío que parece haber madurado sus composiciones y haber llegado a un punto de ebullición perfecto. Luego de pasar toda su carrera creando tracks de puro electro-rock pesado, los Tomates encontraron en los ritmos del bombo legüero una base sólida para sustentar “La Luz Buena”, su cuarto LP y quizás, su álbum definitorio.
Definitorio porque toda la locura, éxtasis, virtuosismo y sensibilidad musical de su carrera se ven plasmados en una forma sintetizada pero efectiva en este álbum. Apelando a la reelaboración de temas anteriores (varios aparecen en su EP del 2010), la banda descubre una veta poco explorada de la música contemporánea y, con la destreza del minero experimentado, logran explotarla cuidando del resultado final. Y así los tres integrantes se ubican en tres canales bien diferenciados que se ajustan y encajan a la perfección. Los sonidos de las cuerdas de la acústica son exquisitos, e invaden casi todos los tracks representando el costado “natural” del disco. Los beats rítmicos son cuidados, sobre todo en esa inspiración chacarera (algo así como un parche y aro electrónicos), variando de la furia a la calma según la emoción que se transite. Y por último, los sinthes mantienen esa magia mística , que sobrevuela los temas como recordando la verdadera esencia del grupo, que es la electrónica de la vieja escuela, de esa que nació con Jean Michel Jarre, Autobahn y el MiniMoog.
Por ejemplos, en temas como “Pasteurización” se nota la fusión de Kraftwerk con Atahualpa Yupanqui, en una especie de encuentro del pasado, realizado en el presente, para la cultura del futuro. Parece como si un payador se haya metido en un boliche de electrónica a las 3 am, y sus arpegios, de alguna forma, se hayan metido en la mezcla del DJ de turno. Un verdadero torrente de lujo y música de calidad.
“Los Clusters de mi Carreta”, por otro lado, es puro dominio de los teclados. Pero el ritmo pausado casi que se parece al andar de una carreta. Como si de alguna manera, la naturalidad, la simpleza y, sobre todo, el paisaje del folklore argentino se filtrara por entre la música del espacio. El track tiene pasajes casi épicos que dejan los pelos de punta, y no hace falta estar en un estado alterado de la consciencia para flashearla.
Todo “La Luz Buena” es en esencia un disco buscado y trabajado. Y es además, un disco que no tiene comparación, por lo menos en el país. Muy pocas bandas locales llegaron a semejante mezcla, y eso es algo que siempre hay que destacar. La creatividad en este tipo de iniciativas pueden ser (o no) el puntapié a toda una movida mayor. Esperemos que Tomates Asesinos y su Luz Buena sean tomados en serio por la escena electrónica local…si es que existe alguna.
Renzo Cavanna



Cuando sos chico y tenés la suerte de andar por la vida más o menos bien alimentado y sin demasiados tormentos, eso que tenés entre las cejas y el arranque de la cabellera, del lado de adentro, podrá hacerle un bien al mundo.
No precisarás mucho más que un poco de atención hacia cuestiones muy chiquitas, que sabrás acomodar, con viento a favor y un par de docenas de oportunos trastornos. Importan las prioridades, las inclinaciones, los pareceres, desde los tipos de broches para colgar la ropa hasta una mirada del mundo, autosuficiente o desprendida.
Importan los acomodamientos que le hacen un bien al mundo. Esos que de repente generan belleza y tenés todas las chances de disfrutar. El resto es un entero planeta de pelusas que mudan de ombligos y fotos.
El tema es dónde se genera la belleza de tus propios acomodamientos.
Ahí donde vivís y dejás que casi todo lo que se meta por las antenas cuente cosas de lugares donde no vivís, hay, entre miles, tres tipos que se acomodaron las vidas para hacerle un bien al mundo desde su gusto por la música, desde un lugar un poco desfavorable donde cunden, generación tras generación, pelusas importadas.
Hablando de antenas, pelusas y acomodamientos, habrás recorrido alguna vez el dial de punta a punta para ver qué cosas vienen por el aire y te llenan de música la vida. ¿Habrás recorrido alguna vez el dial de punta a punta para ver qué cosas vienen por el aire y te llenan de música la vida? Hacé la prueba alguna vez, cualquier día a cualquier hora. De punta a punta de la frecuencia modulada, desde la 87,5 hasta la 107,9. Parate en todas las emisoras de radio donde se escuche música y anotá, o más fácil, prestá atención a lo que suena. ¡Viste eso que te llegó de casualidad, sobre la música de tu ciudad y su actividad creciente? La inmensa mayoría de las radios, bien gracias.
Salvo un par de emisoras y programas en otro par, y de varias cosas para escuchar por internet, la inmensa mayoría transmite lo mismo de siempre. Es decir, retransmite. Siempre igual, todo lo mismo. Los mismos clásicos, las figuritas de turno en las cimas de la popularidad, los nuevos discos de las bandas consagradas o de los excéntricos remotos encontrados de carambola. ¿Suenan bien? La verdad, suenan bárbaro.
Mientras lo mismo te sigue ensimismando y los hambrientos de manual te arman la lista de éxitos para que después pagues una entrada y saltes con los consagrados por la repetición modulada, esos que no conocés de repente suenan en la casa de un amigo y te preguntás: ¿Che quiénes son esos?
Y sí. No los conocés. Nunca los escuchaste. Como te gusta la música pero no tanto como para ponerte a buscar un poco y si te pusieras tal vez nunca empezarías por donde vivís, y lo de la radio basta y sobra para delinearte el gusto, eso que te acaba de sorprender sabrá desvanecerse con el mismo vientito que inesperadamente levantó tus dos cejas hace tres minutos. No habrá repetición…
Es tan importante la repetición… ¿Alguna vez te pusiste a pensar cuántas veces escuchaste las canciones que te gustan? ¿Alguna vez intentaste recordar dónde y cuándo las escuchaste por primera vez? Seguro algún amigo melómano que te prestó el disco, (el cassette si andás por los treinta y pico, el vinilo si venís desde más lejos); seguro un programa de radio que te gusta; vos mismo descubriendo bellezas traídas por el azar de internet.
Algo te gustó y lo empezaste a escuchar. Tenés a mano esa música. Sin proponértelo, iniciás un noviazgo, con su correspondiente proceso de enamoramiento, lento o abrupto, pasajero o constante. Sabrán los avatares de tus acomodamientos. Algo habrá de previsible: como el ruidito de los besos, esa banda, disco, canción, lo que sea, sonará decenas de veces en tu vida. Será parte de tus migraciones.
Imaginate, por un instante, o mejor, por unos cuántos instantes, que todo eso del enamoramiento y la repetición despunta de repente por alguien que anda cerca tuyo. Un tipo, o dos, o catorce, que te los cruzás en la calle. Alguien que ya no es más un perfecto desconocido, perdido en la mismidad anónima de miles de peatones, sino uno, con nombre y apellido, que hizo un disco que te gustó tanto que lo escuchaste cincuenta veces y te sorprendió tanto que te pusiste a pensar, “che si estos locos son de acá y se mandaron tremendo disco, seguro hay más…” Y de los discos anteriores de la misma banda que te voló la cabeza con ese primer disco que escuchaste, que es el último, migraste a más discos de más bandas formadas por tipos que cualquier día vienen caminando de frente por la senda peatonal y de caradura los parás y le decís, “loco, sacaron un disco tremendo.” Te va a agradecer, y vos sabrás decir “No loco, gracias a vos. ¿Cuándo tocan?”
¿Te imaginás? Sos alguien que de la nada escuchó una música, se enamoró, buscó, se siguió enamorando, pagó una entrada, disfrutó muchísimo, volvió contento, desparramó un poco de amor, como una planta cinta de novia que de bien que está de repente le sale un coso que se entierra al lado y mirá, otra planta.
Y otra… Y otra… Y otra. Tantas que con el tiempo, y con viento a favor, volvés a recorrer el dial y sorpresa, la canción que escuchaste hace un par de años, sonando en la radio. ¿Cambió la lógica de la emisora? Vaya a saber… Lo que sí cambió es tu acomodamiento. Tus acomodamientos. La pelusa de tus migraciones.
Te puede pasar, por ejemplo con este disco de Tomates Asesinos. Se llama “La Luz Buena”. Acaba de salir. ¿Puede levantarte las dos cejas? Claro.
A vos que ni sabías quiénes eran los Tomates Asesinos te digo. A lo mejor acabás de sumar un seguidor a la banda que viene admirando y aplaudiendo a los Tomates. Sos uno más que comparte sus discos en las redes sociales, que se descarga los discos, que va a sus recitales, porque eso que acaba de sonar te enamoró. Lo escuchaste tres, cuatro, cincuenta veces. Lo tenés a mano. Capaz que sos de llamar a la radio para pedir temas, llamás y pedís un tema. “Saludos a Tita y Rhodesia. Pasen ‘Cachamulita’ de Tomates Asesinos. Buenísimo el programa. Javier de Los Naranjos.”
Mejor aún, te enterás de que van a presentar “La Luz Buena” en vivo. ¿Irías? ¡Más vale!
Ya los seguís en las redes sociales, te aprendiste los nombres, sabés que se llaman Santiago Guerrero, Luis Obeid y Esteban Favaro. Ya te aprendiste los discos anteriores. Releíste eso que pusieron sobre el último disco:
¿Se imaginan qué saldría de un asadito con Yupanqui, Falú, Ariel Ramírez y Domingo Cura, junto a Vangelis, Jean Michel Jarré y Depeche Mode?
Y te sonreís. Ya está. Te importa menos entender de dónde sacaron esa forma de hacer música que la circunstancia de que eso que escuchaste te pareció genial. Capaz que te ponés y googleás “Vangelis” porque naciste después de “Fútbol de Primera” o de las fiestas de egresados, bautismos, comuniones, casamientos, bodas de oro y demás eventos musicalizados por alguna obra de “Themes”. No sabrás de Jarré y a lo mejor, por qué no, te enteraste de Domingo Cura por Cerati. Importa menos que tu flamante noviazgo con los Tomates.
Pablo Arietti

Coherencia artística. El combinado musical Tomates Asesinos presenta en sociedad La luz buena, su nueva obra, y la primera idea que sobrevuela es que estos cordobeses continúan fieles a su deforme (entiéndase como elogio) identidad musical. En su formación 2016, Santiago Guerrero, Luis El Halli Obeid y Esteban Favaro incursionan tierra adentro y combinan su maquinaria electro con el imaginario folklórico de una pampa imaginaria.
Este mestizaje futurista tal vez pueda resumirse en el nombre de la canción Los clusters de mi carreta en el que el trío declama claramente su intención de electrificar los sonidos de la tracción a sangre. Durante el viaje onírico de las 13 piezas que componen el trabajo instrumental, Tomates Asesinos se apodera libremente del sonido rural y lo digitaliza en bellos experimentos de programaciones, loops y un sonido 8 bit que se disipa con el pulso de guitarras con cuerdas de nylon y bombos legueros.
La luz buena (disponible en la plataforma Bandcamp) se sugiere como la banda de sonido de un atardecer campestre pero con una bebida espirituosa en lugar del mate en mano. Es un trabajo sosegado que invita a viajar por la inmensidad de la pampa tan sólo con los auriculares puestos.
Tal vez Tomates Asesinos no sea la banda que pida popularidad a los gritos, y su permisiva experimentación resulte su condición, pero ahí mismo es donde radica el valor de este trío que invita a subirse a su proyecto a los que puedan tirar el lastre de la canción con estribillo y se dejen llevar por las extrañas formas que su caprichosa estructura plantea.
Rodrigo Rojas

Bajo, guitarra, batería y sintetizadores. Con todo este arsenal se prepara el power trío para enfrentar al público cordobés.
“Somos conscientes de que somos una banda rara”, asume Santiago Guerrero, vocalista y baterista de Tomates Asesinos.“Quizás la gente está esperando una canción más estándar”, dice.
La Luz Buena es el último trabajo de la banda cordobesa que tiene 13 años de vida. El material salió en junio de este año y salió de gira por Córdoba, San Juan, Buenos Aires y Mendoza. “Ha sido mejor recibido que todo lo anterior”, cuenta Santiago.
“La música en este disco por momentos es modernosa, por ahí es setentosa, con aire folclórica... engancha, está bueno”.
–¿Por qué el nombre?
–El disco nos tiraba buena onda. Nos pareció una música alegre. Esto fue algo que relacionamos después de ponerle el nombre. Tiene un aire a la música de sintetizadores de los 70, de Vangelis en la serie Cosmos, que era una serie de divulgación científica que veía algo muy positivo en el futuro de la humanidad; un futuro que prometía viajes espaciales, el fin de la guerra, un ideal modernista... y esa música acompañaba a ese futuro mejor. La Luz Buena tiene una cosa positiva a mí me inspira escuchar esa música.
–¿Con qué nos van a sorprender este jueves?
–Estamos haciendo un repaso de este disco y de los anteriores, y tenemos algunas ideas nuevas, que las llevaremos al show para ir testeando. Lo que hicimos es adaptar temas que teníamos ganas de tocar a un formato rockero y electrónico. Queremos darle más fuerza a los temas en vivo, y despuntar la cosa más experimental. El show tendrá momentos de intensidad in crescendo.
Luz Buena tiene 13 temas instrumentales sin ninguna canción. A todos los recorre una producción de instrumentos tradicionales, sintetizadores y arreglos a través de software.
–¿Por qué eligieron hacer todos temas instrumentales?
–Hay un solo disco que es de canciones, pero la mayor parte de los temas son instrumentales y este disco surgió en realidad como un pedido de música de aire folclórico para unos documentales en Canal 10 y en Encuentro y empezamos a experimentar. Hace dos o tres años que están dando vuelta estos temas y pensamos que si bien tenían otra finalidad, se tenían que convertir en un disco.
Magdalena Bagliardelli


Espero que les guste, las cartas están hechadas y el disco está en las puertas de tus tímpanos.



www.tomatesasesinos.com.ar




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  1. Download: (Flac + Mp3)
    https://tomatesasesinos.bandcamp.com/album/la-luz-buena

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