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La Mesa Beatle: Ringo y La Felicidad del Pobre

Buenos días desde La Barra Beatles. Hoy más beatlemaníaca que nunca esta columna. Voy a defender una opinión que me acompaña desde hace muchos años y, de paso, invitarlos a formar parte del Club de Fans del descomunal Ringo Starr. Hace poco en un programa de radio me preguntaron qué pensaba de las bandas de rock and roll, cuáles eran mis gustos, observaciones, investigaciones, si tenía un podio al respecto. Sin dudar respondí que la banda que más me gusta en ese palo son Los Beatles. Hubo un clima de sorpresa entre mis interlocutores, entonces lancé mi acalorada argumentación.

Por Jorge Garacotche

Siempre tengo una canción a mano a la hora de explicar las cosas, en este caso la memoria fue ágil acercando el tema «Long tall Sally» (Sally, la lunga), en donde hay varios puntos para señalar. Es un clásico conocido del año 1956, con una histórica versión de Little Richard, uno de los autores del tema, que está muy bien cantada.

Cuando entraba en la adolescencia, la irrupción del rock and roll en mis oídos produjo una conmoción tan vibrante como novedosa, sentí que ese mundo hiperkinético me convocaba a sus filas. Por esos días mi cabeza era una fábrica de dudas, nada parecía convencerme del todo y la pasividad de ver la acción en otros parecía eternizarse. Estoy seguro que entre Los Beatles y el rock and roll despertaron en mí algo que estaba tan quieto que no parecía mío. Escuchaba música en la radio pero no salía de mi nube. Disfrutaba, rechazaba, lo atravesaba con indiferencia, pero siempre desde la tranquilidad del abúlico. Con esas dos cosas no pasaba eso porque a través de la escucha yo recibía mensajes secretos y era mi sangre quien decidía, no la mente, ya no era cuestión de pensar sino de sentir. Ahí empecé a darme cuenta que dos cosas transformaban mis sensaciones: el fútbol y la música.
Es cierto que es un ritmo poderoso, mantiene a lo largo de todo el tema una carga que se percibe de inmediato, el cuerpo siente esa provocación y los movimientos afloran casi descontrolados. Veía películas de los años 50, la gente bailando alocadamente, hasta la cámara parecía menearse mientras filma y se hace difícil permanecer en una posición objetiva. Claro que todos nuestros ídolos de ese tiempo escucharon esas canciones y enloquecieron. Entendieron el mensaje al tiempo que armaban una banda. El resultado de sus ataques y reflexiones era lo que se amontonaba a pasos agigantados en nuestras discotecas.

En la interpretación beatle de “Sally, la lunga” hay detalles que me llaman mucho la atención. Comienzo el recorrido hablando sobre el bajo, que apela mucho al walking, lo que le da un toque entre rockero y jazzero. Utiliza muchas negras, algunas corcheas y de allí no sale, creo que es el gran sostén del tema. Las guitarras hacen un despliegue rítmico muy llamativo, a veces en cada acorde van cambiando la rítmica casi sin repetir patrones, en cada grado rasguean de modo distinto. Siempre escuché el famoso juego entre 6ta, 7ma, ir y volver, pero acá descubrí que algunas veces hacen 7ma, juegan ahí, y luego hacen lo mismo en el acorde 6ta, lo cual brinda un toque más creativo que lo escuchado habitualmente.
 
En el primer solo de guitarra creo que se adelantan e inventan el sonido stone. Salen al palo, mezclan las dos violas de modo confuso haciendo acordes hasta que John se despega yendo a la escala Pentatónica Menor. Arman ese «desorden» tan particular, tan difícil de conseguir, en donde todo parece una bola de ruido, pero resulta que no. Esta táctica es algo con que se regodea lo stone y maneja como nadie. Yo creo que aquí está la invención de ese estilo. Incluso cuando uno escucha ese solo, que tira algunos acordes en momentos inesperados, permite confirmar el extraordinario manejo del tiempo que tenía John, su increíble mano derecha al momento de rasguear. Sabemos que una banda con dos buenos guitarristas corre con ventaja y está para pelear el campeonato.

Pienso que este es el tema justo como para comprobar lo bien que tocaban rock and roll. Se los ve muy seguros, sobre todo porque se dan ciertos lujos. Todos sabían qué es lo que corresponde tocar en un tema así, el asunto es que de a ratos salen del libreto y arriesgan, eso es lo llamativo y merece el aplauso. Uno arriesga cuando está muy seguro o sabe que es un gran músico. También está el componente de locura. ¿Qué quiero decir con esto? El tipo que se anima a jugar, a salir del cauce y en pos de ir detrás de algo novedoso se arroja al precipicio de los valientes, ellos solos saben que allí no están al acecho los peligros que asustan a los mortales. En la ejecución de este tema hay mucho de ese concepto. El único que cuida su espacio haciendo lo que corresponde es Paul, porque está cantando para la posteridad, entonces en el bajo marca lo correcto para no complicarse, su función es otra.

Doy un dato crucial: el tema fue grabado en Toma 1, es decir, contaron 4, salieron todos juntos y lo que conocemos oficialmente se registró en ese primer intento. Algo muy difícil de obtener porque no solo se depende de la ausencia de errores sino que hay que ponerle onda, expresión, una ejecución prolija, matices. Estamos hablando de un disco, acá no puede haber ni el mínimo error, ni siquiera un segundo de duda.
Ellos eran una banda con muchísima experiencia en vivo, tocaban casi todos los días en los últimos tres años, por eso dominaban sus instrumentos, conocían al dedillo su papel en la banda, esto lo conseguían a fuerza de tantos conciertos, que a veces eran prácticamente ensayos en público.

Cuando uno ve sus viejos videos comprueba que pelean contra equipos de sonido que no responden porque no están a la altura de las circunstancias. Tampoco cuentan con parlantes de retorno, es decir que tocaban sin escuchar cómo salía lo suyo. Una acción suicida que no existe más desde hace muchos años, afortunadamente.

En el segundo solo hacen una subida por semitono que no está en la versión original, o sea que es un arreglo de ellos y allí dan cátedra. La batería marca algo extraordinario, parece tirar el tema para atrás, se pega a la guitarra de George y cancherean juntos. Luego de dos compases así salen otra vez al palo. La viola de George cierra un solo brillante utilizando ligaduras, bien de su estilo, que no tienen nada que ver con la escuela de Blues, que era quien marcaba la cancha por esos años para los guitarristas.

Y dejé para lo último la frutilla del postre: el laburo de Ringo, que es, a mi criterio, lo que cambia el tema, el toque más personal. En las partes cantadas nunca acentúa ni el segundo ni el cuarto tiempo, lo típico, sino que siempre va sincopado, como si tocara algo jazzeado, nunca hace la lógica. Saca un ritmo neorockero de la galera dándole al tema un swing que nunca tuvo, que a nadie se le ocurrió, como si él hubiera encontrado una forma nueva de tocar rock and roll, que yo creo que la encontró merodeando el twist, ritmo que hacía furor en aquel momento y que los cuatro manejaban muy bien.

En las intros de cada estrofa frasea en el tacho mientras George hace una estirada de puro canchero, en los cierres vuelve a frasear en el tacho. En la estrofa final, no sé por qué razón, Ringo se larga a solear sobre los tones y dobla el pulso, brillante, notable idea. Hay algunos videos de Los Beatles en vivo en donde se lo ve hacer en esta parte una verdadera escena de malabarismo, casi circense. Incluso en uno de esos recitales Paul anuncia el tema y presenta solo a Ringo, sabiendo que era él quien se iba a lucir.

Hace poco leí que en una encuesta lo ubican como el quinto mejor batero de todos los tiempos, yo lo pongo en el número uno; ojo que no soy el único.

Una vez me dijo Charly García en su casa, mientras escuchábamos a Los Beatles, que arriba de lo que toca Ringo todo suena rítmico, a lo que respondí que soy un convencido que gran parte del éxito de Los Beatles se debió al trabajo percusivo de Ringo.

Lennon declaró alguna vez que fue el único batero al que nunca le tuvo que marcar nada, no necesitaba indicaciones porque entendía todo.

En una oportunidad le preguntaron a Ringo: «¿Cómo armabas las partes de batería en aquellas canciones beatles?», a lo que respondió: «Fácil, yo siempre sigo a la melodía». Sabio. ¿Por qué sabio? Porque la mayoría hubiera respondido: «Yo sigo al ritmo». Esa sería la respuesta racional, pero los genios siempre declaran otras cosas, es lo irracional lo que manejan bien.

Otro detalle: por ahí detrás de todo lo señalado hay una gran tarea que realiza el piano. Un verdadero relojito que ejecuta el serio de George Martin, su productor artístico, hace los acordes en semicorcheas dando un toque clásico propio de los cincuenta. Martin era un tipo que les llevaba quince años, el que siempre ponía una imagen de formalidad bien inglesa, a pesar de ser artísticamente un adelantado a su época, sin embargo él también se contagió de esa mística joven de la banda y se sumó a rockear.

Pero sin duda, entre la guitarra de George más la bata de Ringo le ponen al rock and roll la sangre de la clase trabajadora. Dos laburantes que deambulaban por trabajos obreros cuando eran adolescentes y, de la mano de Los Beatles, trajeron a la música inglesa una potencialidad que no estaba.

El día en que nació Ringo, el 7 de julio de 1940, su madre descansaba en el dormitorio recuperándose de un parto inducido con fórceps, cuando le avisaron que debía trasladarse al refugio en una carbonera cercana porque  llegaban invitados inesperados: las sirenas anunciaban la primera visita de la poderosa aviación nazi. Se ve que el mundo no estaba precisamente feliz como para recibir al futuro mejor baterista de rock. La madre corrió junto a tres vecinas, llegaron y se acurrucaron donde pudieron. Días después se mudaba junto a su pequeño porque el marido, un empleado de panadería, decidió abandonarlos. Años después, Ringo tuvo un reproche para con su madre Elsie: “No tuve hermanos como para poder tener a alguien con quien hablar cuando llueve”.

La historia siguió siendo durísima y no respetó la infancia de Ringo. Se pasó más tiempo internado que jugando por las calles de su barrio portuario, lo cual explica muchas cosas posteriores. Primero fue una peritonitis que lo llevó a internarse llegando a permanecer diez semanas en coma. Cuando tenía el alta, en un descuido se cayó y el golpe en la columna lo retuvo por meses en el hospital. Su madre también se preocupó al ver que su niño ya tenía ocho años y no sabía leer ni escribir. Finalmente fue una vecina del barrio quien la ayudó a resolver el asunto. Años después, un simple resfrío se le transformó en una pleuresía debiendo volver al hospital por dos años. En su dolorida estancia en el hospital se impartían clases de música, eligió el tambor para entretenerse, por suerte, de manera que allí estuvo la semilla que tanta felicidad llevó a muchas generaciones.  Cuando se liberó de todo aquello no hubo dinero para solventar su educación, entonces tuvo que ir a trabajar. Su padrastro Harry un día decidió premiarlo y entonces no tuvo mejor idea que regalarle una batería, la humanidad agradecida.

Ringo ha sido el más cuestionado de Los Beatles, escuché críticas que realmente bordeaban el ridículo. Lo acusaron de ser un mediocre con suerte lanzando argumentos que ni siquiera sus mayores detractores sabían cómo defender. Lo único que puedo afirmar es que el tipo toca para la diversión del pueblo y para el asombro de los exquisitos, lo cual lo coloca a espaldas de los giles. Sector envidiable.

Si hay un punto en donde la mayoría de los beatlemaníacos coincidimos es en reconocer esa energía positiva que recibimos de sus discos y allí hay una clara responsabilidad de la batería.

Este pequeño anecdotario que conté acerca de su accidentada infancia explica una parte de por qué tocaba con tanta felicidad poniéndole a las mejores canciones de la historia una dosis de vida apabullante. La famosa abundancia del pobre, la del que se dio cuenta que vivía gratis y fue por la revancha, pero sin rencor para poder contagiar algo genuino.

Qué suerte tener a Los Beatles en esta vida, a Ringo, para conectarse con el deleite, con el goce que renueva el alma, con la necesaria vivacidad que se debe poner para seguir. Captar la filosofía beatle es como meter los dedos en el enchufe sin jamás electrocutarse porque un halo de magia nos protege.

Prueben en un momento de bajón, de dudas, de malos recuerdos, poner un tema de Los Beatles, ellos algo van a hacer por ayudar a pasar el mal rato. Ringo siempre tiene una respuesta para los que se asustan con la tristeza.

Jorge Garacotche - músico, compositor, integrante del grupo Canturbe y Presidente de AMIBA (Asociación Músicas/os Independientes Buenos Aires). 



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