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Donald Fagen - The Nightfly (1982)


#Músicaparaelencierro. Y ya que estuvimos con Steely Dan y vamos con otro aporte del Mago Alberto. Vamos con un disco en solitario del señor Fagen que tras formar parte intrínseca de Steely Dan junto a Walter Becker durante los años 70, inició su carrera en solitario a principios de los 80. Este disco marcó un antes y un después en la música que fusiona jazz y soul con su toque pop.

Artista: Donald Fagen
Álbum: The Nightfly
Año: 1982
Género: Jazz rock / Soul pop
Nacionalidad: EEUU


Podemos cambiarle el nombre al blog y le ponemos Cabeza de Albertoog... aunque no porque queda medio feo, no?... vamos al disco.




Donald Jay Fagen (10 de enero de 1948, Passaic, Nueva Jersey, Estados Unidos) es un músico compositor y cantante de estilo Jazz-rock, miembro-fundador de la banda Steely Dan. Y desde 1982 alternó su brillante carrera solista con su banda Steely Dan (Formada por él y el guitarrista Walter Becker).
Wikipedia

Otra vez voy a dejar los comentarios del disco en manos de otros, para felicidad de ustedes que no deben soportar mis palabras:

The Nightfly, el disco que editó Donald Fagen en solitario un año después de la separación de Steely Dan, es relajado, suave, amable. Al mismo tiempo, tiene un aire denso; es dueño de una nocturnidad apacible pero feroz. Está atravesado por un contraste entre dos miradas que, en su entramado, construyen un retrato del Estados Unidos de fines de los 50s. Por un lado, está Lester The Nightfly, uno de los personajes más melancólicos de la poesía de Fagen: un DJ que pasa jazz en su programa de radio nocturno, en la “estación independiente” WJAZ. El otro personaje es un chico que vive en los suburbios, que aparentemente escucha el programa de The Nightfly y sueña con un futuro en la gran ciudad. Estas dos miradas están retratadas en la portada y la contraportada del álbum. Ambos personajes son, por supuesto, el mismo Fagen: es él quien aparece representando al DJ en la portada del disco y es conocido el carácter autobiográfico de las letras que denotan una mirada adolescente.
Como es comprensible, si hubiera que emparentar a The Nightfly con un disco de Steely Dan, sería con Gaucho, el último que grabaron antes de su separación en 1981. A diferencia de Aja, con su acercamiento al jazz fusión, sus baterías voluminosas y bajos musculares, tantoGaucho como The Nightfly regresan a un sonido en el cual predomina la suavidad; un sonido fino, que parece poder cortarse con un cuchillo. El terreno de las bases es más firme, y los pasajes instrumentales, si bien numerosos y extensos, son juegos alrededor de la melodía más que viajes de cierta independencia estilística (cosa que ocurría profusamente en Aja). En este álbum, por ejemplo, es más dificultoso acertar quién toca en cada tema, con excepción del bajo inconfundible de Marcus Miller en Maxine, The Nightfly y The Goodbye Look. Incluso la guitarra de Larry Carlton, esa vieja compañía vibrante y colorida, está más acoplada al resto de los músicos que en Aja.
Las temáticas que trabaja Fagen tienen un tono más cándido que lo normal, sobre todo cuando adopta el punto de vista de su yo adolescente. El entorno es de Guerra Fría (Yes we’re gonna have a wingding / A summer smoker underground / It’s just a dugout that my dad built / In case the reds decide to push the button down); la (auto)biografía está atravesada por chicas, bailes, romances. Tanto Maxine como New Frontier son ejemplos claros. El quiebre respecto de la tradicional posición de Fagen en sus letras es evidente en Maxine, una canción de amor sin indicios de cinismo: While the world is sleeping / We meet at Lincoln Mall / Talk about life, the meaning of it all / Try to make sense of the suburban sprawl / Try to hang on, Maxine. De esto se trata, en definitiva, y acá está el trago amargo que ofrece Fagen en esta oportunidad: la adolescencia estuvo llena de sinsentidos y sueños de épocas mejores (en la misma canción el personaje anhela viajes a México y Manhattan). El tono sombrío de la vida en los suburbios es expresado con contundencia en una canción que tiene un título alegre (Green Flower Street) y comienza diciendo: Uptown / It’s murder out in the street. Todas las fichas estaban depositadas en ese momento en que se huye de la casa paterna (incluso del pueblo paterno) y se alcanza la independencia, que es sinónimo de libertad: Well I can’t wait ‘til I move to the city / ‘Til I finally make up my mind / To learn design and study overseas. El resto de la obra de Fagen se encarga de demostrarnos que ese futuro no es mejor ni menos sórdido, sino todo lo contrario.
Los sueños de una huida concreta no son las únicas vías de escape. El otro costado, tal vez más inmediato pero igual de ambivalente, es la música. El joven protagonista le dice a una chica, como evidente estrategia para conquistarla: I hear you’re mad about Brubeck / I like your eyes, I like him too / He’s an artist, a pioneer / We’ve got to have some music on the new frontier. Es posible aventurar que el muchacho llegó al jazz escuchando el programa radial de Lester The Nightfly, que es retratado en la canción que le da título al disco. Con perspicacia, y una sensibilidad que casi siempre está presente en su obra (a veces algo camuflada), el retrato de Lester no está hecho desde el punto de vista del joven, sino que opta por darle voz propia. Nos enteramos que Lester, ese DJ al cual el joven protagonista seguramente admira, es un hombre destrozado, amargo y, como el mismo Fagen, dolorosamente mordaz. Esto es visible en un fragmento que presenta cómo se relaciona con sus oyentes, cantado con sutilísima socarronería: So you say there’s a race / Of men in the trees / You’re for tough legislation / Thanks for calling / I wait all night for calls like these. Sin embargo, el momento clave de la canción –y, tal vez, del disco– es, a la vez, la muestra más patente de ese mundo adulto herido, aunque sin tragedia ni melodrama, que se desarrolla en el resto de su obra: I’ve got plenty of java / And Chesterfield Kings / But I feel like crying / I wish I had a heart like ice. Un momento breve y melancólico, que se complementa a la perfección con el pasaje que explaya las raíces de este dolor: You’d never believe me / But once there was a time / When love was in my life / I sometimes wonder / What happened to that flame / The answer’s still the same / It was you / Tonight you’re still on my mind. Y algo confirma que Fagen está hablando en serio, y que en su obra amor y música están misteriosa pero inextricablemente ligados: apenas termina esta declaración honesta, sin ambigüedades, entra un solo de guitarra descorazonador de Carlton.
El imaginario del joven protagonista no está compuesto sólo por música y adultos heridos que viven en el centro de la ciudad, sino también por el cine. El disco cierra con dos canciones con aire a playa y, simultáneamente, a despedida. Una combinación curiosa, que funciona porque sostienen el tono en blanco y negro del resto del álbum. Un blanco y negro que es, no hay dudas al respecto, cinematográfico. Así como Jason Akeny dice, en su crítica del álbum, que la producción de Gary Katz (otro eterno acompañante) tiene un “estilo cinematográfico”, esto también es trabajado desde las letras: las imágenes del gran casino al lado del mar o del coronel “con su cara estúpida, los anteojos de sol y la pistola” seguramente tengan un efecto fuerte sobre quienes acostumbran a ver cine norteamericano de los 40s y 50s. Nunca es más poderoso este efecto que cuando Fagen canta: When we kissed we could hear the sound of thunder / As we watched the regulars rush the big hotels / We kissed again as the showers swept the Florida shore / You opened your umbrella / But we walked between the raindrops back to your door. En definitiva, tal vez no sea casual que un disco que juega con la idea de dos universos disímiles que conviven en el mismo momento histórico termine con imágenes de besos, lluvia y paraguas, cuando casi cuarenta minutos antes había abierto con una canción que hablaba de tecnología futurista y viajes espaciales. Las fantasías norteamericanas de prosperidad y libertad infinitas (What a beautiful world this will be / What a glorious time to be free) se convierten en fragmentos de intimidad, que alcanzan su máximo esplendor cuando un hombre, con enorme tristeza, es capaz de admitir: I know what happens / I read the book / I believe I just got the goodbye look. Es la certeza de que la insatisfacción es la clave en todos los niveles. Los futuros no son promisorios. Estamos, en definitiva, en la entrada de los 80s.
josefgaishun





Creo que este "The Nightfly" es uno de esos discos que nadie reconoce cuál es pero que todo el mundo ha oído alguna vez y guarda simpatía y dice: "Ahh, es ese disco..." o "Ese tema lo conozco"...


The Nightfly es el primer álbum en solitario del cofundador, teclista, compositor, arreglista, productor y cantante del grupo Steely Dan, Donald Fagen, lanzado en 1982. Fue uno de los primeros ejemplos de grabación completamente digital de la música popular. Aunque The Nightfly incluye varios miembros del personal de producción y músicos que habían colaborado en los discos de Steely Dan, es el primer registro publicado de Fagen sin su colaborador durante mucho tiempo Walter Becker.
A diferencia de la mayoría de los trabajos previos de Fagen, The Nightfly es casi descaradamente autobiográfico. Muchas de las canciones se refieren a su cautelosamente optimista infancia suburbana en la década de 1950 y principios de los 60, e incluyen temas tales como DJs nocturnos de jazz, refugios y vacaciones tropicales.
The Nightfly fue certificado Disco de platino en Estados Unidos y Reino Unido, y produjo dos hits populares: I.G.Y. (What a beautiful world) y New frontier. También recibió varias nominaciones a los premios Grammy de 1983. Esta popularidad relativamente discreta pero longeva condujo a Wall Street Journal en 2007 a calificar el álbum como "una de las obras maestras más furtivas de la música pop".
Un mensaje en las notas de texto de The Nightfly expresa, "Nota: las canciones de este álbum representan ciertas fantasías que podrían haber sido contempladas por un joven creciendo en los remotos suburbios de una ciudad del noreste durante finales de los 50 y 60, por ejemplo, uno de mi semejante altura, peso y complexión. -D. F."
The Nightfly se grabó en 1981-82 en los estudios de grabación digital audio/vídeo Soundworks y Automated Sound de Nueva York y en el Village Recorders de Los Angeles. El productor fue Gary Katz y el ingeniero del álbum, Roger Nichols; ambos habían trabajado ya en siete de los álbumes anteriores de Steely Dan. Muchos de los músicos también habían figurado en discos de Steely Dan, incluyendo a Jeff Porcaro, Rick Derringer y Larry Carlton. Al igual que los álbumes Aja y Gaucho, un gran número de músicos de estudio fueron empleados, figurando en las notas del álbum acreditados un total 31 músicos.
La portada del álbum muestra una foto de Donald Fagen como disc jockey, vistiendo una camisa de cuello y corbata, hablando por un micrófono RCA 77DX. Frente a él hay un tocadiscos (modelo de 16 pulgadas de los años 50, con un brazo Para-Flux A-16), un cenicero y una cajetilla de cigarrillos Chesterfield King. Se puede ver sobre la mesa con el tocadiscos, la portada del álbum de jazz de 1958 Sonny Rollins and The Contemporary Leaders (acreditado en las notas de texto). En la pared de detrás aparece un reloj grande, indicando la hora, las 4:09. Fagen aparece en blanco y negro, con un cigarrillo colgando de una mano. Su aspecto abatido sugiere la desilusión y el cinismo, un hombre que ha vivido decepciones, así como tiempos optimistas.
Gale Sasson y Vern Yenor son acreditados en el diseño del disco. George Delmerico actuó como director de arte, y la foto fue tomada por el afamado fotógrafo artístico James Hamilton. En The Wall Street Journal se escribía, "la portada añade otra capa de autobiografía. En el frente, vemos al señor Fagen como un DJ con el pelo cortado al raso en el turno de noche. En la parte posterior está su audiencia, una sola ventana iluminada en una hilera extendida de casas, o tal vez el artista como un hombre joven, bebiendo de la inspiración".
The Nightfly fue recibido con críticas positivas casi unánimes. Rolling Stone, The Village Voice y Uncut dieron al álbum altas marcas. Jason Akeny de AllMusic calificó a The Nightfly con 4.5 sobre 5 estrellas, llamándolo "exuberante y reluciente, producido con estilo cinematográfico por Gary Katz; reinventado, pero nunca sentimental... hecho a mano con estilo impecable y sofisticación".
En febrero de 2010, L'Osservatore Romano del Vaticano incluyó a The nightfly en su lista oficial de 10 mejores álbumes. La revista EQ clasificó The nightfly como uno de Los 10 mejores álbumes grabados de todos los tiempos, junto con Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band de The Beatles y Pet sounds de The Beach Boys.
The Nightfly alcanzó la posición 11 en la lista Billboard 200, y el 24 en la lista Billboard R&B, obteniendo Disco de platino. En Reino Unido, el álbum fue certificado Disco de platino en 2004, a pesar de llegar sólo al número 44 en las listas.
Paul White, jefe de redacción de la revista Sound on Sound, dijo que The Nightfly "siempre es una buena referencia para revisar los sistemas de monitorización y muestra los buenos resultados que podrían haberse obtenido de esos primeros sistemas de grabación digital en las manos correctas". Varios destacados artistas han versionado canciones de The Nightfly. Howard Jones versionó I.G.Y. en 1992, mientras que Mel Tormé incluyó The goodbye look en su álbum de 1988 Mel Tormé and The Marty Paich Dektette – Reunion, así como Walk between the raindrops en otro disco. Tormé también había presuntamente versionado Maxine en algunos de sus shows en vivo en la década de 1980. John Pizzarelli versionó Raindrops y el arreglo de Fagen de Ruby baby de Leiber y Stoller en su álbum de 2012 Double exposure.
Donald Fagen aprovechó un alto en el camino del dúo Steely Dan, seguramente la máxima expresión mezclando jazz fusión con rock, para lanzar su primer álbum en solitario. Para ello reunió a un plantel formidable que incluía a Anthony Jackson, Marcus Miller, Abe Laboriel o el malogrado Jeff Porcaro, interpretando un puñado de canciones con inevitables efluvios a lo Steely Dan, es decir "smart pop" con toques jazzy en lo que podría ser una digna continuación de Gaucho, aunque con mucha más sustancia, ambición y elegancia tanto en las letras como en el sonido. Tal vez, una de las características más fascinantes del debut como solista de Fagen con The nightfly es que suena más como Gaucho que el propio Gaucho, pero en todo su superacurado virtuosismo, lograría aislarlo gracias, sobre todo, a que no tenía distracciones; el estudio le servía realmente para abrir su mente, con ninguna entrada exterior, y nunca fue indulgente consigo mismo.
Sin embargo, el álbum resultó diferente a lo que se esperaba de un disco de Steely Dan. The nightfly sólo tiene en común la sonoridad jazzy y el exigente proceso creativo. La música resultó alegre, optimista y con gran sentido del humor. Incluso la portada mostraba a Fagen, algo que Steely Dan jamás ha mostrado. Toda la obra emanaba un cariz encantador kitsch muy de los años 60.
En un retrato del artista cuando era joven, The Nightfly es una reminiscencia maravillosamente evocadora de la vida americana de la época de Kennedy. En el disco transmite el tenor de los tiempos con parte de su material más personal y menos obtuso hasta entonces. Las canciones son rebanadas de telenovela de clase media, con cuentos de esperanza de la era espacial (el hit I.G.Y.) y los temores de la Guerra Fría (la maravillosa The new frontier, un libro de memorias de amor refugio).
The nightfly es relajado, suave, amable. Cada canción del álbum destaca por sus complejas letras y arreglos, junto con la excelente voz e interpretación de piano de Fagen. Al mismo tiempo, tiene un aire denso; es dueño de una nocturnidad apacible, pero feroz. Está atravesado por un contraste entre dos miradas que, en su entramado, construyen un retrato del Estados Unidos de finales de los 50. Por un lado, está Lester The Nightfly, uno de los personajes más melancólicos de la poesía de Fagen: un DJ que pincha jazz en su programa de radio nocturno, en la “estación independiente” WJAZ. El otro personaje es un chico que vive en los suburbios, que aparentemente escucha el programa de The Nightfly y sueña con un futuro en la gran ciudad. Estas dos miradas están retratadas en la portada y la contraportada del álbum. Ambos personajes son, por supuesto, el mismo Fagen: es él quien aparece representando al DJ en la portada del disco y es conocido el carácter autobiográfico de las letras que denotan una mirada adolescente.
Como es comprensible, si hubiera que emparentar a The Nightfly con un disco de Steely Dan, sería con Gaucho, el último que grabó con Walter Becker antes de su separación en 1981. A diferencia de Aja, con su acercamiento al jazz fusión, sus baterías voluminosas y bajos musculares, tanto Gaucho como The Nightfly regresan a un sonido en el cual predomina la suavidad; un sonido fino, que parece poder cortarse con un cuchillo. El terreno de las bases es más firme, y los pasajes instrumentales, si bien numerosos y extensos, son juegos alrededor de la melodía más que viajes de cierta independencia estilística (cosa que ocurría profusamente en Aja). En este álbum, por ejemplo, es más dificultoso acertar quién toca en cada tema, con excepción del bajo inconfundible de Marcus Miller en Maxine, The Nightfly y The goodbye look. Incluso la guitarra de Larry Carlton, esa vieja compañía vibrante y colorida, está más acoplada al resto de los músicos que en Aja.
Las temáticas que trabaja Fagen tienen un tono más cándido de lo normal, sobre todo cuando adopta el punto de vista de su yo adolescente. El entorno es de Guerra Fría ("Yes we’re gonna have a wingding / A summer smoker underground / It’s just a dugout that my dad built / In case the reds decide to push the button down"); la (auto)biografía está atravesada por chicas, bailes, romances. Tanto Maxine como New frontier son ejemplos claros. El quiebre respecto de la tradicional posición de Fagen en sus letras es evidente en Maxine, una canción de amor sin indicios de cinismo: "While the world is sleeping / We meet at Lincoln Mall / Talk about life, the meaning of it all / Try to make sense of the suburban sprawl / Try to hang on, Maxine". De esto se trata, en definitiva, y este es el trago amargo que ofrece Fagen en esta oportunidad: la adolescencia estuvo llena de sinsentidos y sueños de épocas mejores (en la misma canción el personaje anhela viajes a México y Manhattan). El tono sombrío de la vida en los suburbios es expresado con contundencia en una canción que tiene un título alegre (Green Flower Street) y comienza diciendo: "Uptown / It’s murder out in the street". Todas las fichas estaban depositadas en ese momento en que se huye de la casa paterna (incluso del pueblo paterno) y se alcanza la independencia, que es sinónimo de libertad: "Well I can’t wait ‘til I move to the city / ‘Til I finally make up my mind / To learn design and study overseas". El resto de la obra de Fagen se encarga de demostrarnos que ese futuro no es mejor ni menos sórdido, sino todo lo contrario.
Los sueños de una huida concreta no son las únicas vías de escape. El otro costado, tal vez más inmediato pero igual de ambivalente, es la música. El joven protagonista le dice a una chica, como evidente estrategia para conquistarla: "I hear you’re mad about Brubeck / I like your eyes, I like him too / He’s an artist, a pioneer / We’ve got to have some music on the new frontier". Es posible aventurar que el muchacho llegó al jazz escuchando el programa radial de Lester The Nightfly, que es retratado en la canción que le da título al disco. Con perspicacia, y una sensibilidad que casi siempre está presente en su obra (a veces algo camuflada), el retrato de Lester no está hecho desde el punto de vista del joven, sino que opta por darle voz propia. En realidad, Lester, ese DJ al cual el joven protagonista seguramente admira, es un hombre destrozado, amargo y, como el mismo Fagen, dolorosamente mordaz. Esto es visible en un fragmento que presenta cómo se relaciona con sus oyentes, cantado con sutilísima socarronería: "So you say there’s a race / Of men in the trees / You’re for tough legislation / Thanks for calling / I wait all night for calls like these". Sin embargo, el momento clave de la canción (y, tal vez, del disco) es, a la vez, la muestra más patente de ese mundo adulto herido, aunque sin tragedia ni melodrama, que se desarrolla en el resto de su obra: "I’ve got plenty of java / And Chesterfield Kings / But I feel like crying / I wish I had a heart like ice". Un momento breve y melancólico, que se complementa a la perfección con el pasaje que explaya las raíces de este dolor: "You’d never believe me / But once there was a time / When love was in my life / I sometimes wonder / What happened to that flame / The answer’s still the same / It was you / Tonight you’re still on my mind". Y algo confirma que Fagen está hablando en serio, y que en su obra amor y música están misteriosa pero inextricablemente ligados: apenas termina esta declaración honesta, sin ambigüedades, entra un solo de guitarra descorazonador de Carlton.
El imaginario del joven protagonista no está compuesto sólo por música y adultos heridos que viven en el centro de la ciudad, sino también por el cine. El disco cierra con dos canciones con aire a playa y, simultáneamente, a despedida. Una combinación curiosa, que funciona porque sostienen el tono en blanco y negro del resto del álbum. Un blanco y negro que es, sin duda, cinematográfico. Así como Jason Akeny comentaba en su crítica del álbum que la producción de Gary Katz (otro eterno acompañante) tiene un “estilo cinematográfico”, esto también es trabajado desde las letras: las imágenes del gran casino al lado del mar o del coronel “con su cara estúpida, las gafas de sol y la pistola” seguramente tengan un efecto fuerte sobre quienes acostumbran a ver cine norteamericano de los 40 y 50. Nunca es más poderoso este efecto que cuando Fagen canta: "When we kissed we could hear the sound of thunder / As we watched the regulars rush the big hotels / We kissed again as the showers swept the Florida shore / You opened your umbrella / But we walked between the raindrops back to your door". En definitiva, tal vez no sea casual que un disco que juega con la idea de dos universos disímiles que conviven en el mismo momento histórico termine con imágenes de besos, lluvia y paraguas, cuando casi cuarenta minutos antes había abierto con una canción que hablaba de tecnología futurista y viajes espaciales. Las fantasías norteamericanas de prosperidad y libertad infinitas ("What a beautiful world this will be / What a glorious time to be free") se convierten en fragmentos de intimidad, que alcanzan su máximo esplendor cuando un hombre, con enorme tristeza, es capaz de admitir: "I know what happens / I read the book / I believe I just got the goodbye look". Es la certeza de que la insatisfacción es la clave en todos los niveles. Los futuros no son promisorios. Estamos, en definitiva, en la entrada de la década de los 80.
El cajón nostálgico se abre con I.G.Y. (What a beautiful world), donde el locutor predice que el mundo verá la gigantesca rueda espacial americana, y donde se iniciará la verdadera colonización espacial americana, más veloz y eficiente que la de la Unión Soviética (nostalgia de la Guerra Fría), la cual no tendrá oportunidad alguna (a la larga no la tuvo ni con su existencia misma). Nos cuenta en medio de nuestro asombro que durará 90 minutos viajar de Nueva York a París en un avión supersónico de pasajeros, mientras que la principal energía del mundo será la del Sol, usada por todos los seres humanos. El futuro es una imagen agradable y llena de sorpresas. Fagen invoca al espíritu de los felices años 50, cuando el rock and roll estaba prohibido y la cacería de brujas de McCarthy estaba en su máximo apogeo. Fagen narra la pieza desde la perspectiva de un hombre joven ensoñado con el pasado, deslumbrado por las visiones de un futuro tecnológicamente avanzado. "Qué hermoso mundo será/qué glorioso tiempo para ser feliz". Fagen visiona viajes espaciales, ciudades "alimentadas por el sol" y una máquina "para tomar grandes decisiones/programada por compañeros con compasión y visión". Típico de Fagen, lanza una línea aparentemente sarcástica en medio de este optimismo: "un clima perfecto para un mundo aerodinámico/Habrá una chaqueta de licra para cada uno". El desenvuelto arreglo basado en piano sugiere esta positividad. Quizás es uno de los más temáticamente complejos éxitos de su carrera. Simplificadamente, el verdadero I.G.Y. (que significa International Geophysical Year) trataba sobre varios países juntos intercambiando sus creencias científicas y sueños en la era inmediata posterior a la muerte de Jozsef Stalin. Fue nominado para un premio Grammy de 1983, que perdió ante Always on my mind de Willie Nelson.
A pesar de vivir (o fingir) una infancia y/o adolescencia feliz, también salen a relucir temores y frustraciones sobre la propia generación. Green Flower Street es la violenta avenida neoyorquina que muy pocos recuerdan, llena de pandilleros como Marlon Brando y James Dean jugando a la muerte. También hay ajustes de cuentas provenientes de gangsters del Barrio Chino. He aquí la desmitificación del sueño americano. Mientras los motociclistas incendian los botes de basura y buscan prostitutas, el tímido protagonista se encierra un día entero en un cuarto de un hotel con una dulce chica (igual de temerosa que él), quien lo saca de la realidad haciéndole sentir tranquilo. Típico individualismo de la década feliz. Para las decepciones amorosas de la época, qué mejor que utilizar un tema propio de dicha época; sacarlo del polvoriento baúl de los recuerdos de su mente. Green Flower Street representa más de esta decepción, desde la perspectiva de un hombre lamentándose de los tiempos inocentes de su juventud: "desde mayo hay problemas cada noche...Donde una vez bailamos nuestra dulce rutina/huele a vino y queroseno". En lugar de encontrar "el asesinato en la calle", anhela un lugar donde él y su amante "usan curvas de neón en el cielo a la luz del día". El ritmo barajado recuerda joyas de Steely Dan como Peg, pero la nostalgia es toda marca Fagen. De esta canción realizó una versión en vivo durante su gira con New York Rock y Soul Revue en 1991. Su álbum en vivo Live at The Beacon contiene una revisión pegadiza de este jam clásico.
La única canción no compuesta por Fagen es la tercera, Ruby baby, un clásico de Lieber-Stoller, famosos compositores de rockabilly y de otros géneros de los 50, que dieron grandes éxitos a Elvis Presley y a otrosartistas. En un remake jazzy, aquí Fagen muestra su admiración por aquel par de compositores que quizás haya estado imitando con su colega Becker en Steely Dan. El arreglo de Fagen es evidente, con una canción triste, que rearmoniza el blues con la marca registrada de Fagen, lo cual abunda en la frustración adolescente, particularmente de rechazo. "Tengo una niña y Ruby es su nombre/no me ama, pero yo la amo igual de todas maneras", se queja, agregando que "como un fantasma" perseguirá el objeto de su afecto. El guitarrista Larry Carlton y el baterista Jeff Porcaro hacen uno de sus mejores trabajos aquí. Phillinganes, que aparece de nuevo para un impresionante solo de piano que se convirtió en parte integral de la canción, declaró a la revista Keyboard que, cuando lo interpretó en directo, comenzó su improvisado solo con su firma de principio, insinuando que se basaba en You really got me de The Kinks.
En la siguiente canción, Maxine, el narrador consigue a la chica y sueña un futuro con ella. Maxine es su novia del colegio, atrevida y desenfadada, pero virgen como ella sola. Aquí el narrador es un verdadero rebelde sin causa del amor. Planean una huída a México y de ahí empezar su vida instalándose en Manhattan, lejos de las severas leyes morales que los reprimen en los suburbios. Con armonías dignas de The Four Freshman o Manhattan Transfer, la canción narra la visión idealista de la vida del joven después de la graduación. "Nos trasladamos hasta Manhattan/y llenamos el lugar de amigos/conducíamos por la costa y volvíamos conduciendo de nuevo", canta en un tono nostálgico. Sin embargo, hay algunas imágenes punzantes de esta escena perfecta (menciona que él y su amante se reunían en un centro comercial y "trataban de darle sentido a la barriada suburbana"). La incertidumbre sobre si realmente alcanzarán este estado perfecto de felicidad doméstica se filtra a través de las letras de Fagen.
Con Maxine, Fagen sí se puso realmente nostálgico; pero cambia de humor repentinamente con New frontier, una canción muy animada sobre el futuro, a pesar de referirse a un bunker de supervivencia que ha preparado por "si los rusos desatan una guerra nuclear", donde ambos estarán seguros en caso de deflagración militar. Lo tiene todo preparado y calculado para su maravilloso porvenir que nunca llegó: viajar a Europa, estudiar diseño, ser alguien. ¿Se estaría quejando de la mala jugada del destino? Fagen suelta un guiño a Dave Brubeck, famoso pianista de jazz, utilizando una rubia fanática de por medio. New frontier surgió de la banda sonora de Bright lights, big city, y se trata de una tonada engañosamente alegre, pues la letra de la canción detalla el desafortunado intento del narrador de seducir a una mujer para unirse a él en su refugio antiaéreo. "Fingiremos que es la cosa real/Y permaneceremos juntos durante toda la noche", canta Fagen. El hombre se prepara para la nueva frontera manifestando sus deseos de "aprender diseño y estudiar en el extranjero". Fagen incluso habla en voz alta por Dave Brubeck, afirmando que él oye que la mujer también le gusta. "Es un artista, un pionero/tengo que conseguir un poco de música para la nueva frontera", canta. El saludo de Fagen a Brubeck se adapta perfectamente al resto del álbum.
El DJ regresa en The Nightfly, cortando una figura solitaria y distante. The Nightfly es la voz del locutor en la madrugada recordando amores pasados y recibiendo llamadas somnolientas. Hace una llamada a "una raza de hombres en los árboles" y "la dura legislación", eventualmente con sorna, "espero toda la noche llamadas como éstas". Se jacta de que "la noche es mía", pero admite angustia:" Ojalá tuviera un corazón como el hielo", se lamenta. Narra un amor perdido, indicando que a pesar de la calma, se siente exteriormente hastiado, "una vez hubo un momento/cuando el amor estuvo en mi vida", y que "la respuesta todavía es la misma/eres tú". Pero inmediatamente vuelve a su patrón de DJ sobre "jazz y conversación", presumiblemente fumando su cigarrillo y esperando la próxima llamada.
Esta perspectiva hastiada se reanuda en The goodbye look, una pista de infusión de Calipso que detalla los vanos intentos de un hombre de seducir a una mujer en el paraíso tropical. "Sé lo que pasa, he leído el libro/creo que tengo la mirada del adiós", determina. Pero con imágenes de un coronel "de pie bajo el sol/con su estúpida cara, las gafas y el arma", y hablando de "acción al anochecer", parece evocar unas vacaciones. Su frase aparentemente desechable, "podrías servirme una brisa cubana, Gretchen", evoca imágenes de un hombre abatido, sentado en un bar, aturdido por el mundo. Romance y revolución chocan, lo que provoca que el narrador se queje de que las reglas han cambiado, "no es lo mismo/son todo nuevos jugadores en un nuevo juego". La inocencia se ha ido, y ha sido sustituida por el cinismo. The goodbye look está construida sobre un burbujeante ritmo latino, y fue lo suficientemente interesante musicalmente como para terminar en la colección de clásicos del jazz The new real book, junto a estándares de Sonny Rollins y Coltrane. El tema trata sobre la Revolución Cubana y el fin de la era de la inocencia: el Año Nuevo de 1959. La Mosca Nocturna y su chica (el héroe y su doncella, el poeta y su musa) no llegan a escapar de La Habana y se encuentran con la tropa de fusilamiento. Por supuesto que el final inconcluso nos hace saber que era un sueño de verano.
Walk between the raindrops es más pop que la mayor parte del trabajo de Steely Dan, es la despedida con una sonrisa a Miami, una ciudad de la cual se ocupará bastante. De hecho, la mayor parte del trabajo de Fagen en solitario es menos rockero que su repertorio de los años 70. Sin embargo, los ritmos de Raindrops suenan un poco alocados, lo que tiene mucho que ver con la sección rítmica que se presenta únicamente para cerrar el álbum, Will Lee y Steve Jordan. Walk between the raindrops es una melodía encantadora que funciona como una toma más hastiada de Singing in the rain. Los amantes, caminando por Miami, se pelean pero hacen las paces cuando "observaban a los asiduos en el ajetreo de los grandes hoteles". La escena romántica incluye "la calzada de los grandes hoteles", un entorno poco probable para un momento íntimo. Pero una visión idealista y romántica retorna cuando Fagen canta "abriste tu paraguas/pero caminamos entre las gotas de lluvia de vuelta a tu puerta", volviendo a la perspectiva hastiada de las otras canciones. Así Fagen termina con una nota optimista, sugiriendo a través de la nostalgia que hay esperanza para el futuro después de todo.
The Nightfly es cantado desde el punto de vista de un DJ de radio nocturna, con letras armonizadas en el coro. Fagen, incluso mientras cantaba en primera persona, da una caracterización completa y clara como los patrones de Billy Joel en Piano man. Hay muy pocos álbumes conceptuales que llegan a formar una idea tan clara de hacia donde apuntan y a la vez tan difusa en ideas diversas. Un conjunto de canciones del pasado, que lo rememoran con nostalgia y a la vez satirizan y critican por lo convencional.
En 2006, Donald Fagen lanzó su tercer álbum de estudio llamado Morph the cat. Tras su publicación fue citado en una entrevista al afirmar que ese disco era la tercera y última entrega de una trilogía que incluye The Nightfly y continuó a través de Kamakiriad, finalizando con Morph. Cada uno de estos álbumes se detenía en un determinado período de la vida de Fagen. The Nightfly trataba en su mayor parte sobre su juventud, por lo tanto, evocaba mucho de los años 50 y 60. Kamakiriad fue más sobre un período medio, y finalmente los últimos períodos de la vida son tratados en Morph the cat. Pero The Nightfly permanece como la obra maestra solista de Fagen, un álbum que todavía embelesa con su jazz y mezcla de rock, letras de complejas y filosofías contradictorias (optimismo y pesimismo). En otras palabras, The Nightfly contiene todos los elementos que lo convierten en un clásico moderno.
JL

Disfruten y agradezcan a Alberto por este Armani de los discos de pop. Canciones que no molestan y crean un buen clima. Canciones llenas de detalles y virguerías para cualquier melómano y músico. Una grabación super exigente que 10 años es una muestra de cómo tiene que sonar un disco.


Lista de Temas:
1. I.G.Y.
2. Green Flower Street
3. Ruby baby
4. Maxine
5. New frontier
6. The nightfly
7. The goodbye look
8. Walk between raindrops

Alineación:
- Donald Fagen / Synthesizers, Piano, Organ
Musicians:
Larry Carlton, Dean Parks, Rick Derringer, Hugh McCracken, Steve Khan / Guitars
Marcus Miller, Abraham Laboriel, Will Lee, Anthony Jackson, Chuck Rainey / Bass
Greg Phillinganes / Piano, Clavinet, Synthesizer Bass
Michael Omartian / Piano
Rob Mounsey/ Synthesizers
Jeff Porcaro, James Gadson, Ed Green, Steve Jordan / Drums
Starz Vanderlocket, Roger Nichols / Percussion
Dave Tofani, Michael Brecker, Ronnie Cuber / Saxophone
Dave Bargeron / Trombone, Euphonium
Randy Brecker / Trumpet, Flugelhorn
Leslie Miller, Valerie Simpson, Zack Sanders, Frank Floyd, Gordon Grody, Daniel Lazerus / Background Vocals


Comentarios

  1. Estoy sorprendido de que no haya comentarios , la verdad descubrí este álbum hace poco y me parece una joya tanto a nivel musical como su naturaleza biografíca , estoy pensando en hacer un análisis personal también , muchas gracias por la información ha Sido muy interesante leer esto

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    1. Hola. Bueno, es que hay muchas cosas como esta a lo largo del blog, así que te animo a que lo revises, cosa que te llevará su tiempo. Y si escribes algo, hacemos un posteo con tu nota, te parece? Si quieres escribir algo escribime a mi correo que vemos y arreglamos para publicarlo. Estaría genial, ojalá lo hagas. Mi correo es correocabezon arroba gmail.com Saludos!

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Gandhi, Tous les hommes sont frères, Gallimard, 1969, p. 235.