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Kayo Dot - Choirs of the Eye (2003)

"Brutal prog", es la mejor definición que se me ocurre de este maravilloso trabajo, otro disco quqe amarás u odiarás sin términos medios, estás avisado. Ya hablamos de este disco anteriormente y lo teníamos pendiente hasta ahora, una poderosísima mezcla experimental e intrincada llena de diferentes texturas que incluye muchos tintes metálicos nutridos de vanguardia salvaje, pero también elementos experimentales que combinan shoegaze, math-rock, Avant-garde, algo de jazz "más puro" (al menos la batería), chamber rock y R.I.O., todo unido con una increíble musicalidad. Aquí, el gran debut de Kayo Dot, para que lo difruten los oídos más arriesgados de los cabezones más aventureros, que me imagino serán unos cuantos.

Artista: Kayo Dot
Álbum: Choirs of the Eye
Año: 2003
Género: Chamber Rock / Avant-Garde Metal
Duración: 55:58
Nacionalidad: EEUU


Antes de empezar, aclaro que esto no tiene nada que ver con el progresivo retro y sus clones, aquí la que suena es vanguardismo puro. El hombre detrás de este proyectos es Toby Driver (guitarra / voz). Sus habilidades de composición son realmente llamativas y puede hacer que las disonancias suenen como brillantez. Cosa que no todos logran, por cierto


Ese tal Toby Driver también fue líder de otra gran banda experimental llamada Maudlin of the Well y qque ya hemos presentado en el blog cabezón,

Por momentos las canciones se toman un buen rato en desarrollarse, pero una vez que lo hacen, no hay ningún momento de aburrimiento ni nada ue las pare. En general, un album bellísimo, complejo, pero de relativamente fácil acceso (ojo, relativo). Y no tendría ningún problema en recomendar entusiastamente este disco a cualquier persona que tenga una menta musical abierta. Un poco de brutalidad musical no le viene mal a nadie.
Aprovechando que se cumple una década desde su lanzamiento, he decidido dedicar la sección de CLÁSICOS BÁSICOS a Choirs Of The Eye de los geniales Kayo Dot, considerado uno de los mejores álbumes de rock progresivo de la década, y para muchos el mejor sin ninguna discusión. Editado en 2003, se trata del debut de una banda que nace de las cenizas de otro grupo legendario, maudlin of the Well. Supongo que muchos de los que leéis esta web los conoceréis, pero si no es así, y sintetizando, se trataba de una de las formaciones de metal-jazz-progresivo más originales y talentosas que jamás se hubieran visto, y que con Bath (y su inseparable complemento de ese mismo año, Leaving Your Body Map) entraron directamente en el Olimpo metálico allá por el año 2001. Mientras trabajaban en su cuarto álbum, y tras sufrir varias pérdidas de miembros importantes de la banda y varios cambios de sello, los músicos que quedan en la formación deciden emprender una etapa nueva empezando por renombrar el proyecto como Kayo Dot. maudlin of the Well siempre se caracterizó por contar para sus álbumes con una cantidad importante de artistas, y este caso no iba a ser menos. Liderados por el multidisciplinar Toby Driver (voces, sintetizadores, doble bajo, guitarra, cello, tuba y campanas), Kayo Dot afrontan su debut con un total de 11 integrantes, siendo el núcleo principal, además del propio Driver, Greg Massi (guitarra y voces), Nicholas Cage (no, ese no. Bajo y voces) y Sam Gutterman (batería y voces). El resto de músicos abarcan una variedad de instrumentos de viento asombrosa, que va del clarinete a la trompeta pasando por el saxofón y la trompa francesa. También encontramos otros instrumentos, como el piano o un violín tocado como los ángeles por la bellísima Mia Matsumiya, otra de las fundamentales de la banda. Choirs Of The Eye se publicó con el sello del dios John Zorn, Tzadik Records, en lo que supuso toda una declaración de intenciones. Para rematar, y al igual que los dos últimos discos de maudlin of the Well, la composición del debut de Kayo Dot se llevó a cabo mediante la técnica de proyección astral (esto dicen ellos, ojo, que no me he vuelto loco) y empapuzado el señor Toby Driver de amor por los tratados filosóficos de los surrealistas André Breton y Max Ernst. Ahí es nada.
Pues sí señores, estamos ante un álbum de escala 9.9 en el gafapastómetro, es imposible negarlo. Pero del mismo modo, tampoco se puede negar que la música contenida en él es simplemente única. Choirs Of The Eye supone la evolución lógica del trabajo anterior de maudlin of the Well, pero al mismo tiempo nos encontramos ante una etapa nueva, una vez liberada la banda de gran parte del bagaje metálico de aquellos. Por lo tanto, aquí hablamos ya de un álbum de rock en toda regla. Desentrañar los entresijos del disco es una labor que ni siquiera voy a intentar, por la simple razón de tras diez años escuchándolo sigo descubriendo nuevas texturas, sonoridades que de repente me sorprenden por novedosas. Choirs Of The Eye es como ese tipo de libros que uno relee un montón de veces y que están cubiertos de subrayados de diferentes colores, ya que con cada lectura uno va captando conceptos que en anteriores ocasiones había pasado por alto. La cantidad de conceptos musicales que encierra el álbum es inmensa, entrelazados todos en intrincadas piruetas compositivas que pueden llevarte al desconcierto más absoluto si intentas analizarlos desde un punto de vista tradicional.
Choirs Of The Eye es el equivalente del trazado urbano de una ciudad medieval árabe, llena de estrechas callejuelas sin un patrón aparentemente cabal, con cientos de cruces, callejones sin salida, pero que en conjunto obedece a una idea superior de funcionalidad, y cuya belleza y magnetismo ha encandilado a miles de mentes occidentales a lo largo de los siglos. Otro aspecto que hace del disco algo tan especial es la convivencia de elementos clásicos con una composición que aún a día de hoy sigue sonando visionaria, propia de tiempos aún por llegar. Y es que no es un álbum de electrónica, sino uno fuertemente basado en instrumentos centenarios, la gran mayoría de ellos asociados a la música clásica, pero integrados en un tapiz sonoro tan innovador que hace que a su lado cualquier álbum de los Chemical Brothers parezcan timbales tocados por una tribu africana congelada en el tiempo. Porque Choirs Of The Eye se aleja de las concepciones clásicas del rock, y hunde sus raíces en la desestructuración absoluta del mismo, dividiéndolo en sus partes mínimas, para acto seguido volver a unirlas mediante una argamasa jazzística que da como resultado una criatura completamente diferente, nueva, profética. Con esta banda siempre me ha venido a la mente un símil cinematográfico, el del director soviético Tarkovsky, que tirando de elementos clásicos y en ausencia casi absoluta de efectos especiales, fue capaz de crear un lenguaje visual inimitable y desbordante de simbolismo y belleza, y que catapultó a obras como Stalker y Solaris a la categoría de obras maestras del cine. Kayo Dot son la expresión sonora de esta concepción del arte. Intrincado, difícil, pero genial. No os voy a engañar, Choirs Of The Eye no gustó ni gustará a mucha gente por el esfuerzo que exige al oyente, lo cual es una pena porque debido a esa actitud acomodaticia estarán pasando de largo la obra culmen del rock experimental de la década pasada.
Una obra maestra incontestable y única. Un ejercicio tan titánico de modernidad que se catapultó a sí mismo incluso décadas por delante de su tiempo. La consagración de Toby Driver como visionario y genio.
Cthulhu


Podría decir que este es un gran disco de música progresiva moderna y valiente. No es para todos por la naturaleza compleja y difícil de su música, pero si estás dispuesto a probar este álbum, asegurate de prestarle mucha atención y no te rindas en el primer intento, ni en la segunda o tercera escucha, si para la cuarta no le encontrás la vuelta, entonces sí, puedes odiarlo con toda tu alma.
Pero te dejaré una frase que quizás te ayude a entender la música de Kayo Dot; no se trata de "entenderlo"; se trata más de "sentirlo".
Dicho esto, solo te queda probarlo!



Extraño, oscuro, hermoso, bestial y abstracto son las palabras que se me vienen a la mente cuando escucho a Kayo Dot y, a veces, no es suficiente. Es un poco difícil de explicar con palabras, como siempre, hay que escucharlo y dejarse llevar.
Vamos a ver qué es lo que pueden explicar personas que intentan reseñar este disco, seguramente con mejor suerte que yo.
Como bien dijo la mayor renovadora de la danza del pasado siglo, Martha Graham: “No hay artista por delante de su tiempo. El verdadero artista está en su tiempo. Son los demás los que van con retraso”. A nivel auditivo y sensorial esto puede no ajustarse a las posibilidades perceptivas del público, pero lo cierto es que el arte lejos de agotarse sigue un camino no escrito constante a través, muchas veces, de figuras anónimas que luchan con el contexto en el que le ha tocado vivir. Así llega un punto en que el éxito se muestra como una quimera del “corto plazo” y es en las sombras, en los rincones ocultos de lo que se dio un día en llamar “underground”, donde los cambios realmente se suceden como un susurro callado que busca un eco lejano, como una respuesta ante la soledad creativa. Aquí es donde aparece esa suerte de privilegio de saberse contemplando algo grandioso, de saber que el tiempo da su brazo a torcer al paso de una obra y entonces ambos caminan a la par. Sean estas líneas una pequeña respuesta a la solemne aportación que fue el primer disco de Kayo Dot.

“Choirs of the Eye” [Tzadik, 2003] salió a la venta el 21 de octubre de 2003, planteando una línea renovadora a varias aportaciones de campos musicales independientes de distinta orientación, dígase por ejemplo el black-metal, el post-rock, el rock progresivo o la vanguardia clásica. Las expectativas al menos a nivel conceptual eran bastante amplias, y el disco daba y da una sensación de música completamente programada a la que nada se escapa y que se somete a un férreo control compositivo. La improvisación no tiene cabida en esta obra, pero en compensación destacará por ser tremendamente abrupta a nivel formal, dando saltos, giros y cambios completamente inesperados, pasando de pasajes pesados, anárquicos y esquizoides a la mayor serenidad, lirismo y contención posibles. Pero vayamos por partes.

Kayo Dot es el nombre de uno de los varios colectivos surgidos a raíz del desmembramiento (que en 2009 se convirtión en simple pausa) de la formación de progressive-metal oriunda de Boston maudlin of the Well. Éstas nos brindó dos de las grandes obras de metal de esta década:“Bath” [Dark Symphonies, 2001] y “Leaving Your Body Map” [Dark Symphonies, 2001], con los que buscaban unas coordenadas tendentes a la orquestación, propia de otros colectivos como los ya muy nombrados Godspeed You! Black Emperor. Sin embargo, a diferencia de éstos la vertiente metal les apartará un poco de la música realmente programada. Una vez disuelto el grupo su guitarrista (y multi-instrumentista) Toby Driver retomaría el rumbo de esta empresa creando, a partir de lo que pudo salvar de aquella, a los chicos de los que nos ocupamos y decidió ponerse a grabar.

A diferencia del proyecto anterior, Toby Driver no jugará simplemente el papel de una pieza más en el combo. Será el compositor real de la obra que es “Choirs of the Eye” e intérprete de la guitarra, el cello y el contrabajo. En este sentido valorar el órdago de este chaval con respecto a su grupo me recuerda bastante al caso de Robert Fripp con King Crimson. No conozco en que términos se produjo la separación de maudlin of the Well, pero lo cierto es que el cambio musical de un combo al otro es realmente notorio, si bien es cierto que en este caso ha contado con mucho más paleta tímbrica, concretamente diez instrumentistas y casi una veintena de instrumentos. Puede que en esa gran variedad cromática radique el principal encanto del disco. Pero lo cierto es que en ello influye un trabajo preciosista y minucioso de composición, además de una interpretación ciertamente soberbia e inmejorable y una producción simplemente insuperable.

El disco comienza tronando y poniendo sobre el tintero claramente que nos enfrentamos a algo que viene del metal, que en él se inspira y que a él sirve. “Marathon” será fiel reflejo de la dinámica de contrastes que jalonará toda el LP, así su inició de ostinato se ve respondido por el corno inglés lírico, limpio y dulcemente acompañado por la guitarra y sólo perturbado por un sampler de voz cada vez más distorsionado. La flauta imita a aquella o lo intenta sin mucho éxito para resolver en un clímax inesperado, abrupto y luminoso que se contrarresta con fórmulas de silencio intercalado. La fórmula gana en dinamismo y tensión alcanzando el paroxismo y perdiendo toda unidad rítmica. Es entonces cuando la guitarra vuelve a tomar el hilo conductor. Este clímax refleja perfectamente una de las vertientes de la música de estos chicos, su lectura del metal se presenta plural y rica bebiendo del black-metal de Emperor en su ambiente recargado, del grind-metal de Converge en sus partes de gritos lacerantes, y en sus riffs de peso que recuerdan a Isis; haciendo una especie de suma del total de los progresos realizados en las distintas ramas del metal de estos últimos años. Pero el tema no acaba aquí, de pronto tras unas notas de paso de la guitarra eléctrica la canción parece disolverse quedando una suave línea de teclado y la guitarra exponiendo a lo Mogwai un largísimo segundo tema. Pero cuando éste se repite, comienza una suerte de caos controlado. Los samplers vienen y van dando una atmósfera de desolación, que gana en intensidad pero que la sección de cuerda acaba controlando no sin tensión. El tema acaba sin solución de continuidad en una poesía de Jason Byron, letrista de todo el disco, acerca de la perturbadora e inabarcable belleza del mundo en sus pequeñas manifestaciones. Sobresaliente cum laude.

Pero esto era sólo el primer tema, Aunque lo cierto es que una vez escuchado uno las demás pistas del CD se pueden comprender mejor aunque no por ello serán más accesibles a la primera escucha. “A Pitcher of Summer” ofrece un punto de cierto relax frente al corte anterior. Tras un comienzo susurrante y sereno de la guitarra la voz toma la línea melódica, el conjunto irá ganando en potencia con una fórmula de progreso sobre dicha línea melódica hasta un silencio en el que la guitarra puede reexponer la célula de paso. Es entonces cuando el grupo vuelve con fuerza al progresive-metal más melódico con un viento-metal soberbio que parece sacado de un tema de Talk Talk y una línea vocal propia de Yes. La complacencia durará poco y el lirismo se va distorsionando poco a poco en un magma atonal que se quiebra abruptamente.

Para un servidor la joya de la corona es el tercer corte. “The Manifold Curiosity” se plantea desde el principio como un tema de gran lírismo, en una línea propia del mejor progresivo de los 70. El tema se expone limpia y controladamente no sin ganar potencia. Esta energía primera se vera truncada por una sección de folk y voz disorsionada que recuerda a algo salido de la mente de Phil Elvrum (The Microphones). Tras un largo pero cálido paréntesis el tema primigenio se retoma aún con más fuerza que la vez anterior y el clarinete toma el papel solista de un modo simplemente inmejorable. El lirismo de esta parte acongoja y deja mudo, cadencia y disolución de la idea en unas notas de paso que repiten el motivo principal, la cuerda eléctrica acaba dando el broche y carpetazo. Ahora, en el minuto 7, se abre la segunda parte del tema. Al igual que en “Marathon” las tornas cambian. Toda la luminosidad y belleza de la primera parte se tornan en tensión contenida y creciente a raíz de una fabulosa progresión instrumental que la voz enriquece puntualmente. La cuerda se lleva el peso al ser soporte para el proceso, conteniendo, aflojando y recargando a partes iguales. Cuando nada se puede salvar la guitarra y el bajo revientan en una explosión del mejor progresive-metal que se irá acelerando sin dejar la idea de tensión-contención anterior. Poco a poco el asunto se vuelve más incontrolable y la voz retoma la línea grind-core. Dramatismo, oscuridad, paranoia, destrucción, anarquía y caos se suceden de un modo espectacular dando la sección más virtuosística del disco. El tema se ve abocado a un riff de sludge-metal a lo Mastodon que da por concluido este alarde de genialidad inventiva y fusión estilística.

El cuarto tema “Wayfarer” actúa un poco como el segundo corte de esta imponente obra, siendo sin duda el más lírico del disco. Aparece desdibujado al principio en un precioso diálogo a tres entre la guitarra acústica, la eléctrica y la cuerda, siendo uno de los puntos más soberbios del disco. La voz acaba mediando tras un breve silencio, aunando suavemente el caos de los tres platicantes. La conversación irá ganando en intensidad muy poco a poco, y tras una pausa el tema se reexpone esta vez alto y claro. La cuerda en tensión da pie a la sección rítmica y comienza el crecesndo, pero este se frustra al ser sustituido por un pasaje lírico que imita en cierto sentido el trio anterior, para ir disolviéndose. Entonces a mitad aparece un segundo tema propio del “Laughing Stock” [Verve, 1991] de Talk Talk, el conjunto se orquesta perfectamente y se amolda sin problemas a la voz en la parte más limpia y melódica del disco, que se sustituye tras unos dubitativos pasos por un ostinato de la cuerda que arropa a la voz y vuelve al tema inicial, la guitarra canta alegremente por el final de tan apasionada discusión.

Para acabar este alarde de creatividad y saber-hacer, “The Antique” inicia su andadura con unas líneas de la guitarra eléctrica, que delinea un tema de abrupto dibujo y contrastes, que me recuerdan mucho a la improvisaciones de King Crimson de “Starless and Bible Black”. Éste vendrá a encontrarse con la batería en una danza oscura y macabra, pero ceñida y relegada en todo momento, si bien ganará paulatinamente en intensidad, derivando como buena parte de postemas en un paroxismo contenido inigualable. Si esto no es obra de un genio que venga Dios y lo juzgue. Servirá este estado de ánimo para plantear una variación que dará pie a una sección mutante, mucho más propia del avant-metal de Solefald, y que no se deja agarrar a la primera. Pero en una obra tan bella como esta no es de recibo acabar de un modo oscuro y obtuso. La segunda sección se plantea como un cierre que ofrece la cara lírica del grupo. El piano y el sintetizador harán de centro de uno de los tramos más gozosos de este disco, a los que se sumarán una trompeta distorsionada y una voz susurrante en un tranquilo paseo al atardecer a orillas del Sena. Nostalgia y lágrimas contenidas acompañan, un poco “a là” Sigur Rós, la despedida de este grupo del oyente asombrado y agradecido por volver a sentir la grandeza de la música, y dan aún una pequeña esperanza de que sigan existiendo los genios. Tras un breve lapso el metal cierra con un hermoso adiós al que el Hammond hace eco.

Realmente hablar de un disco relativamente reciente supone un riesgo, aunque por ahora me atreveré a decir que estamos ante la que muy probablemente sea la obra capital en el rock/pop de inicios de este siglo XXI. Toby Driver y sus chicos han creado un disco sin duda perdurable, que escapa al mundano etiquetado, tan precario, voluble y expuesto al paso del tiempo. Y esto, no sólo por la brillante e inmejorable propuesta compositiva, la creatividad intachable y perfectamente imbricada, la magistral producción (con John Zorn de por medio, al menos poniendo su sello) o el gran riesgo que encierra. Para mí lo es principalmente por ser una mixtura inmejorable que bebe de lo clásico del rock y de la música culta, pero que se reafirma en su condición temporal con secciones de una fortísima experimentación que recogen los últimos adelantos del metal y lo que siempre debió ser el post-rock. La mixtura de estas dos últimas ramas adquiere aquí su mejor exponente, superando paradigmas como los de Neurosis y acercando al metal a Miles Davis, Charles Mingus o John Coltrane; inundando el ambiente con un intenso aroma jazzístico, reflejado esencialmente en el trabajo del viento metal, que recuerda con gozo y nostalgia a Talk Talk en múltiples momentos.

Sin duda, el inicio de la andadura de Kayo Dot fue inmejorable, si bien también implica un tránsito en las ideas de Mr. Driver. “Choirs in the Eye” culmina todo el trabajo de Maudlin of Well y pone las vistas en nuevas fronteras expresivas más allá del metal. Esto se reafirma en el notorio cambio que hay entre este disco y la obra en solitario del genio de Boston “In the L..L..Library Loft” [Tzadik, 2005] y el segundo largo del colectivo que nos ocupa, “Dowsing Anemone With Copper Tongue”; siendo el primero un puro ejercicio del música culta y por tanto no tan propicio a compararse con productos venidos de la rama popular, y el segundo una vía que ahonda en las posibilidades experimentales del progressive-metal, sin tanto éxito a mi juicio. Pero es que este disco pone el listón demasiado alto, y sirve como el mejor contrapunto que podía haberse ideado para la rama experimental del rock actual. Parafrasendo el comienzo de estas líneas: “En su tiempo”.
PostRocker






Lista de Temas:
1. Marathon (10:14)
2. A Pitcher of Summer (5:50)
3. The Manifold Curiosity (14:30)
4. Wayfarer (10:43)
5. The Antique (14:41)

Alineación:
- Toby Driver / guitar, vocals, electronics, bells, cello, double bass
- Greg Massi / guitar, vocals
- Terran Olson / piano, Hammond M3, Fender Rhodes, flute, alto saxophone, clarinet
- Mia Matsumiya / violin & viola
- Nicholas Kyte / bass, vocals
- Sam Gutterman / drums, vocals
With:
Todd Neece / vocals (1)
Alex Nagle / guitar (3)
Benjie Messer / trombone (1,2)
Sam Minnich / French horn (1,2)
Adam Scott / trumpet (5)



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Gandhi, Tous les hommes sont frères, Gallimard, 1969, p. 235.