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Santa Sabina - Concierto Acústico (1994)

Un disco buscado y difícil de conseguir, además de exquisito; Santa Sabina en su concierto acústico y sublime, y de yapa la explicación del extraño nombre del grupo, un emotivo Requiem para Rita Guerrero y hasta algunas anécdotas de sus actividades políticas a favor del EZLN de mano de la propia Rita. Un disco plagado de historia y que no podía quedar fuera del blog cabezón. Un disco que es una rareza... Aquí tienen para disfrutar de su música, de los videos, de la rica historia de la banda,  de sus imágenes y alegorías, y de escuchar a esta tremenda banda en vivo, acústico y con toda la mejor onda. Super recontra recomendadísimo.


Artista: Santa Sabina
Álbum: Concierto Acústico
Año: 1994
Género: Art Rock / Progresivo ecléctico
Duración: 48:49
Nacionalidad: México


Empecemos con lo que vale que es su música, y aquí va el video y abajo material complementario...

"Hay un mundo más allá del nuestro, un mundo que está lejos, también cercano e invisible. Ahí es donde vive Dios, donde vive el muerto y los santos. Un mundo donde todo ha pasado ya, y se sabe todo. Ese mundo habla. Tiene un idioma propio. Yo informo lo que dice. El hongo sagrado me toma de la mano y me lleva al mundo donde se sabe todo. Allí están los hongos sagrados, que hablan en cierto modo que puedo entender. Les pregunto y me contestan. Cuando vuelvo del viaje que he tomado con ellos, digo lo que me han dicho y lo que me han mostrado."
María Sabina

La "sacerdotisa de los hongos" o "la sacerdotisa del peyote" popularizó en los años 60 este rincón a medio camino entre Ciudad de México y Oaxaca capital, a donde se acercaron artistas como los Rolling Stones, los Beatles, Jim Morrison y Bob Dylan, en plena explosión hippie. Y además, esta banda debe su nombre a María Sabina...
En el blog tenemos otro disco de la banda que le debe el nombre a "la sacerdotisa del peyote". Este disco actualmente ya no se encuentra en las tiendas y es uno de los mas buscados de la banda.
Grabado en directo de una serie de presentaciones en el bar "El Hábito" en Coyoacán, D.F. Incluye los temas más representativos de sus dos primeros discos y el tema inédito "Signo del deseo", y es el disco anterior al celebrado "Babel" (que fue producido por el virtuoso músico argentino Pedro Aznar), un álbum conceptual que hace uso de muchos elementos iconográficos tomados de la Biblia.

En 1995 se propusieron dar un tratamiento acústico a varias de las canciones de los dos discos anteriores, y con estas nuevas versiones grabaron el disco "Concierto Acústico", grabado en el "Bar El Hábito" en Coyoacán, en la Ciudad de México. Fue producido por ellos mismos y actualmente es el disco más difícil de encontrar, pues fue lanzado como una edición limitada. Para entonces, el guitarrista original Pablo Valero sale del grupo y en su lugar entra Alejandro Otaola.
Wikipedia

En su mayoría, los músicos de esta banda eran artistas que traspasaban las fronteras de lo musical, por ejemplo Poncho Figueroa ha participado en películas como "De la calle" y ha producido discos, mientras Rita Guerrero había participado de varias obras de teatro, la participación en la película "Ciudad de Ciegos" y tenía su propio proyecto, el "Ensamble Galileo", a su vez, Alejandro Otoala trabajó en el proyecto "Fractales" y ha pasado por bandas como La Barranca.
Estos teatrales (y buenos) músicos ofrecen aquí su versión acústica, que viene plagada de historia, por eso, y porque me encanta poner al disco en su contexto histórico y social, traigo algunos comentarios sobre el disco que van más allá del disco, y lo conecta con la mística que supo encontrar la banda, historias de recitales solidarios, letras que influencian a escritores, la desazón ante la muerte, la actividad social y política, Chiapas y el EZLN, etc.
Y además, el último de estos dos comentarios fue de la misma Rita Guerrero.

 
 

Pero esto no termina aquí, hay mucha tela para cortar, nosotros hincamos la tijera solo en el borde de la lona.
Requiem para Rita Guerrero
La muerte de Rita Guerrero, ayer, 11 de marzo de 2011, me trae a la mente muchos momentos de mi historia personal. Mis intentos por escribir poesía estaban íntimamente vinculados a lo que la música, las letras, las presentaciones en vivo de Santa Sabina, me inspiraban. Fueron la compañía más inmediata y constante de mi adolescencia y de mis años universitarios. Representaban una parte significativa del ambiente del cual uno se nutre para definirse a sí mismo. Eran un ejemplo directo a seguir cuando yo mismo quise ser músico, cuando mis amigos y yo (Alejandro Alva, Ernesto Herman, Carlos Galván) compusimos nuestra propia música y montamos nuestra primera y única presentación en vivo como el grupo Sendas Olvidadas.
Escuché por primera vez a Santa Sabina en la radio, en Rock 101. Canciones de su primer disco homónimo (1992) y poco después, de Símbolos (1994) que produjo Adrian Belew (King Crimson). La mítica estación de rock obsequió boletos para un concierto de promoción del nuevo disco a quienes llamaran por teléfono. Llamé y mi llamada entró. Días después pasé a recoger mi boleto en las oficinas de la estación en Insurgentes Sur. El concierto ocurrió en el galerón de lo que alguna vez fueron los cines Brasil y Copacabana, en San Juan de Dios casi esquina con Acoxpa, hoy una longeva taquería. No recuerdo el nombre que le daban al lugar. El interior era muy precario. El escenario estaba montado con los instrumentos, la decoración era sencilla: veladoras apagadas alineadas sobre el piso o sobre los monitores. El pedestal del micrófono para la cantante estaba decorado con rosas en la parte superior.
Llegué desde las ocho, pero el grupo comenzó a tocar hasta las doce. La gente se dedicaba a tomar cerveza y a ingerir algo de cenar. Yo no llevaba dinero. Me encontré a algunos compañeros del Colegio Madrid que habían comprado un boleto, Alejandro Cruz Atienza y un par de chavas que yo no conocía bien. Como adentro no había nada qué hacer, salimos y los acompañé a comprar cervezas. Nos metimos al coche de alguno de ellos y se bebieron dos o tres caguamas. Luego regresamos. En el sonido todo el tiempo ponían música. Mi padre pasó a recogerme a las once y media y, descorazonado, le pedí que me esperara a que el grupo tocara aunque fuera algo. Me esperó y sólo estuve media hora, de doce a doce y media. Pero me bastó para prendarme del grupo, de su música, de la poderosa personalidad de su cantante.
La segunda ocasión que presencié a Santa Sabina en vivo yo ya me había hecho con los dos discos y los conocía bastante bien. Me sabía todas las letras, por ejemplo. Santa Sabina se presentó nuevamente por el sur de la ciudad, ahora en otro edificio, una especie de bodega de dos plantas, con techo bajo en la planta alta, de nombre El antro, situado en Huipulco (en el arranque de Acueducto). Esta vez fui con varios de mis amigos. Iván González y Antonio Monreal entre ellos. Como llegamos temprano, nos situamos al pie del pedestal en el que cantaría Rita Guerrero. Una hilera de forzudos de seguridad, con lentes oscuros, ajustadas camisetas negras y brazos cruzados, nos separaba de la orilla del escenario.
Cuando el grupo salió y comenzó a tocar, en menos de un minuto nos llovía gente. A nuestras espaldas se había hecho un corrillo para los empujones de slam. Los empujones eran soportables, pero poco después varios de los asistentes hacían pie de ladrón para catapultar a otros sobre el escenario. Nos alejamos de inmediato. Sobre todo porque yo usaba lentes y como mi miopía era bastante acentuada, habría sido un serio inconveniente que se rompieran. Los mismos músicos comenzaron a peligrar. Los forzudos no se daban abasto rechazando gente que caía sobre ellos y algunos incluso terminaron con medio cuerpo encima del escenario.
Al término de la primera rola, Rita pidió a los asistentes bajarle para no lastimar a los músicos. Como no le hicieron mucho caso, se salió. Entonces Poncho Figueroa, el bajista y co-líder de la banda, se puso a tocar a frenéticamente el bajo. El baterista hizo lo propio, lo mismo que el guitarrista y el tecladista. La gente hizo el slam que quiso durante algunos minutos. Poncho preguntó: “¿Ya se cansaron?” Como no se habían cansado, lo hizo por algunos minutos más. Liberada la energía, entonces Rita regresó y el concierto siguió sin contratiempos.
De nuevo, rosas y veladoras sobre el escenario eran elementos simples pero efectivos para darle contenido y atmósfera a un escenario insulso. Pero quien convertía la ejecución de la estupenda música en algo visualmente impactante era Rita Guerrero, pues personificaba perfectamente una vampiresa, en concordancia con las letras inspiradas en las novelas de Anne Rice que la poeta Adriana Díaz Enciso había escrito para el grupo. En la pausa silenciosa entre una canción y otra, le grité a Rita a todo pulmón que era “la diosa de las sombras”. Toño siempre me hizo burla por eso. Pero nadie en el público se rió, o sea que por lo menos debió parecerles posible que Rita fuera algo como eso.
Y en efecto, Rita demostraba un dominio de recursos escénicos apabullante. Ojos casi saltones definidos por un marcado delineador negro, largas pestañas negras que abría y cerraba parsimoniosamente para mostrar su mirada felina a punto de caer sobre su presa. El cabello negro era rizado y se desplegaba enmarañado sobre los hombros, cubiertos por un delgado velo negro que Rita hacía ondear con el movimiento aleteante de sus blancos brazos desnudos frente al aire del ventilador. El vestido era rojo y entallado sin llegar a lo vulgar, ligeramente arriba de las rodillas. Medias de red negras, tacones altos. La iluminación de su rostro era angulosa, ya fuera que cayera del techo o ascendiera desde el suelo, marcando dramáticas sombras bajo sus cejas, en su barbilla y pómulos.
Rita Guerrero tuvo desde inicios de su carrera una voz educada que ninguna cantante de rock tenía, con un registro amplísimo que emulaba el estilo terrorífico de la cantante Diamanda Galas al cantar, por ejemplo, esa pieza instrumental y vocal de nombre Mírrota, incluida en el primer disco de Santa Sabina. Así, en esa voz, las letras de canciones como Sueño de agua (“sólo nos quedamos / con los sueños y la vida de almas”), Luz del mar (“Llévame señor de alma abismal / dame la luz del agua / Besa, hunde / mi cuerpo roto / astilla de ti) o Una canción para Louis (“Noche roja en sus ojos / Dios que duerme / desangrado”) cobraban una belleza brillante pero sombría, ejercían una seducción perturbadora.
En ese entonces ya aspiraba a escribir poesía, así que compuse un poema con su nombre y lo mandé por fax a las oficinas del grupo, con la secreta idea de que llamara su atención y me invitaran a ser letrista suyo. Tenía versos como “Tu voz reverbera transfigurada en mar negro” o “Los globos blancos de tus ojos (...) Penetran y trocan en espuma / las costillas de las olas” o “De la negra caverna de tu boca / salen versos hechos murciélagos. / Salen a prenderse de los aleros (...) de mis tímpanos”. El poema cerraba diciendo “Tu mirada es Luna, tu voz es viento. / Con ellos, en la noche gobiernas, / alzas y quiebras al éter voluptuoso.”
Afortunadamente, el tema de los vampiros no era el único en las letras e inquietudes del grupo. Sus dos primeros discos son mucho más variados que sólo ese tema literario ciertamente gótico y atractivo. El primer disco era en parte fruto de la música compuesta para el montaje de una obra de teatro experimental a partir de la novela América, de Franz Kafka. Lo mismo musicalizaba un texto de Jean Paul Sartre (“Labios mojados”) que contenía letras lúdicas como “Gasto de saliva” y “Chicles”, o bien algo así como un acto circense de terror (“Partido en tres”). Una de las mejores es “Azul casi morado”.
Por lo que respecta a Símbolos, con una portada estupenda que muestra un milagro (un corazón en sobrerrelieve), canciones como “Ajusco nevado” y “Estando aquí no estoy” refrescaban el tono existencialista de “Nos queremos morir”, “Símbolos” o “Insomnio”. Esta última tiene una atmósfera íntima que siempre intenté emular cuando escribía poemas para un poemario que se llamaría “Atmósferas nocturnas”, que no completé, pero que se convirtió en algunos de los poemas de mi libro En la pureza del azul. Es más, para mí varios de los poemas de En la pureza del azul debían poder leerse de madrugada, acompañados por la música de Kind of blue, de Miles Davis o Símbolos y, específicamente, “Insomnio”, de Santa Sabina.
Los años 90 fueron el auge de las presentaciones “unplugged” de MTV. Una banda como Santa Sabina, que no había salido del todo de la escena underground a pesar de que sus dos discos hubieran sido editados por un sub-sello (Culebra) de una disquera comercial (BMG) no estaba en la mira del canal de videos norteamericano, todavía. Pero hacer versiones acústicas de canciones de rock es una oportunidad que todo buen músico merece darse. Así que Santa Sabina grabó una presentación acústica en vivo, Concierto acústico (1994), grabado en El hábito – Bar de Coyoacán.
Yo no lo compré porque mi amigo Iván lo tenía. Lo grabé en una cinta. Es uno de los mejores discos de Santa Sabina. Por desgracia, la disquera lo sacó de circulación cuando posteriormente el grupo grabó un programa Unplugged, de MTV (1997). Sigue sin reeditarse desde ese entonces. El disco Santa Sabina Unplugged es bueno, pero Concierto acústico es todavía mejor. Es una lástima. Una ocasión en que Rita y Poncho fueron al ITAM a conversar con estudiantes en la explanada (no recuerdo para qué) le pregunté a Rita si creía que algún día lo reeditaran de nuevo. Me respondió que no lo sabía y me dijo que ni ella tenía una copia de ese disco, que si yo sí, le mandara una.
Hacerle una en cinta me pareció poco y nunca supe cómo hacer una transferencia a un CD. Eso lo logré mucho después, gracias a Lety, mi esposa, quien le pidió a Humberto … que hiciera el transfer en la cabina de Monitor, la estación de radio noticiosa en la que Lety entró a trabajar luego de graduarnos. Gracias a ese transfer, Concierto acústico sobrevive en un CD, en el disco duro de mi computadora y en el de mi ipod.
Esperé con ansia el siguiente disco de Santa Sabina y salí a comprarlo el mismo día en que salió. Comparé precios entre el tianguis de Pericoapa o el MixUp de Galerías Coapa y lo compré. Babel demostró que el grupo no repetía sus propias fórmulas, sino que la búsqueda constante era su motor para hacer una producción nueva. El álbum es como un retablo barroco, cada parte tiene una razón de ser y de estar en donde está. Es en parte la recreación del Paraíso perdido de Milton. Babel narra la historia del ángel caído, de la pérdida del paraíso y del anhelo fallido por recuperar la luz, por recobrar la perfección, por trascender a pesar de la muerte.
Babel es una joya, el álbum más conceptual de Santa Sabina, aunque no necesariamente el más intenso. Piezas instrumentales abren, dividen y cierran el disco. En su mayoría las letras son de Adriana Díaz Enciso, pero también hay algunas de Rita. También contribuyó con una letra Jordi Soler, quien fuera locutor y director de Rock 101, así como poeta y novelista. Los títulos de las canciones nos dan una idea de la historia que el disco va narrando: La risa de Dios, El reino perdido, Lamento, Babel, Los peces del viento, La garra, Los sueños, El camino es el deseo, Espejo, Olvido, El cielo, El ángel. Tuve un sueño, más que cancion es una lectura entreverada de tres poemas de igual número de poetas malditos (Baudelaire, Blake y Díaz Enciso), en sus idiomas originales (francés, inglés y español), que se acompaña de un fondo musical.
Santa Sabina nunca se convirtió en un grupo de rock comercial, a pesar de transmitirse sus videos por MTV, grabar un Unplugged, etcétera. Nunca perdieron el contacto con su público. Nunca fueron un grupo de presentaciones masivas, ni siquiera cuando se presentaron en el zócalo o en festivales de rock. No es de extrañar que los discos que siguieron fueran producciones independientes. Fue el caso de Mar adentro en la sangre (2000), Espiral (2003) o el álbum doble con DVD, en vivo, con motivo de su XV aniversario (2005).
En ellos siguieron la poesía y la experimentación musical, la incorporación de ritmos, instrumentos, sonidos. En Mar adentro en la sangre musicalizaron dos poemas de Xavier Villaurrutia (Soledad y Canción), ese extraordinario poeta y dramaturgo del grupo Contemporáneos. Hicieron su versión de Sueño con serpientes de Silvio Rodríguez. Letras de Díaz Enciso, Guerrero, Soler. El video para “La daga” estaba montado a la manera del filme alemán El gabinete del Dr. Caligari, de los años veinte. En Espiral compusieron un homenaje a María Sabina, glosaron el poema “Invitación al viaje” de Baudelaire, se inspiraron en el autor de ciencia ficción Philip K. Dick para escribir “En llamas”. Se incorporaron el cello, el clarinete, el saxofón, el cajón peruano, etc., ya presentes como invitados especiales a las presentaciones en vivo. Ritmos de jazz, el rechinido de un zaguán, y pedales para las guitarras. Los discos de esta época difieren de los dos primeros en el uso de sintetizadores, uno de los rasgos que más me gustan del primer Santa Sabina y por el cual me gusta tanto Concierto acústico, por trocar las partes del sintetizador en piano.
Leticia y yo fuimos al concierto de promoción de Mar adentro en la sangre en el Teatro de la ciudad, en Donceles casi esquina con Bolívar. No tuvo el encanto underground de esos primeros conciertos en galerones improvisados, para 200 personas, pero resultó un espectáculo visual y sonoro magnífico que hizo gala de los recursos del teatro, con ese ambiente afrancesado del siglo XIX que lo caracteriza.
Escribo para recordar, compartir y no olvidar todo esto. Porque con la noticia de la muerte de Rita reviven muchas experiencias fundamentales de mi vida. Poesía que he escrito y leído, música que he escuchado y ejecutado, literatura que me ha inspirado y a la que he aspirado cuando la he creado. Momentos de recogimiento conmigo mismo, de melancolía o ensoñación, en busca del camino que uno elige y quiere seguir.
Y si bien dejé de acompañar los proyectos individuales de los integrantes de Santa Sabina, una vez separados, como las grabaciones medievales y barrocas del Ensamble Galileo, o el montaje de obras de teatro, si bien hace mucho que dejé de escuchar a Santa Sabina con la frecuencia que solía, algo muy natural por cierto con cualquier música, saber que Rita ha muerto, a sus escasos 46 años, me hace ver que con su desaparición física se cierra definitivamente una etapa de mí mismo, ese espacio de comunión que una artista como ella y como sus compañeros músicos establecieron con tantas personas, entre ellas yo, a través de su arte.
Esa comunión afectiva y estética entre un artista y su público es una experiencia inigualable del ser humano. Es una parte de nuestra naturaleza humana, cultural. He mirado en la televisión la silueta amortajada de blanco, que yace sobre un túmulo rodeado de cirios, arropada por el decorado barroco y dorado de un coro, el de la Universidad del Claustro de Sor Juana, donde enseñaba canto. He visto a Poncho Figueroa y a Alejandro Otaola tocar sones con una jarana, con la voz quebrada y los ojos acuosos y tristes. He visto la multitud en la que quisiera haber estado acompañándola y, a la vez, en la que no quise estar por no dejar solas y tan lejos en la noche a mi esposa y a mi hija, que podría nacer en cualquier momento.
En lugar de eso me he quedado en casa escuchando esa música maravillosa, escribiendo estas líneas para velarla aunque sea desde aquí, escarbando en mis recuerdos para traerlos aquí, a un sitio en que no se pierdan, aún cuando sé que lo más probable es que sólo sean importantes para mí. Quizá a algunos les parezca extraño que lo haga, siendo que las estrellas de la música suelen estar muy alejadas de la vida cotidiana de quienes forman parte de su público. Pero no fue el caso de Rita Guerrero, porque ella, junto con sus compañeros de Santa Sabina, fue de esas artistas con quien uno puede conversar si se la encuentra por la calle. Su muerte es una tragedia, no por lo que pierde su público, pues ya nos dejó mucho, sino por lo que pierden su hijo de cinco años, su esposo, sus alumnos del Coro de la Universidad del Claustro de Sor Juana, quienes recibían su sabiduría y experiencia directamente. Una persona como Rita no debería morirse a los 46 años, cuando la causa de su muerte, el cáncer de mama, se puede prevenir.
Algunas personas piensan que la fuerza y la belleza del Requiem de Mozart se deben a que, no obstante haberlo compuesto como un encargo, Mozart sabía que componía su propia misa de muertos, pues ya estaba muy débil y enfermo. Rita no se consideró muerta en vida. He encontrado en internet fotos recientes de actuaciones teatrales suyas, ya con la cabeza sin pelo y sin cejas en el rostro debido a las quimioterapias.
Descubro un nuevo significado en los versos de El ángel, escritos por Adriana Díaz Enciso, canción que cierra el disco Babel. Sirvan a manera de epitafio, porque nos confirman la voluntad de trascendencia de todo artista, de todo ser humano, a través de la expresión de su individualidad, mediante su propia voz, la que transmite su pensar y su sentir respecto a lo que le representa vivir. Es la voz de Rita la que canta esto, que es una gran verdad:

Cuando ya no escuche más
gotas golpear en el cristal
esa risa caerá en mí.
(...)
Tuve miedo de morir
De perderme de la lluvia
Y su voz iluminó
El otro lado del jardín:
Esa lluvia no conoce el fin.
(...)
Un ángel dentro de mí
el fantasma vivo de mi voz.
Un ángel dentro de mí
se moja en la lluvia de mi voz.
Un ángel dentro de mí
va a guardar el eco de mi voz.
Un ángel dentro de mí
que no cree en la muerte de mi voz.

Gracias por todo Rita. Así será.
César Guerrero


Y ahora, el comentario de la misma Rita, publicado en el espacio web de la banda, donde habla de la parte más social y política:
Año de 1995, mucha actividad política, muchos conciertos a favor del EZLN, eso marcó nuestras actividades ese año, no sólo tocábamos en los conciertos masivos de CU y demás lugares, si no que también éramos organizadores junto con los estudiantes de la UNAM y otros músicos. Existía un grupo de jóvenes de la UNAM que se hacían nombrar la Caravana Ricardo Pozas, junto con ellos, varias ONG´s, muchos otros grupos de rock y de otras disciplinas artísticas, hicimos varios conciertos, algunos muy exitosos, es decir lográbamos reunir bastante ayuda para las comunidades indígenas de Chiapas, principalmente aquellas que sufrían el acoso militar, e intentábamos comunicar lo que estaba sucediendo. También hubo otros no tan exitosos como uno que no nos permitieron hacer en el Estadio de Prácticas. Ya habíamos realizado en ese año dos conciertos en ese espacio, el primero fue en febrero y se llamó “Rock por la Paz y la tolerancia” y meses después en mayo “Doce Serpiente”. ¡Qué conciertazos! Lográbamos unos carteles extraordinarios y juntar mucha ayuda. Así que cuando quisimos hacer ese tercer concierto que se llamaría “El Rock de la Consulta”, un día antes estando en el montaje del escenario, llegaron unos jugadores de americano y nos sacaron casi a golpes empezaron a desarmar el escenario y no hubo manera ni de dialogar ni nada, actuaban como robots, no nos escuchaban, fue terrible porque ni siquiera estábamos todos los organizadores, nada más los que se encargaban de la producción y no pudieron hacer nada. Nos echaron, pero nosotros necios, lo hicimos en la explanada de rectoría. Como ustedes se podrán imaginar no teníamos control en el acceso, así que no pudimos cobrar la entrada y casi nadie cooperó con pagar su boleto, así que esa vez no la libramos, pues no solo no sacamos para mandar ayuda a Chiapas, si no que no logramos siquiera pagar los gastos de audio, escenario etc, etc.
Como grupo realizábamos las contrataciones, así que los más embaucados éramos nosotros. Y tuvimos qué responder a las deudas. ¿Cómo? ¿Qué vamos a hacer? Pues lo único que sabemos: tocar. Se organizaron unos conciertos acústicos en el Bar El Hábito, y con las ganancias fue con lo que se pagó la deuda. Sin embargo también algo bueno salió de todo esto, como en ese lugar no se puede tocar con un volumen muy alto, decidimos hacer el concierto en versión acústica, aprovechando el piano que había en el lugar, y por otro lado nos daba la posibilidad de invitar a más músicos a tocar con nosotros. Así que invitamos a algunos que también sentían la responsabilidad de la deuda. Ellos fueron, Liber Terán (flauta y voz) de Los de Abajo, Gabriel Bronfman (cello y percusiones) y Rodrigo Garibay (Sax) de “La Nao”. Y así fue como empezó nuestro camino acústico, que lo seguimos implementando hasta la fecha, y también eso nos acercó a Rodrigo Garibay que siguió tocando con nosotros bastante tiempo no solo como invitado sino como parte del grupo, él es un excelente músico que por aquel entonces tenía poco de haber empezado a estudiar el clarinete y el sax, pero siendo una persona tan disciplinada y dedicada a sus instrumentos al pasar de los años logró un nivel muy alto en su interpretación supongo que muchos de ustedes serán testigos, desgraciadamente en noviembre de 2003 abandonó el grupo, ya que sus actividades no le permitieron seguir. Triste pérdida también.
En esa temporada de conciertos grabamos el disco Concierto Acústico, mismo que lanzamos en Diciembre de 1995, se presentó también en el Teatro de la Ciudad.
Rita Guerrero

Sobre el álbum en sí, está muy bien, lo que no me gusta es que suena bastante "opaco" pero el trabajo de los músicos es, como siempre, muy bueno. Y sobretodo, siguiendo lo que dijimos en el post de Santa Sabina anterior a éste, fue una banda elegida por la gente más allá y fuera de la influencia de las grandes productoras y sellos discográficos.


Lista de Temas:
01. ¿Qué Te Pasó?
02. Sueño De Agua
03. Gasto De Saliva
04. Luz Del Mar
05. Signo Del Deseo
06. Vacío
07. Aratis
08. Una Canción Para Louis (Vampiro)
09. No Me Alcanza El Tiempo
10. Estando Aquí No Estoy
11. Siente La Claridad

Alineación:
- Alfonso Figueroa / Bajo
- Patricio Iglesias / Bateria
- Rita Guerrero / Voz
- Juan Sebastián Lach / Piano
- Alejandro Otaola / Guitarra y Sítara
Músicos Invitados:
Gabriel Bronfman / Cello
Rodrigo Garibay / Clarinete y Saxofón
Liber Terán / Flauta
 


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Como corresponde al comienzo de semana, empezamos un lunes con un gran disco, y ahora de una de esas nuevas bandas que no tienen nada que envidiarle a los grandes monstruos de antaño. ahora con su segundo y último disco. En una entrega totalmente instrumental y a lo largo de todo el disco estos músicos ingleses nos brindan una exposición de como un disco puede ser melódico, apasionado, imaginativo, complejo, temerario, dinámico, adrenalítico y muchos adjetivos más que no alcanzan para describir toda la música de estos chicos, ahora arremetiendo con temas que fueron creados en sus inicios, incluso que fueron interpretados en vivo pero nunca grabados, y razones tienen ya que este material no da para que se pierda en el olvido, ya que este álbum suena tan hermoso como se ve su portada. Cinco temas que son técnicamente brillantes y que recuerdan a una colisión entre Zappa y Camel. Una fusión de folk, jazz y Canterbury que es tan psicodélica como progresiva, intensamente melódica y fá

Cuando la Quieren Enterrar, la Memoria se Planta

El pueblo armado con pañuelos blancos aplastó el intento de impunidad . Alrededor de medio millón de personas se manifestaron en la Plaza de Mayo para rechazar categóricamente el 2x1 de la Corte a los genocidas. No fue la única, hubo al menos veinte plazas más en todo el país, todas repletas, además de manifestaciones en el exterior. Una multitud con pañuelos blancos en la cabeza pudo más que todo el mecanismo político-judicial-eclesiastico-mediático, forzando al Congreso a votar una ley para excluir la aplicación del "2x1" en las causas de lesa humanidad. Tocaron una fibra muy profunda en la historia Argentina, que traspasa generaciones. No queremos genocidas en la calle: es tan simple como eso. Tenemos que tolerar las prisiones domiciliarias a genocidas, que se mueran sin ser condenados o que sean excarcelados gracias a los jueces blancos. Cuesta muchísimo armar las causas, años. Muchos están prófugos, muchos no pudieron condenarse por falta de pruebas y otros porque tard

Rick Miller - One of the Many (2024)

Para empezar el día y la semana nos vamos a Canadá de la mano del veterano multi-instrumentalista Rick Miller que presenta su último y mejor trabajo. Desplegando un rock progresivo atmosférico muy emocional, con muchas texturas sonoras y lleno de buen gusto, inspirado en artistas como Pink Floyd, The Pineapple Thief y Steve Hackett (ojo, solo inspirado), siempre con temáticas líricas ambiciosas, sombrías y bellas como su música y la tapa de sus discos. Este es un viaje a través de paisajes sonoros ricos, cinematográficos, etéreos melancólicos, nostálgicos y oscuros, con mucha sensibilidad melódica, ofreciendo capas, sofisticados arreglos que brindan una experiencia inmersiva que nunca deja de sorprender e impresionar, pero al mismo tiempo accesible y atractivo. Te invito a un mundo sonoro intrigante, con cautivadoras melodías de música atractiva, estimulante y gratificante, ideal para comenzar la semana en el blog cabeza. Artista: Rick Miller Álbum: One of the Many Año: 2002

Los Dos - Caminos (1974)

En nuestra recorrida por el rock mexicano hoy revisamos un disco humilde pero bien logrado, sin esperar demasiado tampoco, y copio un comentario que hace referencia justamente a ello: "Es refrescante escuchar a músicos que se limitaban a hacer lo que les venía en gana, sin preocuparse de ser considerados autores geniales y con ideas nuevas. Los Dos eran Allan y Salvador, un dúo muy limitado musicalmente; no obstante, esas carencias la suplen con honestidad: mucha honestidad. Su mezcla, algo burda, de rock-folk, música tradicional latina y canto nuevo chileno, tiene momentos por demás emotivos y conmovedores. Sus letras eran muy sencillas y poco rebuscadas, en su mayoría acerca del amor". Disco raro, muy poca información se encuentra en la red, a mi parecer uno de los pocos discos hechos en México en los 70’s con un sonido muy jipi y folk. Eso lo describe bien, bien jipi y folk... Artista: Los Dos Álbum: Caminos Año: 1974 Género: Rock psicodélico / Folk rock Dura

Ideario del arte y política cabezona

Ideario del arte y política cabezona


"La desobediencia civil es el derecho imprescriptible de todo ciudadano. No puede renunciar a ella sin dejar de ser un hombre".

Gandhi, Tous les hommes sont frères, Gallimard, 1969, p. 235.